jueves, 7 de noviembre de 2013

Alejandro Sanz meets Berklee

Una pasión que empezó siendo sólo una niña y que dura ya más de 20 años. Lejos de debilitarse, la ilusión se ha ido haciendo más intensa con el tiempo, prueba irrefutable de que sigo siendo la misma persona, por mucho que las circunstancias me hayan llevado a sitios diferentes. He crecido reconociéndome en muchas de sus letras, poniéndole banda sonora a los momentos más importantes de mi vida, hecho que provoca un revival inmenso cada vez que las mismas notas se cuelan en mi presente. Estas connotaciones son a veces una putada importante, ya que anclan los recuerdos con imágenes y sonidos con tal nitidez que eres incluso capaz de sentirlos a través del tiempo, siempre llenos de nostalgia. Ahora, dos décadas más tarde, me encuentro de frente con mis raíces españolas más profundas, Alejandro Sanz recibe el título de doctor Honoris Causa por la Berklee college of music, la escuela de música más importante del mundo, que se encuentra, para mi suerte, en Boston. Este verano, por primera vez, me perdí un concierto de Alejandro Sanz en Madrid, y aunque soy ya muy mayor para quinceañera, estos conciertos tienen la habilidad de transformarme como si fuera de plastilina; me unen a Lauri con unos lazos que nadie comprende, y me emocionan por ello más que cualquier otra música en el mundo. No es sólo poesía, que lo es, es historia de mi propia vida y de los caminos que he ido tomando, es sentir que tengo toda la vida por delante y potencialmente el mundo a mis pies; por eso cuando me siento en esa butaca y veo aparecer a mi ídolo tocado de toga y birrete, vuelvo a tener quince años y la vertiginosidad se apodera de mí.
Comienza un discurso que es poesía asonante, palabras que se van perdiendo entre la gente y que hacen que olvide lo que hago aquí, o que estoy aquí, porque en realidad en ese momento, estoy en España, estoy en las Ventas, o en el Palacio de los Deportes, con mis chicas, gritando como una loca e incapaz de sentirme ridícula. Y aunque la mayor parte de las fans de mi edad han ido desistiendo con los años, me niego a dejar de usar una herramienta que consigue transportarme a través del tiempo como si fuera posible y que me provoca sentimientos muy dispares, encontrados, algunos de ellos ya casi olvidados. Por eso me dejo llevar cuando suena el Corazón Partío, y no porque sea mi canción preferida, que lo es, sino porque es un idioma que conozco, que me da alas, que me recuerda que hace años tenía sueños, y que luché por cumplirlos, y que por eso estoy aquí. Y a veces me pregunto, como muchos, si todo tiene un final, si es verdad que los sentimientos no pueden ser eternos y acaban muriendo sin remedio, y la verdad es que no lo creo, creo que es increíble reilusionarse, apasionarse por las cosas y por las ideas, creo que es de valientes el no darse por vencido, incluso cuando todo parece perdido. En el fondo creo que la respuesta reside en cada uno de nosotros, y que no es el "sentidor", sino los mismos sentimientos los que deciden cuando terminan, y entonces ya no puedes hacer nada por retenerlos, por eso hay que cuidarlos con mucho mimo. Lo que pasa es que a veces es difícil, y lo fácil es desistir, pero no hay que olvidar que muy pocas cosas importantes se consiguen sin esfuerzo.
El maestro termina su discurso dejándome un vacío extraño, con palabras que saben agridulces y en las que, como siempre, me reconozco:  "Hay que prepararse para el ruido, la opinión, el juicio de terceros, que no te afecte. La duda es buena, la falta de carácter es el embrión del trueno. He atravesado desiertos de silencio para llegar aquí, he remado entre hojas secas para poder estar aquí, he lanzado al aire millones de latidos como bengalas para, finalmente, verme aquí... y mereció la pena".