martes, 30 de junio de 2015

Las Vegas


Como la Meca, un lugar al que uno ha de peregrinar al menos una vez en la vida. En Las Vegas campan horteras y chonis por doquier, a veces incluso solapando en un solo individuo. La lycra viste músculos y celulitis que se pelean por escapar de ella entre pequeñas aberturas, dejando a su paso un cuadro devastador que compone lo que mi madre llamaría un hatajo de pajuelas y risiones. Lo del maquillaje ya es otro cantar, la purpurina, lejos de ser un fantasma del pasado ochentero, se hace materia y manteca y se aplica con llana en esas caras silicoides colgadas del opio de los neones. Así se disimulan las ojeras en la ciudad que sí que duerme, porque de día no hay quien pare.


¡Qué calor hace en Las Vegas, Dios Santo! Parece que está uno en plena ebullición. El caso es que es como pasear por la Gran Vía un dos de agosto a las 3 de la tarde, solo que da lo mismo que sean las 3 de la mañana, porque hace el mismo calor. Un aire caliente que al bajar del avión nos parecía que procedía de los tubos de escape y de los aires acondicionados, pero que nos acompañó durante todo el trayecto y nos requemaba los pulmones, las fosas nasales, el aliento y hasta las cuencas de los ojos. Hasta el pis sale quemando de lo calientes que se ponen los riñones. Por eso durante el día, el que no duerme la mona bajo el chorro del pingüino, se pone a remojo en esas megapiscinas de los grandes hoteles-casino donde, por supuesto, continúa la fiesta en un devenir infinito de fichitas de colores.


Pero mucho más allá de eso, Las Vegas es una Meca de neón y vinilo, un oasis de luces y música en medio del desierto de Nevada. Hoteles que parecen lingotes de oro, un flamenco, un circo... o ¡hasta una Venecia en miniatura!  Paseamos por el interior del Venezia como si fuese de día en plena noche.  Las nubes pintadas a lo Capilla Sixtina en los techos de este hotel, junto con los canales por los que (agárrense los machos...) ¡pasean góndolas! y el empedrado de calles recién llovidas por un efecto que si no lo hubiera tocado con mis propias manos me parecería photoshop...


Y al lado, como en la misma Italia, se puede pasear por el Cesar Palace, un hotel que contiene todas esas millas de oro llenas de tiendas tan conocidas como Tiffanys o Prada, en las que me parece que los diamantes y los bolsos no son de imitación como los que había en en la Piazza de España en Roma. ¡Aquésta Roma es todavía más real que aquélla! Ver para creer... Y también hay un pequeño París, con su torre Eiffel y su arco del triunfo... si es que sólo les falta la Bastilla...
Y la fuente del Bellagio, que es tan grande que se podría hacer wind surf en ella y hasta ahogarse; cuyos chorros bailan grandiosos al compás de la voz de Celine Dion, hundiendo el Titanic cada 15 minutos ante cientos de ojos que son distintos cada vez y que siempre expresan el mismo asombro genuino. No caben las palabras para expresar la ostentosidad, la fanfarronería y a la vez la elegancia y majestuosidad que se respira en Las Vegas. Extrañamente, el lugar destila distinción. No sé si será por la cantidad de dinero que se mueve en esos casinos llenos de gente las 24 horas del día, los 365 días del año (incluidos nosotros que hicimos varios blackjacks y hasta acertamos un número a la ruleta); o si serán los miles de despedidas de solteros/as y cumpleaños que nacen y mueren en esta ciudad cada día, pero desde luego hay una especie de magia mística que te atrapa y que te pone los pelos de punta. Este trance en el que muchos llegan incluso al aeropuerto de vuelta a sus vidas cotidianas. En nuestro avión, la pajuela que vomitaba en la papelera de la puerta de embarque y que, de alguna manera, se las apañó para subir a bordo sin levantar la liebre, nos hizo dar media vuelta cuando estábamos ya a punto de despegar para ponerla de patitas en la calle en un ritual que, desgraciadamente, me parece que no ha de ser tan poco común. Aunque como dice el famoso cartel que recibe y despide a los turistas en esta tierra mítica: "Conduce con cuidado y vuelve pronto".  Quizás lo haga, pero sólo si cuento con la misma compañía.

jueves, 4 de junio de 2015

Richi



Ricardo es un padre coraje de esos que salen en las películas, de esos que al final cambiarán el mundo. Su hijo Richi fue diagnosticado con un meduloblastoma en el cerebelo que, tras 8 operaciones diferentes, llevó a los cirujanos de Barcelona a una rendición inevitable: el cáncer de Richi era incurable. Lejos de conformarse, sus padres trataron de buscar una segunda opinión, contactaron con el Dana Farber Cancer Institute en Boston y recibieron del otro lado de la línea algo del todo inesperado: esperanza. El único inconveniente… costear el tratamiento. Sin embargo, cuando la vida de un niño de 5 años se pone en una balanza con algo tan nimio como el dinero, los corazones se ablandan y el mundo entero se moviliza. Fueron a programas de televisión, de radio, abrieron un blog… y gracias a la ayuda de miles de personas, finalmente lo consiguieron. En abril de 2012 se mudaron a Boston y, tras una primera operación de 5 horas, el futuro de Richi volvía a existir. No obstante, los tratamientos de quimioterapia fueron durísimos, y las complicaciones llevaron al niño a la UCI en diversas ocasiones, difuminando de nuevo el contorno de ese futuro apenas recuperado. Pero las ganas de vivir de Richi son infinitas, la lucha por la supervivencia es una máxima y no tiene pensado rendirse. Richi es un superhéroe, pero desde luego sus padres son unos aliados extraordinarios. La lucha contra el cáncer es un proceso devastador, pero en un niño es todavía más duro e injusto. Ricardo pronto descubrió que, tristemente, los fondos que se dedican a investigar el cáncer pediátrico cubren un porcentaje ridículo del total destinado a investigación en EEUU. El problema es que la incidencia es demasiado baja como para que importe lo suficiente. Por este motivo, y por muchos más, decidieron poner en marcha la Fundación Richi. El objetivo de esta fundación va mucho más allá de la idea de recaudar dinero, se trata de expandir horizontes, de abrazar el futuro con los brazos del presente. La fundación Richi ha creado una partnership o colaboración entre el hospital Sant  Joan de Déu de Barcelona y el Dana Farber Cancer Institute en Boston, de esta fusión nacen las Richi fellowships para que cirujanos españoles puedan venir a formarse aquí, donde la experiencia en neurocirugía pediátrica oncológica es mucho mayor, y puedan luego adoctrinar a sus equipos en España. No hay mayor poder que el del conocimiento, y es injusto que sólo quien pueda costeárselo sea capaz de recibir un tratamiento. Por ello, es mucho más inteligente formar médicos en todo el mundo y llevar las sonrisas de vuelta a todas esas caras inocentes que no entienden de naciones ni de fronteras.

También existen las Richi houses, que acogen a todas esas familias que bajan de un avión asustados y a menudo sin conocer si quiera el idioma del país al que acaban de llegar. En estas casas los niños están juntos, no se sienten diferentes, no son presa del aislamiento. Además, las familias se nutren de las experiencias de otros, comparten sus miedos y encuentran una verdadera familia que les ayuda a superar una situación que no puede comprenderse a menos que se haya vivido. La Richi house no es un hospital, sino un hogar.


La mejor de las noticias no es un milagro, sino la recta final de una carrera de fondo: en octubre del año pasado la última revisión de Richi fue positiva. Su familia sigue viviendo en Boston y han hecho de su causa un modo de vida. Buscan inversores para que la investigación en oncología pediátrica siga avanzando y ya han conseguido financiación para llevar a cabo algunos proyectos en el Dana Farber. Es una manera encomiable de contribuir al mundo, no todos podemos decir que hemos pasado por la vida pisando tan fuerte como Richi y su familia, pero en ECUSA aportamos nuestro granito de arena para que historias como esta den la vuelta al mundo.
web fundación Richi: http://www.richifoundation.org
vídeo del evento: https://www.youtube.com/watch?v=php3t5m7y7M