viernes, 11 de julio de 2014

Un dios maldijo la vida del emigrante

Un dios maldijo la vida del emigrante, serás odiado por la burocracia en todas partes... y así comienza la historia de cómo diez días se convirtieron en más de cuatro semanas. Aquellos que vayan a viajar a Estados Unidos por motivos de trabajo y necesiten un visado, háganme caso, planifiquen bien. Los días hábiles pueden llevar a engaño, y donde hace tres años de 3 a 5 fueron 2, hoy, tres años después, de 4 a 6 han sido aúnosecuantosperomásdeseisseguro y me han dejado fuera de juego, de congreso, de vacaciones y de mi propia masa corporal en las últimas doce horas.
Concerté la cita en la embajada hace ya dos meses, por aquello de prever y de que no te pille el toro. El día 4 de julio es fiesta en USA y por ende, también en la embajada americana en Madrid, y cabe preguntarse ¿cogen las fiestas americanas? respuesta, sí, pero también las españolas, y las locales, y las de la Comunidad de Madrid, un poquito de aquí y un poquito de allí... Esto me deja poco margen dado que en mi patria adoptiva 15 días laborables son los que son de vacaciones, y estos no son flexibles, como los días hábiles de correos, sino que son bastante fijos y se pagan con horas extra no reembolsables. Fui el lunes a hacer mi entrevista y ya la cosa pintó mal desde el principio. Que me faltaba un papel, que vete a un workcenter a pagar una pasta por meterte en internet para descubrir que ha caducado el formulario que hiciste hace ya más de dos meses y que, por tanto, tendrías que hacer uno nuevo o pordiosdescubredondelopusiste. Se me ilumina la bombilla... bendita dropbox, pero ¡ay! la dropbox está capada en estos lugares del demonio y no puedo acceder. Se me acaba el crédito, renuevo 2 euros, bendito 3G del móvil que me lo bajo, que me lo mando, que me lo imprimo, que resuelvo la crisis del momento. Sólo la primera, porque se me han colado las monedas entre tren, metro e internet, porque el transporte público, señores, es un atraco a mano armada encima de una alcantarilla. Y ahí yo que tenía pensado hacerme las fotos en el fotomatón de la embajada y me hallo sólo con un billete de 50 euros que no sé para qué los hacen si nadie nunca tiene cambio. Ese bar que no tiene botellitas de agua y que me manda de vuelta con el billetaco a la fila de la embajada. Pues le echo cara, que para eso soy de aquí, y presento como foto reciente la misma que utilicé para el visado anterior que vivía en mi cartera desde hace tres años, pero que reconozco que la cara de la señora de la foto podría ser yo dentro de otros 10. Se me sale el corazón, entrego todo, les digo que vuelo el domingo mireusteaversinomevaallegaratiempo, y entonces me dice la chica, vaya, pues que por qué no lo solicité por MRW; bueno, pues porque esa opción no estaba, y porque antes esa era la única opción, y porque ahora lo es correos. Y porque todo el mundo sabe que correos funciona genial y que el viernes, por supuesto, yo iba a tener mi visado en la mano sin ningún problema.
Sólo que esta mañana no lo tenía, ni el de la oficina de correos tampoco ni lo iba a tener ya por hoy. Por eso he panicado y por eso me he ido como en ambulancia a la embajada para ser ignorada en la puerta por esas señoritas de los cojones que son tan amables que te dan ganas de ahogarlas. Pues eso, que te metas en la web porque nosotros aquí lo que es el teléfono pues no lo contestamos. Así que San 3G me ayuda a encontrar una dirección de email a la que enviar mi caso urgente no, lo siguiente. Que dicho sea de paso, he encontrado haciéndome pasar por americana, porque si eres español, estás jodido, si no que se lo digan a la selección de fútbol.

Y bueno, pues ya asumido que no tengo visado para volar a USA el domingo, sólo me queda anular el congreso en California para el que me habían dado una beca y al que se supone que debía volar desde Boston el lunes. Y también si eso las vacaciones que venían a continuación por aquella costa, escogidas y pensadas con mucho cuidado durante días y prepagadas en parte. También de paso cambia tú el vuelo, Dani, porque donde dije vuelo, digo quedo, y Yosemite lo pagamos pero no vamos a ir. Y ahora métete en Iberia y cáete de culo al comprobar que si te parecía mucho 1500 dólares que pagaste para volar a España, mucho más te va a parecer los más de 1200 euros que cuesta cambiar el vuelo para otro día. ¡Cagoendiez! menos mal que tengo una familia que no me la merezco y robándole un rato de vacaciones a mi prima consigo que mueva un poquito cielo y tierra y me consiga un cambio de billete un poco más barato y relajar a 500 por minuto las pulsaciones de un corazón que no se me salía por la boca porque ya bastante tenía con lo que tenía.
Finalmente tengo que mirar el lado bueno de las cosas, me quedo, agobiada, estresada, intoxicada, mareada, vapuleada, desesperada... pero me quedo. Y atardece en Madrid, y me voy a ver el Guernica; y mi padre, y mi madre, y Dani, y arropada, recogida, remendada, ayudada, resumida... comprendo que la vida del emigrante está maldita sólo por fuera, porque por dentro esa amargura de pegatina te permite disfrutar de todos esos otros regalos que tiene la vida, al fin vacaciones.

sábado, 5 de julio de 2014

En Madrid

Se me había olvidado Madrid. Se había ido difuminando en su luz como un haz discontinuo de reflejos inventados que pierden conexión con la realidad a medida que va pasando el tiempo. Los recuerdos son traidores y en los míos Madrid había perdido tonalidad, brillo y contraste, y sobre todo virtuosismo, se había quedado reducida a los grises.
En los últimos días de preparativos no había mucho tiempo para pensar en nada más que en todo el trabajo que tenía que dejar terminado, o cuasiterminado a la espera impaciente e insoportable de volver a retomarlo sin haber olvidado todas las teorías que habían acudido a mí a última hora como un resfriado que pudiera llevarme puesto. Aunque parezca increíble y me dé vergüenza reconocerlo, me daba pereza venir a Madrid. Pero entonces esas hadas que siempre me leen el alma, en la distancia comenzaron a hacer cabriolas en el futuro, y a proponer, y a fantasear, y me inundaron las ganas de verlas y de poder abrazarlas de nuevo.
Aterricé en el aeropuerto recién bautizado Adolfo Suárez un día antes de lo que todos esperaban. Me recibió un Madrid tormentoso regado en granizo que se fue haciendo más amable a medida que pasaban las horas. Yo impaciente por poner los pies en mi tierra querida, yo ansiosa por recoger mi maleta y por no hacerles esperar más; mis chicas se hicieron materia entre la gente que se agolpaba en las llegadas, fabricando un abrazo en grupo que me supo a gloria y a mucho amor desenvainado. Sólo faltaba Mar, que en esos momentos se hallaba amamantando al pequeño Diego, ese desconocido que de alguna mágica forma ya había conseguido ganarse mi cariño. Chocolate con churros para empezar, ponernos al día ya en el coche, regocijo, canciones en mi cabeza... como si no hubieran pasado seis meses desde el último hasta luego. Segunda parada, ¡fotos viejas! un paseo por los años de amistad que hemos recorrido de la mano, muchas risas, mucha paz, la felicidad inmensa de estar de nuevo entre los míos. Y al fin llega Diego, y es tan suave, y ya es como si hubiera estado siempre. Y Paula, que es una minicopia de Mar y una copia exacta de la Mar que conocí hace treinta años. Es curioso cómo el tiempo no emborrona el corazón, no puede desgastar una amistad que se forjó en otro tiempo, cuando éramos otras personas, tan distintas de las de ahora que podríamos no habernos conocido nunca. Y sin embargo, como las hermanas, cada vez más cerca.
Tercera parada, ¡los hermanos!, la sorpresa de las veinticuatro horas robadas al tiempo y compartir una comida de un jueves cualquiera, como si tal cosa...  como si hubiera sido ayer la última vez que lo hicimos. Intento vencer al sueño esperando a mi madre, a la que casi le da un síncope cuando llega del trabajo y me encuentra sentada en el sofá, y es que hoy no tengo nada mejor que hacer que disfrutar de ella. Los siguientes, los de Moraleja, "ya mismito estoy allí", quince minutos más tarde llamaba a su puerta para llevar la última de las sorpresas anticipadas.  Qué bien saben las sonrisas...
Se me había olvidado Madrid, el sentimiento que produce estar en los sitios de siempre, sentir que estos 3 años no se han llevado casi nada, o sí, porque la verdad es que algunas cosas sí han cambiado. Es ahora tan preciado y tan escaso que no me puedo permitir los formalismos, no me puedo molestar en regalar tiempo ni espacio como si acaso sobraran, sólo puedo concentrarlos en mecerme en los brazos de siempre, pero que ahora aprietan más, porque se van guardando las fuerzas de todas esas veces en las que Madrid se ausenta y a mí se me olvida lo feliz que he sido aquí.