miércoles, 28 de junio de 2017

Sueño cumplido

Nacieron todos a la vez, el mismo día que Inés, a pesar de tener distintos cumpleaños y simbología zodiacal. De repente tuvieron cara, y manos, y estaturas... de repente tuvieron nombre. El amor vino poco después, sin esfuerzo, sólo hizo falta un vistazo a sus caritas en aquella fotografía. Sólo una sonrisa estática atrapada en un papel... y ya les queríais; ya eran fuego, ya eran tierra, ya habían dejado de ser aire. Volaron durante un tiempo con la brisa, inseguros de la suerte que habrían de correr en un futuro no tan lejano. El viento sopló hacia el oeste y su olor llegó hasta España, a Madrid, y casi sin contemplaciones vino a parar a Pinto. Ya tenían un destino. Aquellas palabras se juntaban para componer un sueño; con un toque de varita hicieron realidad el mayor de vuestros deseos. Aquellas palabras escuetas y enamoradizas venían a decir que el momento estaba cerca. Nada más, como si uno pudiera contenerse sabiendo que su vida va a dar un giro de 180 grados. A partir de entonces, incertidumbre vestida de prisas, coloca aquí, mueve allá, prepara tu vida y haz un hueco enorme, abre tu corazón un poquito más, para que pueda caber todo ese amor que está a punto de desbordarse. Y aun haciendo los ejercicios para estirar el músculo cardiaco, las agujetas os pillaron de sopetón. Incontenible, imparable, inconcebible, inabarcable... creció sin que os dierais cuenta como una luz que se difumina, contagiándose de una célula a otra como un virus de la risa. Las sonrisas se escapaban y no podíais disimular, sin embargo, el miedo a despertar seguía siendo palpable. Ya con los vuelos comprados y todavía incrédulos, los episodios del pasado se iban cerrando poco a poco, cicatrizando bajo la nueva piel que regenera todos los tejidos, hasta el cardiaco, preparándolo para la avalancha de latidos que se le venía encima.
Hungría está cerca y lejos, si miras desde el catalejo de los sueños por cumplir, la distancia se hace infinita, sin embargo, los aviones son tan rápidos que en un abrir y cerrar de ojos ya estabais allí. Uñas comidas, temblores internos, un intento final por estar preparados para ese cambio que la vida os aguardaba. Y así, un día abriste los ojos y allí estaban, llenándolo todo de luz, de energía y de ganas de volar. Dávid, con su tilde recién puesta, con sus coloretes pintados en esa carita morena. Pati, con sus ojos de mar, que lo miran todo con esa sabiduría encerrada de los niños listos. Anita, con su sonrisa infinita, llenándolo todo de vida como un torrente de energía incontrolable. Un abrazo de diez brazos, así es como empieza su vida. Así se imprimen las imágenes que ya dejaron de ser garabatos, así se graban sus voces para siempre en tu cabeza. Y puedes distinguirlas entre la multitud, como su llanto, porque los lazos maternos no entienden de herencia genética. Puedes cerrar los ojos y volverlos a abrir sin miedo, porque siempre seguirán estando ahí. Cada vez más nítidos, cada vez más seguros, cada vez ocupando más parte de tus entrañas y de tu corazón. Así es el proceso que te convierte en madre, ¿o es que no te has dado cuenta de que has dejado de dormir del tirón cada noche?
Y así es como sumasteis tres para ser familia numerosa, como siempre quisiste. Parece que era cierto que los sueños pueden realizarse. La felicidad de vuestro hogar me ha salpicado el teclado. Ha cruzado medio mundo montada en su globo de fuegos artificiales. Ya te regalé muchas lágrimas que se escapaban de mis emociones. Tu dicha ha desafiado también mi capacidad de ser feliz por otros. Ha empujado los límites de mi empatía hasta hacerlos desaparecer. Quizás porque deseé con todas mis fuerzas que un día fuésemos madres a la vez. Ahora sólo me queda abrazarte con cuatro brazos, los míos ya los conoces, pero hay otros pequeñitos que llevan un tiempo esperando. Todos van cargados de fuerza acumulada durante años. Sueño cumplido.