viernes, 17 de agosto de 2012

Embriones siderales


La esperanza depositada en la ciencia, como si de un viaje a la luna se tratara. Todos los sueños guardados en una probeta, durante meses que se hacen eternos e imposibles, aguardando, encogiéndose. . . Sueños que se incubaron al calor del amor, producto de muchos años de esperar, de desear, de perseguir el viento allá donde fue a dar la vuelta, al fin del mundo si hace falta.
Los brujos de bata blanca recolectan semillas bajo el microscopio, maceran lo que a duras penas puede pensarse como un futuro ser humano. La noción que el mundo tenía de la creación se tambalea, porque allí, escondidos del trajín de un mundo que se ha hecho demasiado contemporáneo, esos seres bicelulares se empeñan en dividirse, mutiplican su material genético con anhelo, persistentes, creando más y más esperanza con cada puesta de sol. Van cambiando de nombre a medida que ganan posiciones en su viaje sideral, convencidos de llegar a ser embriones algún día. Y mientras, sobreviviendo, en esa sala de espera que se ha convertido en un anexo del hogar, se sonríen, se cogen las manos y aprietan fuerte, fundiendo el amor que emana desde muy adentro, conjurando el tiempo y el deseo que lucha por entrar en erupción. Quieren que querer sea poder, y no desisten, y se juran intenciones con todas sus consecuencias. Y aun sabiendo que el teléfono sonará en malas noticias casi siempre, el compañero sabe tender su mano acerada, recoger del suelo las migajas de un corazón que vuelve a romperse, recomponerlo y volver a levantarse una vez más; porque no pueden fallarles a esos pequeños de la probeta, los que se aferran a la vida a cada instante, sobreviviendo, viviendo, selección natural forzada que les lleva a ser un porcentaje en un papel. La estadística les da miedo, los números son fríos y antojadizos, no entienden de ganas ni de miramientos, golpean al aire sin piedad, dejando un sabor metálico en la garganta. Por eso, un noventa por ciento no les permite barajar nombres, ni patucos rosas o azules, ni si quiera la posibilidad de redondear un vientre plano y angosto. No pueden construir sueños sobre una plataforma flotante, prefieren no jugar a ser felices, por si acaso el teléfono aún se guarda algunos noes. “Podríamos ser uno, dos o tres. . . “ y aunque no quiere que se note, quiere ser plural, podríamos. . . y no sabías, mamá, que querer es poder. Por eso ahora la gonadotropina coriónica nada libre por tus venas, hoy es feria en Carolandia, hoy sabes que ya no estaréis solos nunca más. Hoy un ring vuelca el corazón y trae sonrisas, esperanzas, nuevos motivos y muchas ganas de vivir. Hoy la ciencia os ha dado eso que tanto os merecíais, vuestra suma en positivo. Porque el amor es capaz de alcanzar cotas imposibles, hasta los sueños.

miércoles, 15 de agosto de 2012

De vuelta en Boston

Boston abre sus brazos para recibirme, perlados de un agua salada que no es marismeña, envueltos en una humedad insoportable que reta en duelo a mi flequillo. . . ¡ya estoy en casa! Los primeros días no cuestan por aquello del jet lag, apenas sale el sol, mi bioritmo español me saca de la cama a trompicones, camino hacia el laboratorio aún espesa por el destiempo. . . esto no lo arregla un café americano. Me pongo la bata y automáticamente mis vacaciones en España han pasado a la historia. Vuelta a la rutina de doce horas currando, arriba y abajo, corre que te corre. . . ¿España? eso fue hace ya mucho tiempo, ¿no? Menos mal que aún me queda el bronceado que le robé al sol a base de paseos por la playa. No sé si echo de menos la playa, en el fondo es mejor idealizar todas estas cosas para que tengan más sabor el verano que viene. . . Bueno, esto es una trola bastante gorda, pero tengo que consolarme de algún modo, aún queda mucho para volver.
Sin embargo, mi familia de Boston también sigue aquí, nos vemos en el Back Bar y recuperamos un poquito de nuestro tiempo juntos, nos ponemos al día, nos reímos. . . Además esta vez me traje un cachito de Madrid en la maleta, Covi hace que la reincorporación sea gradual, y poquito a poco voy dejando atrás España y llenándome de América. Vuelvo a ver por primera vez todas estas americanadas con los ojos de un español primerizo: los parquímetros, los periódicos que nadie roba, el super y sus pasillos interminables de productos chachis, el autobús escolar de Otto. . . y recupero la noción de lo que significa estar en Boston. Privilegio del momento en que vivimos, contar con un futuro que se alarga un día o dos. Me reconforta.

Sólo tardo dos días en volver a verlos, la verdad es que les había echado de menos. Me reciben casi con la misma alegría que la pobre Loli, que ha sufrido una ansiedad terrible que la ha llevado al engorde forzado y a experimentar pérdidas de orina. Desde que llegué me ha perseguido por toda la casa, por no hablar de las noches que me da en plan portal de Belén, pegada a mí como el buey al niño. No sé si podré compensar tanto abandono. Sin embargo no me pide explicaciones, asume que es lo que hay y disfruta del presente, lo mismo ellos. Tampoco preguntan, se acercan y piden caricias extra por las que se han perdido, pero ni un ápice de rencor en sus miradas, qué distintas las personas. Aunque el husky parece cansado, el glaciar de sus ojos ha adquirido el matiz del tiempo, infinito. Los dos son suaves como seda desenredada, el tacto me devuelve ese sentimiento familiar de la rutina, he vuelto a casa.

domingo, 5 de agosto de 2012

Hasta luego, Madrid

Madrid se perfila a lo lejos y queda triste, esta noche ha llovido tímidamente, el olor a tierra mojada me ha devuelto muchos recuerdos de años pasados, memorias impresas en papel mojado. Agosto es un mes bonito en Madrid, los coches ausentes, el metro vacío, las terrazas llenas de guiris, hasta los parquímetros se relajan . . . Madrid es una siesta plácida del ajetreo, detenido por unos días para coger fuerzas, el año es demasiado largo. . . Eso pienso yo ahora que vuelvo a Boston. Las playas del Mediterráneo aún tiernas en mis tobillos, la arena blanca, infinita, presa en muchas de mis prendas. Retengo el sonido del mar, ¡es sólo mío! las olas tatuadas en la orilla. . .  Quiero volver, quiero que España funcione y no tengamos que irnos más, quiero despertarme cada día en el mismo huso horario que mi gente, no quiero ser emigrante otra vez. He aquí mi sino, sé que este sentimiento pasará cuando ponga un pie en Boston, cuando empiece de nuevo la rutina que se ha pausado en mi otra vida.
Además, las vacaciones han sido intensas. Los moros y los cristianos me acogieron por unos días en sus filás, como si fuera una hija más de la tierra. Me hago pasar por española. Primero mis padres, a golpe de carretera, poquito a poco, para que duela menos. Mar y Paula me abrazan desde Ibiza, demasiado lejos, pero lo noto aquí mismo, alrededor de mi cintura, quema en la piel.  La primera de mis Vanes se marcha dejándome un sabor agridulce, demasiado breve, pero taaaan intenso, (te echaré tanto de menos que las manos se me duermen ...) la segunda Vane recarga mi corazón de latidos, por si acaso, para estos días en que la añoranza quiere sentarse a mi mesa. Van quedando en el camino hasta la próxima, los puñados de palabras en el aire. Lauri siempre tan delicada, mi niña de azúcar, que es tan dulce que podría causar diabetes a distancia, cuánto amor. El destino pone más gente en el camino, para que sea más duro aún, o más dulce, según se mire, porque aún siento en la mejilla el megabeso de Enzo, tan presente como que no habrá otro hasta dentro de mucho tiempo, qué duro es estar lejos de los niños. Víctor me mira con sus ojos enormes, llenos de anhelo y de orgullo, tanto que da vértigo asomarse a ellos. . . me agarro a Luli, sujetándome a todo lo que tengo aquí, que es tanto. . . Ángel espera impaciente, cansado, el largo viaje y el inminente madrugón no apagan su sonrisa, me la regala, me la llevo a Boston. 
Aún me queda el gitano por un ratito, pronto el dolor será desgarrador, pero temporal, voy a vivir deprisa y que pase ya, que la perífrasis "echar de menos" me sabe a poco, lo que yo voy a sufrir es la falta de oxígeno, de energía, ¡la impaciencia!

Y sin más, Boston se acerca y Madrid se aleja, hasta luego, hasta pronto. . .