domingo, 22 de enero de 2017

La era Trump


Un día después de la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el 21 de enero de 2017, más de 200.000 personas acudimos a una marcha pacífica en Boston, y otros muchos millones de personas lo hicieron por todo Estados Unidos y en cientos de ciudades alrededor del mundo.
¿Por qué esta marcha? Queremos reivindicar, no sólo nuestro desconcierto y nuestro descontento con este individuo que se erige ahora como mandamás del país más poderoso del mundo, sino nuestro desacuerdo con esa política retrógrada que clama que volverá a hacer América grande cuando, en realidad, yo la veo más empequeñecida que nunca. Marchamos por las minorías que van a sufrir esta política con la fuerza de una bofetada que nos retrocederá cien años en la historia, por las mujeres, los inmigrantes, los homosexuales, la gente de color, etc. Hemos perdido el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, a alzar la voz para decir lo que pensamos, a sentirnos seguros al caminar hacia adelante.
Como mujer y como inmigrante, brindo mi pequeño gesto de útero gestante avanzando entre la multitud, sintiéndome segura entre todos esos cuerpos tocados con el gorro rosa de dos puntas más conocido como "pussyhat" (qué gran oportunidad para volver al crochet). Me sorprende la cantidad de niños y mayores que han salido a la calle, incluso en estos días donde el miedo a un camión desbocado armado de odio sin sentido puede encerrarte en casa con la fuerza de un toque de queda en medio de una dictadura. Pero lo que me sorprende aún más es que las fuerzas del estado colaboran para que esta marcha pacífica se desarrolle cómodamente. Esto significa urinarios portátiles, metro gratuito para poder acudir y abandonar el lugar de forma fluida y civilizada, puestos de comida, tráfico redirigido, calles cortadas, noticias al minuto para poder seguir el estado de la marcha en todo momento, altavoces para que se oigan los discursos desde todas partes. A veces siento mucha envidia sana de cómo se hacen las cosas en este país... Nadie empuja, nadie está de mal humor, al contrario, a todos nos mueve la misma causa.
¿A qué nos enfrentamos? ¿qué nos espera ahora? Luchar duro para mantener lo que nuestras antepasadas consiguieron a base de mucho esfuerzo y más lucha. Demostrar que no estamos de acuerdo, que no nos vamos a quedar de brazos cruzados, que no nos vamos a conformar. Toda la nación se echa las manos a la cabeza en un gesto de incomprensión infinita hacia lo que está aconteciendo... sin poder explicarse aún que esto haya dejado de ser una sátira o una viñeta de un cómic de pacotilla para convertirse en una realidad que empuja nuestros cimientos hasta hacer tambalearse los derechos más esenciales, los derechos humanos.
No hay fuerza más grande que la que hace la unión, y esta unión multitudinaria y pacífica es una lección inmensa hacia los que están en el poder. Poco más del 30% del país está a favor de Trump, eso deja la sociedad americana en un desequilibrio precario que sólo puede ayudarse mediante el apoyo de unos a otros. Por eso apostamos por los derechos humanos, la libertad religiosa, la justicia climática, racial, económica y reproductiva, apostamos por un futuro mejor, y por un país que se mueva hacia adelante, no hacia atrás arrastrado por la soga retrógrada de un individuo que parafrasea al villano de batman en su discurso de investidura.