domingo, 1 de febrero de 2015

Juno

Este año nos habíamos librado. . . por ahora. Juno ha llegado embistiendo sin compasión como la tormenta perfecta. . . para ver desde casa. ¡Alerta máxima! Prohibido sacar el coche hasta nueva orden. Eso sí, ni aunque quisieras... habría que desenterrarlo primero, siempre y cuando recuerdes el punto exacto donde estaba aparcado.  . .Ah, sí, justo donde sólo se ve nieve.

Snow Day por Blizzard, que es como llaman aquí a las tormentasdenievequetecagas. Lleva nevando sin parar unas 24 horas, empezó ayer y continuará así hasta mañana. Y no es que nieve y punto, es que es como una especie de torbonera de las de tormenta de arena gaditanas, pero de nieve. Nieve que va y viene hacia todos lados, nieve que te empana y te reboza como de azúcar glasé. Los vecinos llevan desde esta mañana temprano achicando nieve en un desesperado intento de que no se acumule demasiado. Aun así, el nivel nunca se reduce y palada tras palada, se requiere un esfuerzo brutal simplemente para mantener la situación. Mi vecino, que no se acongoja con nada, se ha comprado una retroescavadora para quitar la nieve, ahí es na, paladas a toneladas. Pero ni con ésas, la nieve nos llega hasta el muslo.

Vaticinio de temporal amedrentador, todo queda pospuesto, clausurado, cancelado, se ha declarado oficial: Snow Day/ Día de nieve. Trabajaremos desde casa. No hay colegio, bieeeen, los niños lo pasan en grande haciendo muñecos de nieve y tirándose por toboganes improvisados en plan aquópolis helado.
Tampoco hay tiendas abiertas, ni oficinas, ni bancos (ni de los de sacar dinero ni de los de sentarse), ni restaurantes, ni bares, ¡no hay transporte público!, las vías de tren y metro están enterradas bajo la nieve, por no hablar de la parada del autobús, que igual te sientas ahí a esperar y te quedas tieso esperando el P.Tinto.

Claro que mejor sentarse bajo techo que en los bancos del parque, porque ahí desde luego que el culo no va a tocar el metal hasta nueva orden. Y eso puede ser hacia marzo tranquilamente... La espumilla ha venido para quedarse, y no creáis que de una vez, no conforme con habernos reasfaltado las calles de copoalto, mañana vuelve dando coletazos para desgracia de aquellos que han cavado duro para recuperar sus coches. La gente se lo curra tanto que hay que ocupar el sitio recién despejado de alguna manera, no vaya a llegar un listo y se encuentre el trabajo hecho, para ello, ponen una silla que equivale al cartel de "vigilante gitano" en las obras, claro que de poco vale cuando Juno se pone pejiguera, porque  igual la silla acaba patas arriba y no sólo cavas, sino que recavas, o recabas tu derecho al aparcamiento que te ha costado horas dejar medio decente, que para eso estamos en USA y aquí la gente es medio civilizada. Porque desde luego en Madrid te aparcan y te atropellan la silla sin contemplaciones, y si hace falta hasta te llevas dos hostias por las molestias.
Pero no, este país es civilizado, tanto que cada uno se encarga de limpiar su trozo de acera (más patio, más escaleras/entrada) y si no, más vale que nadie sufra un resbalón y se parta una pierna, porque entonces te toca pagarlo y todos sabemos que sale mucho más barato comprarse otro coche y olvidarse del que quedó enterrado en nieve.
Sin embargo, no todo es malo para los conductores, al menos no hay que pagar parquímetro!
Para mí, sin embargo, lo que se acabó es la bici, que a falta de caminos transitables ha decidido hibernar, o invernar, según se mire. . . a esperar la primavera. Así que me quedan dos meses de ir al trabajo como el que va de excursión a Navacerrada. Una eterna escalada para la que me preparo de abrigo y botas en plan Jeti, bien atadas, mira a ver, no vaya a ser que se queden atrapadas en esta capa de velcro nuclear. Es extraña la plasticidad del ser humano, la capacidad con la que uno puede acostumbrarse a todo.
Quién me iba a decir a mí que un metro de nieve me iba a parecer de lo más normal, y que menos, son minucias. Y que mientras miro por la ventana y veo caer millones de copos cubriéndolo todo sin piedad, no puedo parar de pensar en lo bien que va a estar la montaña para esquiar el fin de semana. Y por eso, porque a uno se acostumbra todo, me planto los esquís y me deslizo por una ladera de mantequilla a 20 grados bajo cero y con los dedos en peligro de excisión. Pero qué sensación más bonita la de flotar en un mar helado.