martes, 7 de enero de 2014

Emigrantes del Insalud

Otro año que se marcha dejando balance... ¿positivo?. Boston nos escupió hacia España con las primeras nieves del invierno y el río ya congelado,  pasados por gripe forzosa y muchas horas de trabajo para poder disfrutar de unas merecidas vacaciones en tierras más cálidas... O eso creía yo, hasta que Madrid me recordó con sorna que durante todos los inviernos de mi infancia mi madre me forraba de cuello de cisne y leotardos sobaqueros rematando con pasamontañas y bufanda indesatable por encima de la capucha del abrigo... y claro, por algo sería.
Lo malo es que ahora enfermar es un lujo que no puedo permitirme. En USA, obviamente, porque es caro hasta pisar la puerta del hospital, y en España, a partir de ahora, porque se me considera indigna de la Seguridad Social que he venido pagando religiosamente durante años y de la que he hecho un uso más bien justo y a menudo escaso. Determinan los dones y doñas sentados en sus tronos de nogal, que a los hijos del proletariado, aventureros todos ellos, que hemos decidido largarnos del país que nos vio luchar por tener un título, se nos ha de aplicar un castigo directamente proporcional a la patada en el culo que ya nos dieron para largarnos, y excluirnos también así del derecho de la Sanidad Pública. Y aunque últimamente la pobre Sanidad Pública española es una especie de fulana que ha visto crecer y crecer su clientela pero nunca sus recursos, sigue siendo uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo.
Y qué pena, oigan, que esos señoritos afiliados a las aseguradoras de sus primos, esos que construyen los hospitales con dinero público para luego cederlos a la gestión privada, esos que intentan convencer al mundo de que abortar un embrión genéticamente defectuoso es un asesinato, esos que aceptan dinero en sobres de papel manchado de babas y que salen al mundo montados en un corcel ganador cuando apenas han aprendido a andar, qué pena que no sufran nunca un revés de la vida, de esos que sufren los cincuentones que se van al paro y ya nadie quiere contratarlos, o los jóvenes que terminan sus estudios después de toda una vida estudiando y no saben hacer otra cosa y mucho menos enfrentarse a una sociedad desempleada y en crisis. Y qué pena que esas niñas ricas que abortan en secreto en las clínicas más selectas no se vean obligadas a cargar con la vergüenza de la deshonra para sus familias artificiales. Qué pena que los que toman estas decisiones tan desacertadas nunca tengan que decidir entre cenar marisco en Nochebuena o comprar los Reyes para sus hijos. Qué pena que vivamos en una sociedad tan necia que muchos piensan que la sanidad privada es mejor que la pública simplemente porque no tiene listas de espera. Pero vamos a ver insensatos, que una clínica privada la pone quien tiene dinero, no necesariamente quien tiene conocimientos, y en muchas de ellas trabajan los hijos de los que tienen dinero, no los que se han chupado cinco años de residencia más una especialidad para luchar por una plaza que han de ganarse a base de esfuerzo. A excepción de los médicos de la Seguridad Social que complementan su salario con horas extras privadas y que son, por tanto, exactamente lo mismo pero más caro. La mayoría, además, carecen de medios para operaciones complicadas, sobre todo en niños pequeños. Y en algunos de esos otros "hospitales" se ocultan cosas, y se miente, y os sorprendería descubrir cuánta ineptitud se tapa a golpe de talonario. Y encima no somos conscientes de la suerte que tenemos por no tener que pagar los 500 euros que vale hacerse una radiografía o los 300.000 que cuesta una cirugía cardíaca. Somos afortunados porque en España uno se rompe una pierna y no necesita tener 20.000 euros en el banco para poder costearse el arreglo, y encima puedes tener hijos "gratis", sin pagar los más de 60.000 euros que costaría si fuera privado. Eso no lo sabemos, porque creemos que la sanidad es gratis, y ponemos el grito en el cielo porque hemos de esperar en la consulta de un médico de familia que a menudo tiene cinco veces más pacientes de los que dicta la ley; y encima muchos de ellos van al médico porque les duele el pelo o porque quieren un justificante para faltar al trabajo al día siguiente. Quizás hay otras soluciones, como generar más puestos de trabajo para llenar todos esos edificios nuevos y vacíos con nombres de infantas que tanta prisa se dieron en inaugurar. Esta es la España en la que vivís, la España que exocita a sus hijos cultivados y vapulea a los librepensadores para quedarse con dos clases, ricos y pobres, y pobre de aquellos pobres que se crean ricos.