domingo, 16 de diciembre de 2012

La familia en Boston

La familia de verdad, esa con la que comparto genes, grupo sanguíneo, experiencias, chascarrillos, algunos rasgos y toda una vida en pasado, vamos, los de Humanes, por fin se han subido a un avión para asomarse a ver qué hay a este lado de los 5000 km de agua salada que nos separan, allá donde hace ya más de un año que se escriben mis días en tinta nueva made in USA. Nervios, carreras, risita contagiosa. . . ¡no puedo aguantar el regocijo que me invade! Encima llueve, ese calabobos medio nieve que no te obliga a paraguas y entonces te confías y te calas. Corre que te corre al metro, ¿el aeropuerto está cada vez más lejos o me lo parece a mí? Al fin veo la terminal E, se alza sobre sus pequeños tacones revelando un tamaño miniaturil para lo que son las cosas en América. Y me encuentro de nuevo entre la gente, expectante ante esas puertas que se abren y se cierran, que traen caras nuevas detrás de cada cerro de maletas, sonrisas, abrazos, achuchones, comienzos de fechas navideñas. . .
Dani me pregunta - ¿vas a llorar?- y yo lo niego, a pesar de que lo sé mucho antes de que ocurra, sí, esto y la mala leche son impronta paterna, qué se le va a  hacer, auténtica que es una. Pero nada puedo anticipar de lo que siento cuando encuentro la sonrisa de Ángel entre el batir de las puertas; saltitos, palmoteo, bailecito. . . y luego mi madre, y Víctor, y mi padre, y Luli. . . ya no puedo más, si ya llevo las lágrimas por la barbilla y ni si quiera me he dado cuenta, hay que joderse. Ya es Navidad, ahora sí, no cuando puse el árbol ni cuando colgué las bolas en él. No cuando salgo a la calle y veo todas las casas del barrio con sus luces, ni si quiera cuando me cruzo con todos esos papás noeles del palo con sus gorritos rojos borlados. Sólo ahora, cuando siento que he traspasado la pantalla del ordenador y que puedo tocarles, olerles, respirarles. . .  sólo ahora la distancia se ha hecho menor o igual a cero en este mundo y en el otro. Además traen pedacitos de mi gente en la maleta, besos por encargo, abrigo y calor.
Boston les recibe un poco soberbia aunque templada, tirándoles algo de lluvia pero sin pasarse con el frío, temporal regularcito. Cuántas ganas de mostrarles todo, de que absorban la ciudad, la cultura, las diferencias. . .  primera parada: el súper, indispensable un paseo por esos pasillos llenos de galletas y salsas de todo tipo, creo que es la primera vez que la comida toca las paredes de mi nevera gigante. . .¡¡Lo siguiente serán tuppers llenos de sobras!!! Madre no hay más que una. La casa se llena de maletas y zapatos, se llena del sentimiento que he tenido durante muchos años en la casa de la plaza del Azulejo, donde compartí tantos momentos con todos ellos. No es que lo hubiera olvidado, pero no me había percatado de cuánto lo echaba de menos. Contra todo pronóstico, en lugar del agobio probable de tener la casa llena de gente, huelo a recuerdos, entiendo a las abuelas que ponen un millón de fotos en la vitrina, que esperan los domingos con la mesa puesta y el aperitivo calentito, estamos todos ¿para qué más? Miro por la mirilla de los doce meses que han pasado, cuando no sabía dónde iba a cenar en Nochebuena ni con quién, cuando ese salón donde hoy duermen tres corazones con jet-lag se encontraba habitado únicamente por dos sillas y una mesa. Resulta increíble cuánto puede amplificarse la felicidad bien administrada.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Acción de Gracias 2.0

Grazie, 謝謝takket være, merci, tack vare, thank you... Gracias a la vida, que me ha dado tanto... la capacidad de discernir, de elegir, de valorar, de apreciar, de aprender, de tropezar, de caer, de levantarme, de luchar, de superar, de superarme, ¡de vivir! Y nunca más cierto que hoy, de vivir la vida que yo he elegido. En este segundo Acción de Gracias en Boston, un año después, sobre la mesa se reencuentran básicamente los de siempre: el pavo -un señor pavo, que parece un crío chico-, el relleno, el pecan pie, sweet potatoes, smashed potatoes, verduras al horno, gravy casero, pumpkin pie, salsa de arándanos... Son los habitantes de la mesa los que este año han variado. Un año atrás disfruté del más americano de los thanksgivings en casa de mi jefe, recién llegada a Boston y sin saber muy bien lo que iba a encontrarme, resultó ser una cena inolvidable. Esta vez, los americanos dejan espacio a una noruega, dos suecas, una italiana, un belga, un chino-americano, un cordobés y dos madrileñas. Leland se viste de gala con el mantel verde, el que hace juego con el delantal, y al que apenas se le notan ya las manchas de otras batallas. Es raro Leland sin Alis, es raro Leland con Rosa, es raro Leland con Marte y sin Manu, pero me gusta lo raro, y éste significa evolución. 
Lo mejor de cocinar para tantos, y durante tanto tiempo, es el "mientras", ese durante en el que, copa de vino en mano, arreglamos el mundo, las relaciones, el pasado, el presente y el futuro. Lástima que no podamos arreglar también España, aunque siempre flota en las conversaciones, de aquella manera. Luego los comensales van llegando, cuelgan el frío en la entrada y sacuden la timidez de sus botas. La mayoría no nos conocemos, siempre es un reto. Por eso cuando entras en Leland, el detector de vergüenza/pereza te arranca de cuajo la poca que traigas, así quedas libre para entablar las conversaciones más inverosímiles; la de esta vez, ¡un app que mide el grado de felicidad de cada persona! verdad verdadera. 
Desde que estoy en Boston he pasado muchas horas en soledad, pensando en lo que quiero ser, en cómo quiero vivir. Pero muy pocas veces -o no las suficientes- te paras a pensar en lo afortunados que somos por el hecho de poder elegir siquiera. Es como un sueño, mientras ahí fuera la gente se queda sin trabajo, familias con niños son desahuciadas, la hipocresía crece, los sueldos decrecen... muerde el sentimiento de ser un privilegiado. Y al final de cada día, pese a todo, pese a la distancia, a las ausencias, a las doce horas de trabajo diarias, a los festivos trabajados, a todo lo que uno se pierde por haber elegido este camino, doy gracias por haber tenido un camino que elegir, por no haberme conformado con lo fácil, por haber tenido opciones y la fuerza para luchar por ellas. Y por supuesto, por haber tenido la gran suerte de encontrar tantas cosas buenas en Boston, no sólo un proyecto alucinante en el que trabajar no supone tanto un deber como un querer, sino gente que hace que mi vida aquí sea maravillosa; compañeros de trabajo habitantes del mundo que me llevan a sus pequeños guetos como invitada de honor (un hot pot capitaneado por Jingfa no tiene precio). Esos amigos que me abren las puertas de su casa en el futuro, en su tierra, donde todos al final acabaremos volviendo, con todas estas experiencias en el bolsillo, con todas esas sonrisas en el recuerdo, con fotos benettonianas mosaico de rubios y morenos siempre cambiando, con todo este agradecimiento por bandera... Gracias a la vida que me ha asignado estas coordenadas donde tiempo y espacio vienen a fusionarse destilando felicidad.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Un año atrás...

Un año atrás en el calendario todo era futuro, tiempo, espacio, insensatez, angustia, ilusión perdida, tristeza, decepción, ganas de escapar. . . afán de superación, deseo, ilusión ganada, energía, sueños, ganas de llegar. . . Sentimientos que empaqueté en una maleta rumbo a Boston (así pesaba la condenada) con la esperanza de que algunos se perdieran en la T4. Sin embargo, no cesaban  en su empeño, se apretujaban entre mi ropa y se enganchaban a las fotos que traje conmigo, obligándome a mirar atrás constantemente. Atrás quedaba Sevilla, la ciudad donde me conocí, donde te conocí, atrás quedaban las imperfecciones que me habían ido construyendo hasta ahora, cachito a cachito, un mundo seguro. Atrás quedaba Madrid, mi vida de siempre que ya no existía, mi familia, mis amigos, mis recuerdos. . . Me dejé la puerta abierta al salir, por eso todos esos pequeños pasajeros se vinieron conmigo, y aunque me habían contado en las películas que poner tierra de por medio lo arregla todo, vamos a poner que no. El avión se elevaba y yo sentía cómo mi alma se disociaba, dejando una mitad en Madrid, quedándome resumida a la otra mitad, consumida toda esa rabia genética que solía tener, agotada toda esa fuerza que me había caracterizado siempre, eso sí, no se lo digas a nadie, sólo tú lo sabes. Por eso te sentaste a mi lado en aquel avión, no sólo como una presencia familiar que me anclaba a la vida, sino como una apuesta de futuro. Y te empeñaste en plantar un huerto sobre un terreno recientemente incendiado, y te empeñaste con todas las ganas que a mí me había arrebatado el fuego. Gracias.
Al llegar a Boston el mundo se había hecho infinitamente más grande, el cielo estaba sin duda más alto, quizás porque aquí aún no habían cambiado la hora y en España sí, y entramos en un vacío espacio-temporal que me escupió a este lado del mundo como si tal cosa, y a empezar de nuevo. Un nuevo trabajo, una nueva casa, nuevos compañeros, nuevos amigos. . . todo por hacer. Hoy, un año después, cuando echo la vista atrás, parece que no ha ido tan mal. Pero aún tengo la habilidad de ponerme el traje del pasado y sentir el frío y el miedo, esos que has ido borrando con tanto esfuerzo.
Apenas diez días más tarde ya te estabas marchando, dejándome "sola" en un sitio donde hablaban raro, vestían raro, comían a deshoras y se iban a la cama demasiado temprano. Miraba hacia abajo y el suelo desaparecía bajo mis pies, así que procuraba mirar hacia adelante, nada más. Sólo se trataba de ser feliz, tampoco podía ser tan difícil, ¿no? Pues el primer trimestre suspendí. Así que no me quedó más remedio que aprender a ser feliz otra vez, empezando por mi trabajo, que era al fin y al cabo la razón fundamental para venir aquí. España me había dado algún que otro revés, supongo que lo necesitaba para así ahora ser capaz de apreciar lo que tengo. Donde antes había hipocresía, ahora hay sinceridad, donde antes había noes, ahora hay positividad, los que se creían científicos fueron reemplazados por científicos de verdad, que además han resultado ser personas extraordinarias. Y con esos materiales, fabriqué unos cimientos a prueba de huracanes sobre los que comencé a construirme de nuevo. Pronto tropecé con los que hoy son mi familia bostoniana, todos esos ladrillos y bovedillas que han convertido mi vida en Boston en algo más que una razón profesional. Nunca me faltó el aliento desde España, por eso cuando la obra amenazaba con pararse, todos arrimaban el hombro, ¿verdad Vane, Amanda, Lauri, Mar, Carol, Jorge, Covi, Tania, Virgi, Alema, Ana, Luli, Ángel, Víctor, mamá, papá. . .? eso vosotros también lo sabéis. Pero tú has sido el pegamento que ha ido uniendo los pedazos rotos, el que ha buscado cada pequeña esquirla en los lugares más recónditos del planeta, quien ha conseguido que hoy, un año después, la casa esté casi terminada.

domingo, 28 de octubre de 2012

Mi primer cumpleaños en Boston

En realidad empezó ayer, a las seis de la tarde del día 27, el calendario ya rezaba 28 en España. Así que, por orden expresa del arte gitano, tuve a bien abrir mi primer regalo. Envuelta en papel azulón y dorado, como una azafata del AVE, se escondía nada menos que ¡¡una cápsula del tiempo!! Ahora soy dueña del tiempo, y con él, de la distancia que nos separa, que a golpe de flash es corta, se cuenta en kilobits, ya no eres lejos.
Esta mañana me desperté con un año más, ¿esto cómo ha pasado? pero si hace nada iba al insti y forraba mi carpeta con fotos de Alejandro Sanz... Va a ser verdad que el tiempo se encoge a medida que uno va cumpliendo años. Aunque creo que en el fondo lo que ocurre es que llenas los minutos de tantas cosas por hacer que se antojan cortos, y cuando termina una hora no has hecho ni la mitad de todo aquello que tenías pensado, así que claro, nunca llegas... ahora sí que tendremos que correr para quedarnos en el mismo lugar. Mis padres y hermanos me han felicitado por wifi, también Mar, otros muchos por 3G, pero todos, absolutamente todos mis seres queridos me habéis felicitado con el corazón, porque he podido sentirlo cálido incluso a las puertas del huracán Sandy. Que por cierto, esa fulana ha cortado las calles de Somerville intentando atraparnos bajo la lluvia. Finalmente, y con la astucia que caracteriza a cuatro biólogas en un zipcar, hemos alcanzado el primer objetivo... ¡¡salir del atasco!! Alicia se empeña en hacer vudú al GPS, Rosa hace cosas secretas que saben a almíbar, Marte simplemente hace como que las españolas le parecemos normales, aunque en el fondo piensa: ¿pero dónde me he metido? Poco a poco se desdibujan semáforos y vaivenes de limpiaparabrisas, se pinta el otoño con sus colores. Miles de hojas componen un manto que lo cubre todo de esplendor, parece un lecho blandito sobre el que dejarse caer. Aminoro la marcha para captar en mi retina cada instante de este paisaje, cada hoja elevada por el viento, cada carcajada de las tres personas que me han traído luz en los bolsillos. Aún no sé a dónde vamos... "no es Salem, no te vayas a pensar" -comenta Alicia como diciendo, no somos tan poco originales-
Avanti sigo atravesando el paraíso y sin saber cuál es mi destino final, resulta excitante, la verdad, en el fondo no quiero saberlo. Y por fin llegamos a ese lugar mágico donde las calabazas se amontonan mostrando su mejor cara, esperando que alguien las adopte para descubrir de qué color tienen el alma. La mía enseguida me dice que quiere ser chica, la escucho, por supuesto, no puedo negarle cromosomas.  Y manos a la obra, paso la tarde de cumpleaños más especial que jamás hubiera imaginado lejos de casa. Nos reímos, cuchillo en mano, el arte no se nos da nada mal. Fantaseamos con dejar la ciencia, ja ja ja, ¡ilusas! Hemos regado las risas con Apple Cider, y hemos comido el tradicional pastel de calabaza, la que te digo, al final termina uno americanizándose aunque no quiera. La corriente te lleva, es fácil y sobre todo dulce. También he soplado velas, hacía años que no las soplaba, y me ha encantado. Vane puso el punto y final a este día con su cariño de skype. Y he comprendido que la tristeza de los días señalados en Boston no es tal si tú no quieres, y que en todas partes uno puede sentirse como en casa, porque el hogar no lo hacen las cosas, sino las personas, físicamente o en un esfuerzo telemático, será por eso que siento que ya estoy en casa.

sábado, 27 de octubre de 2012

Lo que me overwhelma (by Q-Charini)

La moneda cayó, todo acaba ocurriendo, el paso del tiempo es de las pocas cosas realmente irremediables. Cayó y rodó tan lejos que no podías alcanzarla desde aquí, rodó hasta España, donde te espera sentada a la sombra de un madroño, con el chulo subido y los brazos en jarras. Mientras, el hueco se estira insistentemente. Procuro que no me roce, soy buena esquivándolo, pero a veces doy media vuelta y me dice "¡miau!", ya sabes, con ese toque de crispación que lo pone todo perdido de ausencia. Ya no hay lunares. . . ¿dónde está la polka? yo así no bailo, ni flamenco ni zumba, no muevo un pie.
La cafeterita me ha salido al paso, se insinuaba, y he tenido que hacerme un café, por supuesto, con Mocaaaaa. Pero ni por esas, ha sido tan raro poder ver una serie sin interrupciones, que me he aburrido. . . no sabía qué hacer, me he pintado las uñas, y claro, polka de sustitución.
La Loli está rara, se tumba en la puerta de tu habitación con el traje de paciencia, como si fuera el de los domingos pero más rato. No entiende que ya no estés, ¿qué puedo decir? Ni si quiera el gato asao puede consolarla.
Ayer compré unos cuadros, intento borrar el silencio de las paredes, pero ya sabes que  todo lo que cuelgo en ellas tiende a caerse, como si lo rechazaran. No es como las canciones, que se agarran con fuerza, se van quedando grabadas como si fueran frescos paleolíticos. En la ducha hay unas cuantas, la de los duros antiguos mal cantada se ha asomado tímidamente esta mañana, se había quedado enredada en el estropajo rojo, como cabellos inertes que han decidido quedarse en Boston. En lo alto del cerro de palomar hay otras pocas, y ni te cuento las que se acumulan al bajar las escaleras. Y sin embargo, tú ya te has ido.
Eres una gafapasta sin remedio, los señores gordos de brazos largos y muchos pies lo confirman. Lo siguiente era un cambio de look en Q-Chari Style, pero ya han sido demasiados cambios por el momento, por el momento. . . Ahora coge aliento, carrerilla, amuletos y el bolso de ganas (la mochila puedes dejarla), España nunca recibe en frío a sus hijos pródigos, esconde bien tu camiseta de Harvard. Mientras, te cuido la planta y te echo de menos. Te presto Madrid.
Que tengas suertecita...

lunes, 15 de octubre de 2012

El camino

Me asomé a la vida un poco, tímida al principio, casi fingiéndome indiferente... Vi que algo brillaba muy al fondo, como escondido. . . me pudo la curiosidad. Me incliné para tocarlo pero no me llegaban los brazos, demasiado cortos, demasiado lejos. Entonces cogí las ganas, me aupé poniendo los pies sobre ellas; casi lo rozaba con las puntas de los dedos, sólo tenía que estirarme un poco y... ¡zas! me caí dentro. Una vez allí, comprendí que no iba a ser fácil salir. La vida te absorbe hacia el núcleo con una fuerza gravitatoria feroz, que no depende de tu masa sino del tamaño de tus ilusiones y de lo que estás dispuesto a dar a cambio de cumplirlas. Mis sueños eran pequeños al principio, ligeros, una carga bastante liviana. Pero a medida que avanzaba y mi rastro se iba marcando a fuerza de huellas en el barro, la carga se volvía más y más pesada. A cada paso se sumaba el esfuerzo impuesto para dar el siguiente, y una vez dado, quedaba tan impregnado de recuerdos que se hacía mucho más complicado volver atrás que seguir avanzando. Sin embargo, en el camino encontré cientos de obstáculos, muchos de ellos se planteaban infranqueables al principio. Recuerdo los primeros noes, los primeros difíciles, ¡qué empeño en hacerme tropezar!. Por aquel entonces aún estaba lo suficientemente cerca de la entrada, sólo tenía que girar la cabeza para ver a mi padre cual centinela, moviendo la cabeza de lado a lado en ese gesto tan suyo de no aceptación, "la derrota no está pensada para nosotros". Qué remedio pues que seguir adelante con estos empujoncitos vendavales que no siempre me parecieron positivos, por supuesto, teniendo en cuenta que casi todas las veces llevaban implícito un sacrificio.
Lo bueno y a la vez aterrador de caminar por primera vez es que el sendero es desconocido, todo por descubrir, nada por desandar. Había tanto amor agazapado en las orillas que a veces pasaba de largo sin querer. Pero la tinta del destino no puede borrarse, sólo reescribirse, y por eso, las personas que están predestinadas a cruzarse en tu camino, tarde o temprano lo hacen. Germina una gran familia de peregrinos, algunos de ellos sólo recorrerán contigo una parte del camino, vidas que se separan; otros se quedarán para siempre, aunque sólo sea en el recuerdo de la fuerza que te aportaron. Los hay también que te aportan sabiduría, equilibrio, y los más valiosos, los que te regalan su experiencia. Porque el mismo trazo que hoy es nuevo para mí, otro ya lo pintó antes, y eso me anima, me lo hace más fácil. Sin embargo, hay días que llegas al pie de una montaña, y no hay agua, y estás cansado, y piensas que es demasiado tentadora la idea de echarte una siesta a la sombra de aquel árbol, simplemente dormitar, no pensar, abandonarse al cese. Y aunque la entrada está cada vez más lejos, todavía puedo intuir la silueta de mi madre, haciendo un gesto descuidado en forma de "bah!" como quitándole hierro al asunto y aceleración a la gravedad. Y ese metal desacelerado reduce la insistencia del gran magneto, y por un efecto maestro que no se describe en ningún libro, sientes crecer de nuevo la fuerza dentro de ti. Y de repente tu carga se aligera, y es mucho más tentador alcanzar la cima para ver qué hay al otro lado. A veces al otro lado hay dicha, a veces hay soledad, puede haber más obstáculos o esperanzas en flor, amigos, enemigos,penas o alegrías, pero lo que siempre, siempre, siempre hay, es más camino por recorrer.

martes, 25 de septiembre de 2012

De por qué soy feliz en Boston

Amanece pronto, como a las cinco... pongo un pie detrás de otro para salir de los sueños, los que aún habitan en mi mente perezosos para marcharse, saben a plomo y a mezclas. Ya hace tiempo que mis sueños se componen de aleaciones españoloamericanas, vamos, que lo mismo me encuentro a un Humanense por Cambridge que a uno de Boston por Triana. Es extraño cómo la mente es capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias confiriendo plasticidad a mis conexiones neuronales más tozudas. Es cierto que he conocido mucha gente a lo largo de mi vida, en distintos ámbitos y con historias diversas; pero en Boston se concentra en tiempo y espacio lo que correspondería vivir con mayor laxitud en otro lugar, y así, a semejanza de la edad en los perros, un año en Boston equivale a unos siete en España. Será porque cada vez que salgo, sin excepción, conozco a alguien que me había estado perdiendo hasta ahora. No hablo de los compañeros de principio de curso, ni de los colegas de gimnasio, sino de sentarte en una mesa del Faialense, que viene a ser un bar de polígono tipo BBC pero con comida portuguesa (divina, por cierto), y tener a un lado un italiano y al otro una brasileña, de frente un americano y detrás unos cuantos catalanes. Siempre es una aventura, ¿quién será hoy? Y como la estadística juega favorablemente en este punto cardinal, colocando estratégicamente Harvard, MIT, Boston University y otras cuantas entidades de superlujo intelectual separadas tan sólo por un paseo en bici, las probabilidades de conocer gente interesante se elevan exponencialmente por encima de cualquier predicción. 
He mirado siempre las estrellas, me he sentido pequeña bajo su manto... y sin embargo, nunca me había parado a pensar en la Astrofísica. Aquí ya he conocido al menos a cuatro personas que se dedican a ello. Y me resulta apasionante comerme un bacalhau à brás mientras un astrofísico me habla de la implosión de las estrellas, de agujeros negros, de galaxias... de sustantivos asociados inevitablemente a la ciencia ficción y a la poesía... y sentir que me hago pequeña, diminuta, y siento vértigo de repente, como si la gravedad dejara de hacer efecto sobre mí.
Siempre he pensado que los psicólogos están locos, no una locura de libro con sintomatología expresa, pero sí un poco idos de la olla... Creo que mis sospechas son ciertas, y es que hace falta estar un poco enajenado para poder entender la mente humana. La neurociencia lee un libro echada en el sofá de al lado, tiene una colcha de lunares, lee ondas cerebrales y las interpreta cual partitura, canta locura, toca en el alma, le da la vuelta a la risa... se ha traído a Porter la hermana que nunca tuve, quiere asar gatos.
El mar baila al son de la luna, las mareas son los celos de las olas, muy pegados, que se quieren, que se odian... volantes de un traje flamenco que esconden debajo el submundo. Las esponjas son bonitas, coloridas, extrañamente rasposas... no sabemos gran cosa de ellas, ¿lo habíais pensado? No... yo tampoco, aquí hay gente que sí. Pero párate un momento y asimila cuánto conocemos hoy, de todo... de nada... ya sabemos que la Tierra es redonda, sabemos la estructura del ADN, sabemos que la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa... ¿por qué lo sabemos? obviamente, porque alguien se molestó en averiguarlo. ¿Qué duda cabe entonces que necesitamos saberlo todo, o casi todo, a pesar de que nos parezca que no tiene ninguna relevancia? Por eso cuando me levanto cada mañana, la sonrisa me sabe a poco, por eso cuando pedaleo hacia el laboratorio, ya voy con la música puesta en el vestido, con la vida por montera... Por eso cuando alcanzo un hito, por pequeño que sea, hace que todo merezca la pena. 
De por qué soy feliz en Boston... porque aquí empieza el camino de baldosas amarillas, aquí vivo intensamente porque no existe mañana, y quiero saberlo todo y lo quiero ahora. Porque los amigos son familia, porque la casita de madera que antes estaba vacía, ya hace hogar...
De por qué soy feliz en Boston... ¡qué te voy a contar! Si de veras quieres saberlo me tendrás que visitar ;)

martes, 18 de septiembre de 2012

La criptonita sabe a sobao

Que España desde lejos parece vulnerable, escocida, una muñeca de trapo con la que el mundo juega sólo un rato antes de pasar a algo serio. Que a España todos vienen de visita, por el vino, por las tapas, por los San Fermines, por el clima. . . hasta por su gente, mira tú, que a pesar de estar siempre de escaqueo y durmiendo la siesta parecen muy hospitalarios. Angela veraneaba con sus padres en Mallorca, rosita de sol y playa admiraba el aire templado del Mediterráneo, idílico, un paraíso vacacional. Comenzó a gestar la idea de comprar todas las calles del mismo color y poner algunos hoteles, pero claro, había oído tantas veces comentar la situación nefasta de aquel país. . . La construcción apuntaba hacia arriba con desaire, abocada a una caída libre del todo imparable. Pero todo lo que sube, tiene que bajar. Y al fin... cayó, y dejó sin trabajo a la mitad de los españoles e hipotecados hasta las cejas a la otra mitad. Menos mal que llegó al poder un señor con una capa roja de superhéroe que les iba a sacar a todos de la crisis bubónica sin pasar por la casilla de salida, lo único que tenían que hacer era pagar un pequeño porcentaje de sus rentas al señor feudal y hacer una ofrenda satánica para empeñar el alma. Entonces Angela decidió que era el momento de comprar, de construir hoteles, los ferrocarriles. . . ¡qué inversión! y así luego poder vendérselo al superhéroe a precio de oro. No obstante, éste no iba a ponérselo fácil, primero tendría que engañar a todos los habitantes de esa España cenicienta, habrían de creer que aquello era bueno para su país, de hecho, empezaba a gestar un plan: ¿y si todos fueran unos ignorantes? ¿y si pudiéramos manipular la televisión, los periódicos. . . ¿esto no lo hizo alguien ya? ¿y si les hiciéramos creer que la criptonita sabe a sobao? Es más, como hay demasiados listillos que sacan rápido esos carteles pinchados en un palo, la mejor opción es reducir a los listillos. . . Veamos, si subimos el precio de las multas, el pago del feudo, los servicios sanitarios y todo lo que hasta ahora les había hecho creerse con derechos . . . es más, si privatizamos la educación de forma que sólo los hijos de los señores puedan estudiar. . . ¡voilà! Tendremos lo que queremos. . . ¡¡un rebaño de corderitos mojando criptonita en la leche!! Hay que empezar por echar a la calle a los maestros, que son unos listos, que encima de que ilustran a la plebe, quieren ampliar el gremio. Y luego a los médicos, y sobre todo a los científicos. . . pero ¿qué se habrán creído? todo el día jugueteando con el plantanova y gastándose el dinero público en busca de respuestas a preguntas absurdas. . . no no no, mejor que se vayan a hacer las Américas. Ay Mariano, pero es que el cáncer no entiende de ideologías políticas. . . menos mal que aún podemos comprar una bula papal y que nos la pongan por vía intravenosa.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Vistos para sentencia

Vistos para sentencia, todos, sin excepción, uno a uno como si de un cuentagotas gigante se tratase, vamos cayendo aquí y allá descuidadamente, dejando un rastro minúsculo a nuestro paso. Algo que te coge por sorpresa en Boston cuando menos te lo esperas. . . Justo cuando empezabas a sentirte en casa, cuando por fin habías encontrado tu sitio en el seno de una familia postiza de extranjeros, en ese momento en el que has conseguido vencer a la pereza y apuntarte a todas las reuniones sociales, de repente. . . ¡zas! alguien se marcha. Y esto te pilla de sopetón aun sabiéndolo desde el primer día. La temporalidad formaba parte de la aventura desde el principio, pero escuece cuando se pone puñetera en las formas. Como no sincronizas con nadie tu estancia aquí, todo solapa según va viniendo y entras a formar parte de la vida de los que llevan aquí cinco años como también acoges en tu rutina a los que van llegando con el miedo asomando por los bolsillos. Y aunque las fiestas-despedida se dan con una frecuencia de aproximadamente una cada tres meses, pues no acabas de acostumbrarte.
Alejandro llegó rezumando vida e hiperactividad por los cuatro costados, quemó Boston en dos meses y voló a Dinamarca vía Toronto... a pasar la noche, porque la noche de las fieras se esperaba fría, nada sabía de lo que iba a dejar tras de sí. Fito se fue con un hasta luego, volvió con un hasta pronto y se marchó con un "nos vemos en Madrid". Y aunque sabes que puede que sea cierto, te parece tan lejano que da hasta rabia. Nick que estaba aquí de siempre, ahora se va ¡¡a Colombia!!, dejando el país de las maravillas sin el príncipe de las Converse... claro que Alicia ha lanzado ya la moneda al aire para elegir su próximo destino. . . ¡Ah no! eso ni pensarlo, Leland Paradise no puede quedarse sin patrón. La otra mitad de Leland ya tiene claro el próximo welcome, que será en Canarias, al menos está sólo a un meridiano. Jaclyn salta de este a oeste y se queda en California, a la costa de los ecologistas hippies que beben distancias. Edu se sienta a pensar en el próximo movimiento. Susanna mira hacia arriba esperando ver de qué lado caerá su moneda. . . aún está un poco alta para vaticinar, me da la impaciencia. Y en este devenir de adioses y ¿a dónde ahora? me puede el miedo, me ahoga la vida, y pienso que nunca vamos a dejar de ser temporales. Se mueve el suelo bajo mis pies, la incertidumbre, el no saber qué, quíén ni cuándo, ni mucho menos hasta cuándo. Me da el frío. . . Pero entonces, en la misma fiesta-despedida de Raúl, que dentro de una semana estará comiendo jamón y durmiendo con las persianas bajadas, aparecen dos caras nuevas, asustadas aún, pero conformes, para quedarse, digamos, más allá de mis previsiones. De nuevo saco el pie de la cama y tomo tierra, el mundo sigue girando, pero yo me las he ingeniado para subirme a él. La vida continúa en Boston, aunque todos estamos vistos para sentencia.

viernes, 17 de agosto de 2012

Embriones siderales


La esperanza depositada en la ciencia, como si de un viaje a la luna se tratara. Todos los sueños guardados en una probeta, durante meses que se hacen eternos e imposibles, aguardando, encogiéndose. . . Sueños que se incubaron al calor del amor, producto de muchos años de esperar, de desear, de perseguir el viento allá donde fue a dar la vuelta, al fin del mundo si hace falta.
Los brujos de bata blanca recolectan semillas bajo el microscopio, maceran lo que a duras penas puede pensarse como un futuro ser humano. La noción que el mundo tenía de la creación se tambalea, porque allí, escondidos del trajín de un mundo que se ha hecho demasiado contemporáneo, esos seres bicelulares se empeñan en dividirse, mutiplican su material genético con anhelo, persistentes, creando más y más esperanza con cada puesta de sol. Van cambiando de nombre a medida que ganan posiciones en su viaje sideral, convencidos de llegar a ser embriones algún día. Y mientras, sobreviviendo, en esa sala de espera que se ha convertido en un anexo del hogar, se sonríen, se cogen las manos y aprietan fuerte, fundiendo el amor que emana desde muy adentro, conjurando el tiempo y el deseo que lucha por entrar en erupción. Quieren que querer sea poder, y no desisten, y se juran intenciones con todas sus consecuencias. Y aun sabiendo que el teléfono sonará en malas noticias casi siempre, el compañero sabe tender su mano acerada, recoger del suelo las migajas de un corazón que vuelve a romperse, recomponerlo y volver a levantarse una vez más; porque no pueden fallarles a esos pequeños de la probeta, los que se aferran a la vida a cada instante, sobreviviendo, viviendo, selección natural forzada que les lleva a ser un porcentaje en un papel. La estadística les da miedo, los números son fríos y antojadizos, no entienden de ganas ni de miramientos, golpean al aire sin piedad, dejando un sabor metálico en la garganta. Por eso, un noventa por ciento no les permite barajar nombres, ni patucos rosas o azules, ni si quiera la posibilidad de redondear un vientre plano y angosto. No pueden construir sueños sobre una plataforma flotante, prefieren no jugar a ser felices, por si acaso el teléfono aún se guarda algunos noes. “Podríamos ser uno, dos o tres. . . “ y aunque no quiere que se note, quiere ser plural, podríamos. . . y no sabías, mamá, que querer es poder. Por eso ahora la gonadotropina coriónica nada libre por tus venas, hoy es feria en Carolandia, hoy sabes que ya no estaréis solos nunca más. Hoy un ring vuelca el corazón y trae sonrisas, esperanzas, nuevos motivos y muchas ganas de vivir. Hoy la ciencia os ha dado eso que tanto os merecíais, vuestra suma en positivo. Porque el amor es capaz de alcanzar cotas imposibles, hasta los sueños.

miércoles, 15 de agosto de 2012

De vuelta en Boston

Boston abre sus brazos para recibirme, perlados de un agua salada que no es marismeña, envueltos en una humedad insoportable que reta en duelo a mi flequillo. . . ¡ya estoy en casa! Los primeros días no cuestan por aquello del jet lag, apenas sale el sol, mi bioritmo español me saca de la cama a trompicones, camino hacia el laboratorio aún espesa por el destiempo. . . esto no lo arregla un café americano. Me pongo la bata y automáticamente mis vacaciones en España han pasado a la historia. Vuelta a la rutina de doce horas currando, arriba y abajo, corre que te corre. . . ¿España? eso fue hace ya mucho tiempo, ¿no? Menos mal que aún me queda el bronceado que le robé al sol a base de paseos por la playa. No sé si echo de menos la playa, en el fondo es mejor idealizar todas estas cosas para que tengan más sabor el verano que viene. . . Bueno, esto es una trola bastante gorda, pero tengo que consolarme de algún modo, aún queda mucho para volver.
Sin embargo, mi familia de Boston también sigue aquí, nos vemos en el Back Bar y recuperamos un poquito de nuestro tiempo juntos, nos ponemos al día, nos reímos. . . Además esta vez me traje un cachito de Madrid en la maleta, Covi hace que la reincorporación sea gradual, y poquito a poco voy dejando atrás España y llenándome de América. Vuelvo a ver por primera vez todas estas americanadas con los ojos de un español primerizo: los parquímetros, los periódicos que nadie roba, el super y sus pasillos interminables de productos chachis, el autobús escolar de Otto. . . y recupero la noción de lo que significa estar en Boston. Privilegio del momento en que vivimos, contar con un futuro que se alarga un día o dos. Me reconforta.

Sólo tardo dos días en volver a verlos, la verdad es que les había echado de menos. Me reciben casi con la misma alegría que la pobre Loli, que ha sufrido una ansiedad terrible que la ha llevado al engorde forzado y a experimentar pérdidas de orina. Desde que llegué me ha perseguido por toda la casa, por no hablar de las noches que me da en plan portal de Belén, pegada a mí como el buey al niño. No sé si podré compensar tanto abandono. Sin embargo no me pide explicaciones, asume que es lo que hay y disfruta del presente, lo mismo ellos. Tampoco preguntan, se acercan y piden caricias extra por las que se han perdido, pero ni un ápice de rencor en sus miradas, qué distintas las personas. Aunque el husky parece cansado, el glaciar de sus ojos ha adquirido el matiz del tiempo, infinito. Los dos son suaves como seda desenredada, el tacto me devuelve ese sentimiento familiar de la rutina, he vuelto a casa.

domingo, 5 de agosto de 2012

Hasta luego, Madrid

Madrid se perfila a lo lejos y queda triste, esta noche ha llovido tímidamente, el olor a tierra mojada me ha devuelto muchos recuerdos de años pasados, memorias impresas en papel mojado. Agosto es un mes bonito en Madrid, los coches ausentes, el metro vacío, las terrazas llenas de guiris, hasta los parquímetros se relajan . . . Madrid es una siesta plácida del ajetreo, detenido por unos días para coger fuerzas, el año es demasiado largo. . . Eso pienso yo ahora que vuelvo a Boston. Las playas del Mediterráneo aún tiernas en mis tobillos, la arena blanca, infinita, presa en muchas de mis prendas. Retengo el sonido del mar, ¡es sólo mío! las olas tatuadas en la orilla. . .  Quiero volver, quiero que España funcione y no tengamos que irnos más, quiero despertarme cada día en el mismo huso horario que mi gente, no quiero ser emigrante otra vez. He aquí mi sino, sé que este sentimiento pasará cuando ponga un pie en Boston, cuando empiece de nuevo la rutina que se ha pausado en mi otra vida.
Además, las vacaciones han sido intensas. Los moros y los cristianos me acogieron por unos días en sus filás, como si fuera una hija más de la tierra. Me hago pasar por española. Primero mis padres, a golpe de carretera, poquito a poco, para que duela menos. Mar y Paula me abrazan desde Ibiza, demasiado lejos, pero lo noto aquí mismo, alrededor de mi cintura, quema en la piel.  La primera de mis Vanes se marcha dejándome un sabor agridulce, demasiado breve, pero taaaan intenso, (te echaré tanto de menos que las manos se me duermen ...) la segunda Vane recarga mi corazón de latidos, por si acaso, para estos días en que la añoranza quiere sentarse a mi mesa. Van quedando en el camino hasta la próxima, los puñados de palabras en el aire. Lauri siempre tan delicada, mi niña de azúcar, que es tan dulce que podría causar diabetes a distancia, cuánto amor. El destino pone más gente en el camino, para que sea más duro aún, o más dulce, según se mire, porque aún siento en la mejilla el megabeso de Enzo, tan presente como que no habrá otro hasta dentro de mucho tiempo, qué duro es estar lejos de los niños. Víctor me mira con sus ojos enormes, llenos de anhelo y de orgullo, tanto que da vértigo asomarse a ellos. . . me agarro a Luli, sujetándome a todo lo que tengo aquí, que es tanto. . . Ángel espera impaciente, cansado, el largo viaje y el inminente madrugón no apagan su sonrisa, me la regala, me la llevo a Boston. 
Aún me queda el gitano por un ratito, pronto el dolor será desgarrador, pero temporal, voy a vivir deprisa y que pase ya, que la perífrasis "echar de menos" me sabe a poco, lo que yo voy a sufrir es la falta de oxígeno, de energía, ¡la impaciencia!

Y sin más, Boston se acerca y Madrid se aleja, hasta luego, hasta pronto. . .

domingo, 8 de julio de 2012

Bostoneros viajeros

Lo bueno de vivir en Boston es que muchos lugares interesantes quedan a tiro de piedra. Cuando vivía en Madrid tenía Toledo al final de la A-42, Segovia a dos horas escasas, Chinchón a un paseíto. . . y un montón de lugares interesantes que se apartan radialmente de Madrid a una hora de coche por su ubicación privilegiada en el epicentro de nuestra piel de toro. Sevilla, bien mirado, no está tan lejos cuando uno hace y deshace el camino cada fin de semana.
Boston se sitúa en la costa este de los Estados Unidos, en la misma latitud que España y muy cerca de Canadá. Esto nos deja a unos 300 km al norte de la Gran Manzana y a 750 km al este de las maravillosas Cataratas del Niágara. Así pues, la primera excursión interestatal de esta madrileña en USA, aprovechando mi primera visita, fue un viajecito alucinante a las Niagara Falls. Por el lado de Nueva York, eso sí, que es el menos explotado, ya que en el lado canadiense han construido casinos, hoteles y hasta un parque de atracciones. 
Al llegar, la magnanimidad de tanta agua cayendo al vacío es sobrecogedora. Una fuente de energía inagotable, una obra de arte natural que te pone los pelos de punta y hace que te sientas minúsculo, diminuto, absolutamente prescindible. Los americanos envidian a los canadienses porque, desde este lado, su cascada en herradura sólo puede verse de perfil o desde abajo a bordo del Maid of the Mist, desde donde tomé esta espectacular instantánea de un agua que nunca más volverá a estar en ese lugar exacto. Es dinámica absoluta, movimiento, siempre lo mismo y a la vez distinto. Por no hablar de los múltiples arco-iris que se forman por efecto de las gotas de agua que escapan pulverizadas a encontrarse con los rayos del sol. Apenas puedo describir tanta belleza, sólo puedo recomendar hacer este viaje, como una Meca hidráulica que habéis de visitar al menos una vez en la vida.


Otro viaje imprescindible, aunque muy diferente, es la ciudad de Nueva York.  Los chinos te llevan en bus desde Boston a NYC por el módico precio de 15 dólares. Autobuses que salen cada media hora como si de "la pava de Fuenla" se tratara, y te llevan a toda prisa hacia una ciudad que no se parece a nada de lo que hayáis podido encontrar en Europa. Los americanos lo hacen todo a lo grande, pero en Nueva York se han pasado tres pueblos, han ido un poco más allá, agigantando edificios, parques, tiendas. . . la M&M store ¡¡tiene tres plantas!!, que uno podría pensar que los lacasitos americanos no pueden dar para tanto. . . Ja! tienen hasta ediciones limitadas. Desde luego, Mecano no tenía razón, hay muuuucha marcha en Nueva York. El Empire State, Central Park, Wall Street, Times Square. . . y al final de Manhattan en la pequeña Liberty Island, observando la zona cero con gesto serio, se encuentra ella, la Estatua de la Libertad, con sus enormes sandalias y su antorcha siempre alzada hacia el cielo, recibiendo a todos los extranjeros que nos acercamos tímidamente desde el mar, para observar su grandeza, para aprender un poquito más sobre la cultura americana. Así, esta vez he aprendido que la estatua fue un regalo de los franceses, que por dentro está hueca a excepción de un montón de escalones, y que se situó ahí como tributo a la libertad. En realidad es un símbolo de libertad para los inmigrantes, que arrivados a tierra en esta orilla del mundo tras un largo viaje desde Europa, sentían haber llegado a casa, a América, la tierra de las oportunidades. . . Será por eso que a sus pies yo también me sentí segura, mientras el mundo se tambalea, América aún cree en las oportunidades.
Bostoneros viajeros, próximo destino: MADRID.

jueves, 5 de julio de 2012

Independence Day


El 4 de julio de 1776, los Estados Unidos de América se independizaron del Reino de Gran Bretaña... el 4 de julio es, desde entonces, uno de los días más importantes del año para los americanos. La víspera del gran día todo son nervios, colas interminables para recoger la pulserita que nos permitirá, de forma gratuita, asistir al concierto y al "recinto ferial" situado en una gran explanada cerca del río, que no es exactamente como las ferias españolas, pero que tampoco tiene nada que envidiarle. Los farolillos son, en este caso, sustituidos por estrellas plateadas y guirnaldas rojas y azules... Los colores de la bandera tiñen América y a los americanos, que llevan bombines, camisetas, gorras, zapatillas, y todo aquello potencialmente customizable que podáis imaginar (sí, lo de la foto es una virgen...).
Después de días de calor bochornoso, Boston amaneció hoy nublado y bajo amenaza de tormenta. Los contratiempos meteorológicos, sin embargo, no han desalentado a los bostonianos que, sillita plegable y manta a cuestas, se colocan a orillas del Charles River desde muy temprano. La tradición manda hacer un picnic familiar o entre amigos, barbacoas, puestos de perritos calientes,  juegos de mesa, pelotas de rugby... al más puro estilo Santa Juana. Eso sí, no he visto ni una sola gota de alcohol en el camino.También hay una regata, ya que el corazón de la fiesta se baña en el río, y desde allí, decenas de barcos salen a navegar engalanados con sus banderitas. En el MIT organizan la suya propia, y también su propia fiesta. Su ubicación privilegiada les sitúa en el centro neurálgico del evento, vamos, lo que viene siendo en todo el meollo. Durante toda la tarde, las nubes nos vigilaban desde arriba, inquietas, petulantes, como riéndose para sus adentros. La música se retransmite por altavoces aquí y allá para llegar a todos aquellos que quedan fuera del recinto, que no puede acoger a tanta gente como hay repartida a ambos lados del río. De repente, suena el himno que tan bien reconocemos por las películas, y casi me da un pasmo cuando veo levantarse, uno a uno, a tooooodos los que están sentados en el césped, jugando al balón o haciendo cualquier otra cosa, y se colocan la mano en el pecho de forma solemne. El silencio se apodera de nosotros y sólo se oye el himno. Resulta impresionante vivir algo así, somos los únicos que aún seguimos con el culo pegado a la hierba.
Poquito a poco se va acercando el momento más esperado del día, ¡¡los Fuegos Artificiales!!. Anuncian por megafonía que, debido a la inminente tormenta, los van a retrasar 20  minutos. Sin embargo, la lluvia no llega y al final, después de un montón de horas de espera, los fuegos empiezan. Y claro, en el mismo instante en que el primer cohete prende su mecha, la primera gota de lluvia se desprende del cielo. Y así, a medida que van subiendo y llenando el cielo de colores, empieza a caer agua como si se fuera a acabar el mundo. A todo esto, los americanos jalean, empapados hasta los huesos, cantando: "somos Americanos, viva América!! iuesei iuesei!!! Al cabo de unos cinco minutos, la lluvia amaina un poco, aunque por supuesto no deja de llover completamente hasta que los fuegos han terminado. Sin embargo, ha merecido la pena sólo por vivir el patriotismo en estado puro que consigue ponerte los pelos de punta aun siendo extranjero.

jueves, 21 de junio de 2012

¡¡Mi primera visita!!

Esperan con las manos inquietas, se abanican, charlan distraídamente entre ellos. Los leds van cambiando lentamente en el panel, demasiado lentos, fotogramas de segundos. Algunos ya han llegado, tomando tierra. . . las puertas automáticas no paran de abrirse y cerrarse. Salen cargados de maletas, buscan con la mirada entre la gente, sonríen con las pupilas dilatadas, han encontrado su objetivo. Abrazos, lágrimas, risas, carcajadas. . . El aeropuerto es un lugar mágico donde unas vidas empiezan y otras acaban. "Llegadas", futuro, posibilidades, regreso, alegría. . . Sonrío sin querer, una pareja se abraza infinitamente, muy prieto, como si no quisieran volver a dejarse ir nunca más. Se funden en uno solo, la gente aplaude. . . esto no deja de ser América. El tiempo se ha parado para ellos, yo aún sigo esperando, ansiosa, inquieta, paseo de un lado a otro. Y por fin, en ese abatir incansable de puertas automáticas, Amanda se materializa con la carita cansada. Han pasado ocho largos meses, el tiempo se estira o se encoge dependiendo de la perspectiva con la que lo mires. Desde Boston, el tiempo no ha pasado, ha sido un suspiro, una rutina que ha surgido sin pensar, como si hubiera estado ahí siempre. Desde Madrid, ha sido más de medio año, con todas sus semanas, días, minutos y segundos. Últimamente ya empiezo a notar el tiempo en forma de distancia, de añoranza. Cada día menciono a mi madre unas cincuenta veces, y a mis amigas, y a mis hermanos, a mi padre. . . Su ausencia, o la mía, según se mire, se va acrecentando de forma exponencial a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, esta extraña propiedad que tiene el tiempo para convertirse en mucho o poco, depende de los recuerdos a los que estás recurriendo. El verano fue ayer, pero en realidad fue hace un año. . . Justo hoy ha llegado el verano, las hogueras de San Juan están en ciernes. . . será por eso que en Boston se ha establecido una especie de infierno húmedo y donde antes (hace dos días) había 11 grados, hoy hay casi 40. Amanda y Luis se han traído el sol de España, y el calor, y espero que lo dejen aquí por mucho tiempo. La primera visita, ¡qué emoción!, al principio estaba tan nerviosa que no daba pie con bola. Pero la confianza no se pierde con el tiempo y la distancia, los lazos que son verdaderos, son también irrevocables. Así que a pesar del jet lag y de la necesidad inminente de dormir tras 24 horas en pie, tuvimos que ponernos al día, hablar durante horas, reír, recordar, comentar. . . y lo que nos queda. 

En una intersección de lugar, me encuentro con mis amigos españoles hechos en España y los que he hecho aquí en Boston. Catalanes, italianos, alicantinos y madrileños acampando en temperaturas extremas en la primera noche veraniega de Boston. Se establece una conexión esotérica, hablamos, reímos, arreglamos el mundo, cenamos Tikka Masala para que el ardor de boca nos haga olvidar el calor insoportable. Los mapaches también adoran la comida hindú, se acercan como gatos gigantes por encima de la valla. El back yard de Susanna es un zoológico; zarigüellas, ratas, mapaches y lo que oímos pero no vemos. . . que no quiero ni pensarlo. Pero es tan genial tener un pedacito de España, de mi España, en Boston. . . Todo converge, como el tiempo y la distancia, como los viejos amigos y los nuevos. . . poquito a poco, en una evolución constante hacia otra vida, que a la vez es la misma vida, pero en distinto lugar. 

Se despiden con las manos temblorosas, los ojos templados de lágrimas por derramar, los labios cargados de promesas, la esperanza de volver, de regresar, los paneles anuncian las últimas llamadas, los rezagados que tardan en desatarse los zapatos, los abrazos infinitos de quien espera volver a verse pronto. . . "Salidas", ese otro lugar del aeropuerto donde unas vidas acaban y otras empiezan.

sábado, 16 de junio de 2012

Comisiones y aceptación

Actitud de una persona americana ante el cobro de una comisión: fase de interrogación, fase de entendimiento, fase de aceptación... Actitud de un español ante la misma situación: fase de cabreo/gritos, llamada a la compañía para continuar los gritos/insultos contra el currito correspondiente, pérdida total de papeles, fase de reclamación, fase de no respuesta, fase de aceptación...
Al otro lado del rin, la actitud de la compañía española comisionante: fase de contratación de ganado para aguantar insultos al teléfono, cobro de la comisión, fase recepción de hojas de reclamaciones, fase de reciclado de dichas hojas, fase de prescripción... Actitud de una compañía americana comisionante: fase de contratación de personal hiperamable rayando en lo empalagoso, cobro de la comisión, fase de recepción de reclamaciones por parte de usuarios españoles, fase de arrepentimiento, fase de devolución de la comisión más un plus por las molestias causadas, fase de adquisición de un nuevo cliente fiel.

En América aceptan civilizadamente todo tipo de comisiones, pérdidas, pagos o reclamaciones como si hubieran sido educados para ello. Los bancos cobran comisiones por casi todo; si no fuera porque soy española, les habría regalado ya más de 100 dólares porque sí. Sin embargo, no tienes más que acercarte al banco, argumentar tu desacuerdo, y voilà, te devuelven lo que te han cobrado ipso facto. Lo mismo ocurre en tiendas, compras por internet, supermercados y cualquier establecimiento público. Cabe pensar que son un país rico y por eso le dan menos importancia a ciertas cosas. Sin embargo, la mayoría de los americanos están hipotecados de por vida desde que salen de casa de sus padres, que suele ser a la tierna edad de 18 años. El coste de la universidad viene a ser unas diez veces superior al de una carrera en España. Eso que vemos en las películas de padres ahorrando para la universidad de sus hijos desde el mismo día en que nacen, no es producto de la ficción, es terriblemente real. Estudiar en Harvard cuesta la friolera de unos 50000 dólares al año... eso sin contar que la mayoría de los estudiantes vienen de otros estados y han de buscarse la vida fuera del arrullo familiar antes de tener claro lo que quieren ser en la vida. Su suerte consiste en pedir un préstamo para pagarse los estudios que irán devolviendo a plazos durante media vida. Y  así, uno de mis compañeros de laboratorio, con casi 40 años, una esposa médico, una tesis y una carrera brillante, aun las sigue pasando putas para llegar a fin de mes porque siguen pagando la suerte de haber podido estudiar lo que les gustaba.
En España la mayor parte de la población puede permitirse estudiar, sin embargo, no todo el mundo lo hace. En los últimos años, la mentalidad ha ido cambiando y poquito a poco, nos hemos ido convirtiendo en un país un poco más culto. Eso sí, la mayoría de la gente que estudia una carrera, y yo me incluyo entre ellos, viven con sus padres hasta los veinticinco años o más. A veces por comodidad y otras por necesidad. Cuando al fin superas la etapa de estudiante y te enfrentas a la realidad, te das cuenta de que para trabajar necesitas tener experiencia. ¿Y de dónde sacas la experiencia si acabas de salir de la facultad? Pues muy fácil, la adquieres trabajando gratis o como becario. Y aunque eso no te garantiza que vayas a tener un trabajo, tu ilusión es tan insólita que lo aceptas como si fuera el puesto de tu vida. Cuando te paras a mirar atrás, llevas años trabajando en condiciones precarias, realizando tareas para las que estás, muchas veces, más cualificado que tu propio jefe, pero como lo tuyo es vocación y sabes que es lo que toca, pues lo aceptas, y punto. ¿Por qué no seremos tan gallitos para pedir lo que nos corresponde a nivel laboral como para reclamar 5 euros de más a la compañía telefónica? Pues muy fácil, porque desde pequeños, lo que hemos aprendido es que somos unos afortunados, que hemos tenido la suerte de estudiar cuando nuestros padres a los diez años ya estaban hartos de trabajar. Encima trabajamos en lo que nos gusta... sí, yo una vez tuve que escuchar que si no tenía bastante con trabajar en lo que me gustaba que encima quería cobrar... Bueno, a lo mejor es que los licenciados están genéticamente preparados para vivir del aire, por no hablar de los doctores. Menos mal que España tiene una cosa genial que son las becas de doctorado, que hasta hace poco no te permitían cotizar, con lo que te plantabas con 28 años sin un número de la seguridad social, y tampoco te dejaban paro al terminar. Ahora al menos cotizas los dos últimos años y eso te da la friolera de 8 meses de paro al final del túnel. Después, lees la tesis y llega la etapa de las otras becas, las postdoctorales… con estas ya cotizas, ¿Qué más quieres? ¡no te creerás también con derecho a un trabajo digno! Pues nada, lo que tienes que hacer es, después de haber tenido la suerte de poder estudiar una carrera prácticamente pagada por el estado, después de haber ganado conocimientos y experiencia equivalentes al doble de años trabajados, puesto que tus jornadas laborales fueron de 12 horas, después de haber aprendido a amarrarte los machos para correr por encima de los charcos sin salpicarte… tienes que emigrar, y regalarle a América, ese país al que llaman el de las oportunidades, todo lo que España te ha dado a ti. Sin olvidar que muchos de los que están aquí, siguen cobrando un sueldo español mientras producen para otro país. Eso sí, lo hacemos con mucho gusto porque en España lo que sobran, al parecer, son jóvenes preparados, si no, échenle un ojo a la cola del paro o pregúntele a la secretaria de Estado que se lució en Nature.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Peluquerías

Córteme la melenita, me dijo mi mamaíta... y cantando el tico tico, le cortaron hasta el pico. Que parece que te han pelaoooo los borricos a bocaaaos. (¡¡Qué grande Gloria!!!) Allá donde las cabezas salen esquiladas, donde termina el día para muchos mechones rubios, allá donde los colores se salen del círculo cromático, donde las capas son para envolver lo que no puede adornarse... pongamos que hablo de una peluquería americana. Puede parecer superficial, un estereotipo mal defendido, una exageración de los europeos que presumimos de clase y estilo dudoso a veces... Pero no, los americanos pasan de su pelo bastante más que de su peso. Y punto. Hay cabezas como escarolas, albinez elevada a la enésima potencia, hay melenas de colores imposibles... Pero pocas, muy pocas, bien cortadas o peinadas. Esto no debería suponer un problema si no fuera porque el flequillo me viene creciendo más o menos un centímetro al mes. Lo mismo que el resto de la cabeza, también es verdad, sólo que la coletilla no impide la visión. Por eso, me he visto obligada a hacerme con unas tijeras semiprofesionales, fashion y pico, que me permiten la autoablación en un intento vano por alcanzar la perfección de Celeste, que sin escuadra ni cartabón es capaz de ponértelo exactamente paralelo al suelo.
Por otro lado, hay muchíiiisimos salones de manicura, pueden pintarte flores, un jardín japonés, el alfabeto egipcio y hasta el Quijote si se ponen. Es un arte poco reconocido, pero un arte al fin y al cabo. Todas llevan unas uñas de longitudes vergonzosas y acabados cuasimísticos. Eso sí, ni hablar del peluquín...
Algunas peluquerías tienen un pase, la mayoría son latinas o afroamericanas (para las cabezas ídem, claro), en muchas de ellas hasta hablan español... y todas, todas, son insultantemente caras.
Idefix salió de buena mañana, el sol brillaba como ya se ha hecho costumbre en las últimas semanas, un calor pegajoso y agobiante lo había invitado a deshacerse del jerseicito rojo hace ya tiempo. No obstante, nada es suficiente cuando 30 grados Celsius se alían con una humedad relativa de más del 70%. El pobre no podía conciliar el sueño con tanto abrigo. Así que decidió ir a la pelu... partió dejando atrás a su amigo el Husky, que lo miraba poco convencido y barruntando la catástrofe.
 




 

A la vuelta, apenas podía enfrentarse a las críticas, tenía un poco de frío en el cogote, allá donde antes colgaban unas sedosas lanitas blancas... Pero lo bueno del pelo, es que crece. y como dice el refrán "vaya yo caliente...". Pues eso, que quizás deberíamos aprender un poco de los americanos y dejar de darle tanta importancia a la corteza, profundizar un poco más en lo que hay debajo del pelo. Y sobre todo, conseguir que nos importe muy poco o más bien nada la opinión que los demás puedan tener sobre nuestro aspecto. Si te afectan los comentarios y las opiniones de los demás, vas listo, porque todo el mundo tiene siempre algo que decir, sobre todo cuando menos lo necesitas. En América todos saben que L'essentiel est invisible pour les yeux.

lunes, 21 de mayo de 2012

La temporalidad

¿Qué se necesita para que una casa deje de ser sólo una casa y se convierta en un hogar?
Temporalidad, una palabra que resulta abrumadora cuando se mira de cerca. ¿Qué se considera temporal? ¿Cuándo algo deja de ser temporal para convertirse en indefinido? Si hablamos de contratos laborales, la cosa está clara... nunca, uno siempre es temporal, sobre todo si la rama que ha elegido es la de la investigación. Para los ajenos al mundillo, la investigación funciona por proyectos que concede el ministerio, alguna entidad pública, hospital, fundación, etc. El investigador pide un proyecto con un presupuesto asociado y una duración estimada que suele oscilar entre uno y cuatro años. Si resulta que se lo conceden, esto se traduce en que al final de dicho periodo, el becario de turno tiene que empaquetar sus ilusiones y buscar un nuevo camino. Y así, los investigadores españoles nos convertimos en nómadas que aprenden a prescindir de muchas cosas excepto de las ganas de avanzar.
Llegas a un sitio nuevo, nuevas caras, una ciudad diferente, otro sistema de trabajo, un nuevo principio. Buscas una casa compartida o no, según las circunstancias, y tratas de hacerla tuya porque de lo contrario, tu condición de nómada te erradica del padrón de cada ciudad que te ve marchar. Al principio piensas que da igual, que como es temporal, no merece la pena esforzarse mucho en decoración, muebles, cortinas... todas esas cosas que le restan blanco a la pared. Sin embargo, cuando llegas cada día a una casa inmaculada, ausente sofá, te sientas en la única silla que tienes y miras alrededor, el vacío te absorbe. Entonces decides que tienes que colgar unas fotos de los amigos, de la familia... convertirlo en algo tuyo. Esto ya no te ocurre la segunda vez que llegas a una nueva casa, porque entonces ya vas preparado con unas cuantas fotos, tarjetas, dedicatorias, y pequeños tesoros que pueden colocarse descuidadamente en cualquier parte. Pero cuando la temporalidad empieza a estirajarse, el hueco de pared que asoma entre las fotos se hace cada vez más presente. Pasas de no querer comprar nada por no tener que cargar luego con ello, a comprender que el luego no ha llegado todavía. Comienzas a acumular cosas que no tienes dónde guardar porque no hay cajones. Y decides que es el momento de hacer un pacto con la temporalidad y cubrir los vacíos silenciosos. Para este propósito, los suecos han inventado la octava maravilla del mundo, y digo del mundo porque Ikea está por todas partes, y sí, en todas partes es lo mismo. Muebles que han llegado a un acuerdo con la vida itinerante y los espacios reducidos, que pueden montarse y desmontarse con tanta facilidad que hasta yo puedo hacerlo. Materiales ligeros y baratos que le dan tregua a tu bolsillo para montar un hogar allá donde vayas, aunque el núcleo del calor provenga de una lámpara de papel. Además, la ventaja de que en todas partes las cosas sean exactamente iguales es que puedes recrear tu casa una y otra vez, con diferentes efectos, fusión de temporalidades, y desde luego, haciendo que el lugar donde vives sea de verdad un hogar y no sólo un techo bajo el que pasas la noche. En Boston, cuando tu estancia llega a su fin, puedes poner un back yard o un email en la lista de Iberia y vender todas tus pertenencias para los que llegan en ese momento. Y mientras, tú, llegarás a otra ciudad, caras nuevas, un sitio distinto, una casa diferente... y vuelta a empezar. Construir un hogar es siempre una ilusión, y así ha de ser, porque si no, estaríamos perdidos, ¿quién puede guardar toda su vida en una maleta?

sábado, 5 de mayo de 2012

Felicidades mama

¿Qué quiero ser de mayor? Pues yo de mayor quiero ser como tú, quiero ser capaz de subirme a la vida cada día sin miedo, quiero saber administrar mi tiempo para poder ser todo de todos, y al cien por cien. De mayor quiero tener la capacidad de mantenerme firme ante la adversidad, de querer sin límites, de entregar sin límites, de superarme cada día sin ni si quiera proponérmelo. Quiero tener un doctorado en la escuela de la vida, como ese que tú y yo sabemos que tienes...
A veces me gustaría poder parar el tiempo, transportarme de puntillas hasta sentarme a tu lado y verte dormir, como aquellas veces en que el dolor de oídos me sorprendía en plena noche... Y tu mano, mi calor, mi vigilia, tu vigilia... un devenir infinito de amor henchido en paciencia. Tantas curas malagradecidas en la ignorancia de la juventud, que con la edad te van enseñando tu propia historia como una viñeta. Y así, ahora, a veces me sorprendo parafraseándote como si fueras un diccionario enciclopédico... chascarrillos que componen un lenguaje que también mis hermanos conocen, y mi padre, ese oasis que se ha quedado para siempre en la plaza del azulejo, en esa parcela tan grande que reservo en mi corazón para vosotros. Si puedo hacerme a mí misma, entonces quiero hacerme fiel a mis principios, como tú me has enseñado. Gracias por haberme dado siempre la oportunidad de elegir, gracias por haberme enseñado a apreciar la vida y a no conformarme, gracias por haberme sostenido todas aquellas veces que mis fuerzas flaqueaban, sobre todo estas veces que ya he sido un poco mayor para reconocerlo. Gracias por haber forjado mi trampolín de los sueños, por haberme dado la seguridad que me ha abierto tantas puertas y que me ha dado fuerzas para no desistir ante aquellas que se cerraban. Gracias por escucharme, a veces incuso sin entender, como cuando fuiste mi primera oyente de una charla en inglés, o cuando te tragaste los ensayos de mis tesis con cara de entusiasmo ¡y hasta me hacias preguntas! (eso sí, mientras te pintabas las uñas...). Eres un gran modelo de mujer, aquella en la que me fijé cuando aún no tenía ni idea de lo que quería ser. Y hoy sé que quiero ser la causa de tu orgullo, de tu sonrisa... quiero devolverte a plazos todo lo que te debo, pues al fin y al cabo, te debo lo que soy. Soy consciente de que cada gota de tu frente ha contribuido a colmar el vaso de mi éxito, y te aseguro que jamás voy a olvidar quién soy, porque estoy tan orgullosa de mi linaje que no podría entender el mundo de otro modo.
Y aunque hoy te parezca que estoy demasiado lejos, en realidad estoy aquí mismo, porque compones una parte tan esencial de mí que no puedo dar un paso sin que formes parte de él. Y aunque me gustaría abrazarte con la fuerza que dan cuatro meses ya sin vernos, pues guardaré esta energía para la próxima vez.
No porque hoy sea tu día, me consta que se basa en razones comerciales y lucrativas, pero qué buena excusa para decirte lo que te quiero.

Felicidades mama (sin acento en la última a, porque así es mucho más nuestro).



lunes, 30 de abril de 2012

Vivir en el futuro

La tecnología avanza a pasos de gigante. De un día para otro, los ordenadores se quedan obsoletos, los reproductores de música reducen su tamaño hasta la mínima expresión... por no hablar de los teléfonos móviles, cuyos saltos generacionales dejan al abuelo en el olvido en cuestión de meses. Si a esta evolución que ya es vertiginosa en sí misma, se le suma, además, vivir en territorios donde la primera potencia mundial siempre es pionera en nuevos gadgets, ultimísimas versiones y tecnología i-loquesea que no importa el apellido que lleve porque habrá de venderse como churros por el simple hecho de logarse bajo una manzana mordida, el resultado es una fiebre domótica de electroduendes que caminan por la calle parapetados bajo sus headphones, caminando en una extraña danza al son de la música que sólo ellos escuchan, conectados a cualquier suerte de pantalla táctil y conexión chupibanda, que les teletransporta a otra dimensión donde sólo sus congéneres pueden alcanzarles o ponerse en contacto con ellos, a través de un wasapp, mensaje de texto o chat de turno.

En USA la imaginación nunca duerme, y es aquí donde el futuro abre sus puertas en forma de avance a tropel para presentarnos el movimiento en conexiones inmejorables. Así como en Sevilla teníamos la maravillosa Sevici, que permitía recorrer la ciudad en estos caballos de plomo imposibles de levantar del suelo, en Boston existe el Zipcar. Viene a ser un servicio de alquiler de coches (coches de todo tipo, eso sí, lo mismo un turismo que una pick-up auténtica de película) en el que te das de alta por un módico precio anual, tengo que decir que más barato aún que el Sevici, y recibes en casa la tarjeta que te transportará en modo automático a cualquier sitio donde el GPS te pueda llevar. Entras en la web, reservas un coche en el área Zipcar más cercana a tu casa, estimas el tiempo que tardarás en devolverlo y voilà, cuando llegas a la hora H al punto P, tu coche te espera limpio y reluciente. Puedes abrirlo con tu tarjeta de socio y, por si esto fuera poco, también desde el teléfono móvil. Encima del parasol puedes encontrar la tarjeta para echar gasolina, que no es más que una tarjeta de crédito que usarás en caso de que el coche tenga menos de un cuarto de depósito, que es lo mínimo que has de dejar cuando te marchas. El precio del zipcar puede ser por horas o por todo el día, incluye el seguro y la gasolina, y la adrenalina que produces cuando te encaramas a uno de estos monstruos y sales a una carretera de seis carriles tan ancha como el Guadalquivir. Y se me ocurre preguntarme qué tal funcionaría el sistema Zipcar en España... para autoresponderme que, probablemente, la flota se vería drásticamente afectada por los casos de alunizaje, botelloning, carreras ilegales y otros méritos, por no mencionar los recambios gratuitos para coches del mismo modelo a los que se les han desgastado los neumáticos, estropeado la radio, la batería, el radiador y hasta los asientos si están un poco más limpios, cosa que sería impensable, por otro lado. La mentalidad americana no es la del pillaje ni la del aprovechamiento. Al contrario, me sorprende lo limpios y nuevos que están estos coches, lo bien que funcionan, no hacen ni un ruido raro, ni les falta un detalle, hasta llevan un cablecito para conectarlo al móvil y escuchar tu propia música durante el trayecto. Pero lo que más me sorprendió fue comprobar que el usuario anterior había dejado el depósito lleno, cuando la ley no obliga a más de un cuarto del mismo...
Y esto, que puede parecer lejano, ajeno, imposible o inventado, no es más que una pequeña muestra de lo que significa vivir en el futuro. Eso sí, la mentalidad social no avanza tan deprisa como la electricidad vestida en cobre, y aún les sigue pareciendo normal tener que pagar 200 dólares por asistir a urgencias incluso teniendo seguro médico. Pero eso ya os lo cuento otro día ;)

jueves, 12 de abril de 2012

La "españolidad"

Es un hecho que nada más traspasar las fronteras de nuestra piel de toro, a todos nos invade de repente la "españolidad", un fenómeno que te arraiga de forma inexorable a la madre patria y que produce una serie de conexiones neuronales que hacen que sientas un calor distinto en las venas... La sangre bombea al son del fandango, y de repente, hasta el más macarra descubre una vocación flamenca escondida que aflora desde su estado de latencia para poseer tus cuerdas vocales en la ducha, o tus pies mientras pipeteas... y que te obliga a escuchar a los habituales de radiolé mientras improvisas un cajón en la mesa de trabajo. ¿A qué se debe este extraño fenómeno? Existen diversas hipótesis, pero la más aceptada es aquella que nos sitúa a la suficiente distancia como para temer por la pérdida de nuestras raíces. Y así, de repente, ser español supone un orgullo, aun con todo lo que tenemos en España, que da para escribir una enciclopedia de despropósitos. 
 
La suerte ha traído a Paco de Lucía a la Opera House de Boston, donde, por supuesto, no podíamos faltar el Spanish team dando aliento a nuestro compatriota. Supongo que si no hubiera estado aquí, probablemente nunca habría ido a un concierto suyo. Sin embargo, el deleite que sentí al envolverme en ese arrullo de notas, apenas puede compararse a otros conciertos a los que he asistido en España. ¿Cómo se le puede arrancar luz a una guitarra? Bailan los dedos sobre las cuerdas, hábiles, incansables, en bajo vuelo, ávidos de regalar calma al público que escucha complacido. Sólo puedo concentrarme en la melodía, en el calor que me llega desde una guitarra que apenas puede contenerlo. La magia se extiende por encima de las cabezas, entre los asientos, puedo notarla bajo las plantas de mis pies... esto debe de ser lo que llaman el "duende", que ha venido a Boston a enseñarnos tímidamente la antesala del Olimpo. Lerele en ristre, la voz rasgada del Duquende se bate en duelo con la de David de Jacoba, tan gitano como Camarón, y casi tan grande como él. Hay una tercera silla, un joven que da palmas con el semblante muy serio, aún no se ha movido apenas y ya se le adivina el arte. Por eso, cuando salta sobre las tablas en una danza imposible, siento un escalofrío de la cabeza a los pies. Me pregunto si es humano mover los pies de ese modo, quizás le falte algún hueso, una falange seguro. . . Si no lo estuviera viendo, no creería que el flamenco se puede tocar, se puede oler, se puede sentir y se puede ser. No soy dueña de mi pierna derecha que zapatea al son de la música, no soy dueña de la sangre que me corre por las venas a borbotones, y mucho menos de los ojos que se han quedado abiertos como platos, pasmados ante el taconeo más espectacular que hayan presenciado jamás. Más tarde descubrimos que se trata de Farruco, el nieto del ídem y hermano menor del archiconocido Farruquito. Pero ahí no acaban las sorpresas, Antonio Serrano saca su armónica y yo descubro que de este pequeño instrumento puede salir un genio como si de una lámpara maravillosa se tratara. Desde este momento decido que soy fan de la armónica, yo que sólo había escuchado a mi hermano tocar su escala personal, dando la vara como los críos chicos más que otra cosa, de repente me encuentro extasiada respirando las notas que salen enmarañadas por los orificios de la paz. La magia existe. . . cierro los ojos y estoy en España, estoy de nuevo en Sevilla. Las letras de las canciones, que apenas se adivinan en lo profundo del rasgueo, convocan a la Giralda y al Guadalquivir. Y ahí me transporto esta noche, a Triana, a la Plaza Nueva, a mi querida Alameda de Hércules. . . el maestro Paco de Lucía se ha traído puñaos de España en los bolsillos, hasta Boston, donde su arte se ha quedado resonando en mis oídos para siempre.

lunes, 9 de abril de 2012

Easter time!!

Lejos del olor a incienso, a cirio pascual y a flores secas; lejos del repiqueteo de baquetas en tambores, del batir de las cornetas a duelo con las saetas, de las lágrimas que la lluvia trae consigo cada año. . .  Boston se viste de pascua en forma de huevos coloridos, conejos de fantasía y guirnaldas multicolores. Aquí hay católicos pero no procesiones, ni costaleros, ni viacrucis... por no hablar de nazarenos y cofradías, que les suena a chino mandarín y a todo menos religioso (que por asociación indumentariesca, les inspira rollo Ku Klux Klan, o eso es lo que dicen ellos). No ha habido días libres ni fiesta especial, sólo que hoy, domingo de Resurrección, las tiendas han cerrado un poco antes. Por lo demás, no había mucho ambiente hasta que el gueto español ha improvisado una Semana Santa de lo más pintoresca en Leland Paradise.
¿Cuántas barras de pan hacen falta para hacer 30 torrijas? Unas tres, más o menos... ¿horas? tooooda la tarde del sábado empapa, fríe y reboza, en tandas de tres, que el aceite de oliva está caro y las torrijas pueden salir a precio de foie. Por otro lado, he descubierto un ambientador natural para aromatizar la vida, puesto que hoy toda la casa huele a canela y a añoranza. 
Llegué a Leland esta mañana y me recibió el aroma del cordero que perdía vida y ganaba jugosidad sometido a los Fahrenheit del horno de Manu. Y me sentí un poquito más cerca del domingo en la plaza del Azulejo, de los aperitivos que mi madre siempre prepara en los días señalados, del olor que sube contigo la escalera empujándote al paraíso a medida que asciendes los peldaños...
Y aunque el escenario se pinta de Semana Santa española, también hemos tenido lucianinhas brasileñas de lentejas y menta, ensalada "big size" catalanobritánicogermana para hambrientos comensales, pan de trigo recién horneado made in USA, galletikanens, arroz con leche a la Carmona, huevos rellenos de la gran Germania y una tonelada de manjares cocinados, sobre todo, con mucho amor, regados por la sutileza del vino español y el agua de Valencia, que han puesto la guinda a una velada dulce, acogedora y memorable.
 Sabemos que no es un acto religioso, sino un encuentro laico entre amigos que cada vez van siendo menos amigos y más familia. Comentamos este fenómeno que se produce en la distancia, que convierte a personas que, hasta hace unos meses, eran completos desconocidos, en hermanos de inquietudes y palabras, de alegrías y de penas, de risas y bromas cómplices... en todo lo que necesitas para vivir lejos de casa. A veces sólo quien ha estado antes en tus zapatos, puede comprender el vacío que se cuela entre tus dedos. Por un momento el estrés de Alicia se ha autoinvitado a la comida, la pobre no puede parar de perseguir al conejo blanco... pero pronto verá el jardín que se esconde al otro lado de la puerta en el país de las maravillas... Y así, la tarde va tocando fin, algunos se van despidiendo (primero los gringos, por supuesto), y poquito a poco el círculo se va cerrando a lo cercano, ya sólo quedan los habitantes de Leland y sus hijas adoptivas. Manu ha sacado el cajón donde guarda el flamenco, la sangre española, el ritmo que arranca la bulería... El cajón donde esta noche, hemos depositado unos cuantos sueños, el final idóneo para una semana que quizás no ha sido santa, pero ha sido perfecta.

sábado, 24 de marzo de 2012

¡¡Ya es primavera!!


El invierno ha sido largo, casi eterno... un pasillo angosto y lento, tortuoso. Faltó la nieve y el frío extremo, ausente el hielo en las aceras, no pudimos beber escarcha como el año pasado. Y sin embargo, fue un invierno triste. Boston se viste de noche demasiado pronto, las principales horas de luz son absorbidas por los fluorescentes en el interior de los edificios. Todos adquirimos ese color aceituna cuando nuestra melanina corre a esconderse bajo tierra hasta la llegada del sol. Hasta el Husky, genéticamente preparado para el clima más adverso, se enrosca sobre sí mismo y se pinta una máscara triste en la mirada.

Idefix es más optimista, pese al frío, quizás también porque tiene la suerte de contar con un jerseicito rojo para los días más duros. Se muestra impaciente, ansioso de sol, dejando escapar los suspiros por los huecos de la valla. Marchan lejos, sin aliento, él continúa esperando la llegada de la primavera.
. . . Y de repente, como si el calendario se hubiera empeñado en cumplir pronósticos preestablecidos, esta semana ha llegado la primavera con todas sus consecuencias. El domingo el sol resultaba casi molesto de tan insistente, las calles rezumaban vida, ganas de salir. Chanclas desempolvadas cual recurso indispensable, shorts diminutos dejando al descubierto piernas lechosas caladas de invierno hasta el hueso, y por supuesto, las bicicletas, que como bien dijo Fernando, son para el verano.

Cuando los "guiris" vienen a España en primavera, se vuelven locos, como si hiciera un calor abrasador, esas chanclas con sus correspondientes calcetines, esas pieles rosas laceradas por los rayos solares, aún tímidos en su mayoría. Nosotros no podemos entender ese afán por la ropa de verano en pretemporada... pero cuando vives aquí. . . ¡Te vuelves como ellos! El primer día me parecíó un poco exagerado dejar el abrigo en casa, pensé que podía refrescar por la tarde. Para mi sorpresa, por la tarde hacía aún más calor y cuando llegué a casa hube de abrir todas las ventanas porque venía sudando cual pollo acorralado. Ante tal experiencia, decidí que podía ponerme una chaqueta de entretiempo, de esas que en Sevilla te apañan el invierno. No obstante, en la travesía mañanera me crucé con tantas sandalias, tirantes y espinillas transparentes que no me quedó más remedio que convencerme de que la primavera se había instalado definitivamente. Y ahí que me encontraba yo, asada de calor con 18 grados en la calle y sobrándome hasta los zapatos. Hasta ahora, esa temperatura me resultaba fresca y ni mucho menos para pensar en quitarse el sayo. Ver para creer, el tercer día: ¡a trabajar a cuerpo! (citando una vez más a mi madre, que de éstas tiene un repertorio bastante amplio). Hasta Idefix y el Husky fliparon en colores cuando me vieron sin chaqueta. Aquí se encuentran presenciando el momento destape que aún no acaban de creerse... 
Pero lo bueno que tiene la primavera, aparte de las flores en los árboles, el calorcito incipiente, las terracitas poblando las aceras (sí, aquí también están al día en terracitas) y un largo etcétera de buen rollo que nos entra a todos con el sarpullido primaveral, es que la primavera la sangre altera. Y así, te levantas de buen humor aunque tengas que trabajar el fin de semana, y te cruzas con la gente por la calle y todo el mundo te sonríe, te saluda. Es algo realmente sorprendente, me ocurre muy a menudo esto de que la gente entable conversaciones de repente sin conocerte de nada. Y no me refiero a hablar del tiempo. Ayer mismo, por ejemplo, en el metro, una pareja que iba sentada junto a mí me preguntaron de dónde era, por qué estaba aquí, a qué me dedico... ¡como la cosa más natural del mundo! Y la verdad es que me resultó tan agradable que se me hizo más corto el trayecto. Dista bastante de los viajes en el metro de Madrid, donde la ley de la calle te enseña a empujar al prójimo para conseguir un asiento libre y a tener cien ojos avizor para controlar tus pertenencias a la par que todas las partes de tu cuerpo.

Ay... la primavera! la primavera trae alegría, ensalzamiento de la amistad, del amor, del querer compartir... La primavera trae sueños, trae esperanza, trae razones nuevas, buenos motivos para reafirmarnos en los propósitos de año nuevo que nunca cumplimos. La primavera me trae letras negras sobre fondo gris, pasado, presente y futuro... ;-) la primavera me trae las ganas que el invierno me había arrebatado... la primavera trae ternura y calor, sobre todo calor.