lunes, 27 de junio de 2022

Uno: La última noche en Dana

Como una danza invisible cien mil veces ensayada, con los pasos ya contados y las plantas de los pies heridas. Bajo las escaleras una vez más, no será la última, ni si quiera la penúltima. Recojo otro bulto, subo, decido, desecho, regalo las últimas cosas que han quedado rezagadas, el casco y la casita de muñecas de Inés, sin duda pequeñas pruebas que superar de nuevo. 

Todavía quedan tantas cosas... y eso es lo raro. Queda un salón con su sofá, su mesa y su tele, que me siento a ver como si no fuera la última noche en Dana. Queda nuestra habitación casi completa, ambos esperando a Lupita, que los mimará sin duda y les dará nuevas vivencias. 

Todo parece irreal, casi once años reducidos a unas cuantas maletas. Inés hace de ellas su trinchera y juega a despedirse de Alba, ésta pregunta dónde está Granada y sigue jugando su última batalla con los ojos un poco más tristes. Luego llega Diana, la primera amiga de Inés. Le trae un ratito de arte y juntas recortan un libro de gatos recién inventado. Se me parte el corazón en mil pedazos. ¿Se acordará de esto en unos años? El olvido, ese ogro bueno que tanto ayuda a que podamos tirar hacia adelante. Porque atrás sólo quedan buenos recuerdos, los malos no pienso llevármelos, no tengo sitio para ellos. Atrás sólo quedan amigos que son familia, y por eso no quedan atrás, sino pendientes de una visita. 

Las plantas ya se han marchado, dejaron un vacío sincero de ausentes de verde. Y también se fueron los platos, los cacharros, las toallas, los edredones, las sillas, los libros y toda la habitación de Inés, que después de su doble sleepover con Lena se anima a dormir en un refugio improvisado por su padre. Pon un ingeniero en tu vida y lo demás será coser y cantar. Dos tendederos, una sábana grande y un colchón en el suelo, suficiente para crear un mundo mágico en el que mi gitana pasará su última noche sin percatarse de que está en una habitación vacía de muebles, sin cama ni mesa, sin juguetes ni libros, y con el armario repleto de perchas huérfanas buscando nuevos olores. Última noche en Dana. Ha llovido todo el día, diluviado más bien, como para que nos dé menos pena marcharnos. Pero para compensar, por la tarde escampa y el cielo nos pinta un arco iris doble que tengo el lujo de presenciar por primera vez en toda mi vida. Dulces despedidas de osos amorosos que me recuerdan que el clima de Boston es puñetero pero gracias a él puedes perderte en unos bosques maravillosos y contemplar algo tan brutal como lo que veis en la foto. ¡Menos mal que Sam nos hizo salir a contemplarlo!




Eso sí, Inés se ha perdido su plan de piscina con Catarina, que a cambio le ha regalado una mañana de adolescentes haciendo pulseras y selfies. Esa misma niña que conocí con 9 años y que ya va camino de su segundo año de universidad. Se abrazan como viejas amigas, Inés está feliz. 

También Marlene viene a despedirse, hoy todo son buenos deseos. Hasta en el trabajo me abracé con todos y me sentí enormemente agradecida, porque si algo me ha dado Boston son muchísimos amigos, muchísimos lugares, muchísimos recuerdos. Fotos en mi memoria, palabras esdrújulas, nuestros restaurantes preferidos que nos echarán de menos cada jueves. Mis flamencas sin mí, y yo sin ellas, mi pequeña España interior se ha desperdigado dejándolo todo perdido de recuerdos. Laura me recordará sorbiendo cafés de lunares, Lupita leyendo en la cama con el colchón elevado 45 grados, o repanchingada en el sofá acariciando el lomo de Canelo. Javi y Teresa tendrán que regar mi tronco de Brasil más a menudo de lo que les gustaría. Jeff y Paula comerán un tiempo de tuppers organizados. Berta y Juanma se tomarán unas birras en su nuevo patio a nuestra salud. Borja y Elena tendrán que ir de camping o invitar a ocho a comer a su casa. Cristina y Carlos imprimirán en 3D y vestirán a Leyre de Inés durante un tiempo. A Marisol me la llevo también, en una maleta que no quiere vuelta, y a cambio Nora flotará con el cangrejo favorito y descolorido de Inés (mordido por las ratas). Marcela cocinará siempre utilizando alguno de nuestros cacharros, y Pilar preparará las mejores croquetas sin gluten en nuestra Thermomix. Javi y Elia se arroparán con nuestro calor y Elia tomará café los sábados después de comer, como hacíamos cada fin de semana hace ya mucho tiempo. Me llevo los buenos deseos de todos aquellos cuyas vidas cambiaron un poquito gracias a nosotros. Me llevo un cambio sustancial, y acepto que soy otra persona. Americanizada me hallo y muy orgullosa de ello, porque ahora soy mejor persona, más completa, más compleja, más sencilla también. Tengo lo mejor de dos culturas maravillosas, procuraré no perder este regalo que tantos años me ha costado. Tic tac, tic tac, tic tac...  

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