jueves, 28 de diciembre de 2017

Adiós Porter

Atrás se quedan los años más felices de mi vida, colgando de hilos de luz que descienden desde el techo, alejándose de la sombra que proyectan tus ventiladores. Qué horteras me parecieron al principio, cuánto acabé agradeciéndoles en mi verano gestante.


Llegué aquí una tarde de viernes casi a la hora del cierre, con la noche ya acampada sobre nuestras cabezas y mucho miedo a tener que dormir en la calle el miércoles siguiente. Te encontré en el lapso justo en que te asomaste a la algarabía de Craiglist, que nunca se conforma más allá de veinte minutos. Y así fue, veinte minutos exactos estuviste en el mercado, porque a mí la suerte estaba a punto de sonreírme por primera vez en mucho tiempo. Y así te encontré, tímida y vacía, con esas paredes blanquísimas que escurrían mis recuerdos. Te resististe a los alfileres de una vida que aún colgaba de mis lágrimas, y tuve que engatusarte con celo y bluetack por mucho tiempo. Me sobraba casa por todos lados, incluso después del primer viaje a IKEA, con mis dos sillas amables que harían las veces de sofá durante los primeros seis meses... en parte porque no cabía en un coche que ya llevaba más de lo que podía, y en parte porque no podía permitírmelo en la austeridad de mi cuenta bancaria. Una mesa con cuatro sillas, una cajonera, una cama, una mesita de café, sábanas, cubiertos, platos, cazos, sartenes, cazuelas... y mis dos sillas amables. Eso fue todo durante mucho tiempo. Eso, mi portátil, mis libros y las fotos que traje de España con las sonrisas más cercanas que ahora quedaban tan lejos. Me dije a mí misma, "mejor no comprar demasiado, por si esto se queda en seis meses..." ¡ja, sólo que han pasado seis años! Se fueron multiplicando las sonrisas, se fueron llenando los cajones, luego hicieron falta más, y hasta estanterías. Me permití el lujo de una alfombra que te diera un toque de color, y así, poquito a poco, te fuiste llenando de luz y de vida. El primer año fue tan duro que muchas veces creí que no podría contigo, primero aquel intento fallido de pintar una mesa, que terminó pegándose a una tele que ni si quiera funcionaba. Quedó pelada para siempre como un guiri en Torrevieja, en el cuarto de los tratos dando cobijo a las maletas vacías. Luego la estantería de la familia Monster, cuya pintura también compré en aras de transformarla y se quedó en un plan macabro que nunca llevé a cabo tras ver el resultado de la mesa.
Hay que ver cuánto me quedaba por descubrir entre tus muros. Aquí descubrí lo bonito de la cotidianidad, los domingos en ca la mama, las navidades llenas de luz aunque fuéramos cuatro gatos. Aquí siempre estuve protegida, tiene gracia, tan lejos de mi padre y mis hermanos, y sin embargo tan segura de cada paso que daba. En el parqué están las marcas de mis tacones, que se fueron convirtiendo en suelas de goma para la nieve y en esquís, que más tarde dieron paso a los patucos y al gateo. Los cambios de perspectiva de una casa que se va llenando, cambiando, evolucionando. Primero Susanna y nuestras noches de velas, de hablarlo todo en trescientos sesenta grados.
Luego Dani y su abrazo eterno, infinito, con su manojo de cables que vinieron a domotizarlo todo, ¡te dio voz!... y voto, porque a veces las luces se encienden, o no, según te parece, calientas la casa cuando nos oyes llegar y atormentas a la Loli con los aspirados inteligentes de la hora de la siesta. La Loli, que primero fue un cincuenta por ciento de Porter y se ha quedado en un veinticinco, eso sí, manteniendo su sitio privilegiado en el regazo de la silla amable. ¡NO QUIERO TIRARLAS! Sí, se ha abierto la tela por debajo, están hundidas, cuarteadas, sucias a pesar de los lavados, se ha encogido la funda, se han doblado las esponjas, te echan la cabeza para adelante y sólo nos sentamos en ellas para atarnos los zapatos... ¡pero no quiero tirarlas! son mis sillas, mi historia, mis raíces, mis recuerdos... me recuerdan que todo en la vida tiene un principio y que todo cambia, que todo mejora, que todo es posible. Tienen la altura adecuada para que Inés se apoye en ellas y pueda ponerse de pie, combadas con la forma de la Loli para que pueda dormir durante horas en un limbo que nosotros ni si quiera podemos alcanzar a imaginar. Perfectas para las tardes de lectura de mis padres, las sesiones de tele de mis suegros... ¡QUE NO LAS TIRO!

Mi última noche aquí, miro alrededor y pienso, "todo metido en cajas y aún sigue habiendo mucho más que cuando llegué". Es el resultado de seis años de construir, de enmarañar, de acumular, de reír, de soñar, de bailar, de querer, de poder, de cantar. Seis años de entradas de teatro, bolis de propaganda, tickets del súper, folletos de comida rápida con mensajes encriptados. Seis años de ropa de dos mundos, de fotos en otros lares, de amigos dejando huella, de recuerdos imborrables. Aquí llegué semirrota, aquí aprendí a ser yo, aquí me convertí en científica, aquí me casé, aquí creció mi sirena, aquí esperamos su llegada viendo el Señor de los anillos (versión extendida), aquí he pasado días enteros con los mejores amigos, de aquí y de allí, aquí he aprendido a ser feliz.
Adiós Porter, gracias por todo lo que me diste, por los buenos ratitos, los agujeros quedan tapados pero tú y yo sabemos que ahí hubo fotos, y mensajes, y poesía, que nunca se marcharán de nuestros recuerdos a medias.
Hola Dana, mi primera casa en propiedad en los Estados Unidos de América, pero ésta es otra historia.