sábado, 13 de diciembre de 2014

ECUSA. Parte 2: International Mentor Program (IMP)

... una persona que quería cambiar el mundo, y que pensó en lo bueno que sería tener un "hermano mayor" en esto de la ciencia. No todos tenemos la suerte de conocer a alguien que haya andado antes por nuestro camino, y tropezado en las mismas piedras, y sufrido las mismas condiciones adversas, o perseguido los mismos sueños. En cambio, el mundo es pequeño, tanto que siempre hay alguien que ha recorrido ese camino o al menos, parte de él. Y que desde el otro lado siempre puede darte aliento, y consejos, pero sobre todo, puede ayudarte a encontrar los mejores refugios, a esquivar las hierbas venenosas, a fabricar una cabaña con las hojas de los árboles y a comprender que todo esfuerzo conlleva una recompensa.
Científicos en USA y en algunas ciudades de Europa nos inscribimos como mentores en un programa piloto que emerge con la fuerza de un ciclón y se precipita sobre España y aquellas universidades españolas que han querido participar en él. Con sólo unas semanas para informar a las universidades, que éstas lo anuncien y los alumnos se enrolen, para buscar financiación, para organizar el evento de presentación a través de una conferencia internacional... en fin, para ponerlo en marcha... ¡ha funcionado! Las universidades se han mostrado encantadas con la idea, los alumnos han mostrado tanto interés que muchos se han quedado fuera por falta de mentores. Este primer año, como piloto, sólamente mentoriza a estudiantes de biomedicina, cuatro por cada mentor. Consiste en una conversación de aproximadamente una hora por skype cada 2 meses para que los estudiantes, que pueden ser de los últimos años de carrera, máster o doctorado, nos expongan sus inquietudes, sus dudas, planes, etc, y así, en la medida de lo posible, podamos ayudarles a encontrar opciones y conseguir metas. Algunos no saben qué quieren hacer aún, otros lo tienen claro pero no conocen las fuentes a las que dirigirse para pedir becas, o cómo escribir un currículum, una carta de presentación... Otros quieren saber sobre nuestra experiencia en el extranjero, otros simplemente, quieren ser escuchados y comprendidos. Se establece entonces una relación mentor-mentado que va más allá de ninguna de las relaciones preexistentes. No somos sus jefes, ni sus amigos, ni sus hermanos mayores, pero somos sus posibles "yos futuros". Es alentador volver a los primeros tiempos, cuando la ilusión podía con todo y el mundo estaba aún sin empezar. Se nutren de nuestra experiencia y nos miran con los ojos de la admiración y sobre todo, de la esperanza. Es importante que aprendan que no hay nada imposible y que aunque la causa parezca perdida, no siempre lo está, y si lo está, habrá que tejer un plan B. Es tan gratificante poder servir de fuente para esos que hoy están donde yo estuve hace diez años, que me resulta hasta raro que sea tan fácil. A mí me hubiera encantado tener una figura del mentor como ésta, completamente ajena a mí, que me hubiera enseñado todas las posibilidades que luego fui descubriendo a base de tantear muros. En la vida uno se encuentra con muchos mentores, a algunos ni si quiera los reconocemos hasta que no forman parte del pasado. Cualquiera puede ser mentor en algunos aspectos: los hermanos, los compañeros de clase, los colegas del laboratorio... pero muchas veces las relaciones afectivas influyen y complican las cosas. 
El programa IMP ha sido acogido con una ilusión sin precedentes y parece que los engranajes son bastante resistentes. En verano, si todo va bien, mentores y mentados nos conoceremos en un gran evento que tendrá lugar en España. Las universidades, además, se comprometerán a crear una beca para que uno de sus estudiantes participantes en el programa venga a USA hacer una estancia en verano. Hay incluso un premio al mejor mentor, para aquel cuyo mentado haya experimentado el mayor avance. Para mí el mejor premio es ser consciente de lo mucho que supone para una persona en el comienzo de su carrera profesional, donde todo son dudas e incertidumbre, la oportunidad de vivir diferentes futuros paralelos y elegir el que más te guste, como si de verdad fuera posible darle a deshacer y volver a escribir tu vida.
Para más info: http://www.ecusa.es/imp/


ECUSA: Parte 1

De la ilusión y las ganas de cambiar el mundo de los Españoles Científicos en USA, nace ECUSA, una asociación que se erige sobre las experiencias acumuladas de los que llegamos a esta tierra con un sueño por cumplir y que, cual cimiento, ha ido solidificando y expandiéndose hasta crear una base firme sobre la que construir los sueños de las generaciones venideras.
Con la primera sede establecida en Washington hace tan sólo un año, esta idea ya campaba tímidamente por los estates, y si embargo, siendo Boston uno de los focos más importantes de científicos españoles en USA, no ha sido hasta ahora que la gente se ha animado a aportar esa gran caja de herramientas que supone el tanto vivido.
El primer objetivo fundamental de ECUSA consiste precisamente en facilitar la integración de los que llegan con cara de susto y sacudiéndose España del abrigo. Tenderles la mano para encontrar un lugar en el que sentirse como en casa, y enseñarles a caminar por suelo americano, y compartir todo eso que en una cultura tan distinta a la nuestra es a menudo tan vital. ECUSA es una pista de aterrizaje esponjosa donde uno puede encontrar mucho más que profesionales; puede, de hecho, encontrar personas extraordinarias.
El segundo objetivo radica en la difusión, sobre todo a nivel social y divulgativo, de la investigación y el desarrollo llevado a cabo por científicos españoles. En España hay un desconocimiento generalizado de lo que es la I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación). La gente piensa que invertir en ciencia es un derroche del dinero público, y no señores, lo que pasa es que "sin ciencia no hay futuro". No hay mayor poder que el del conocimiento, y con él en ristre, uno puede enfrentarse a crisis y a pandemias. La ignorancia científica es un defecto muy español, muy inculcado, y que es necesario erradicar. La investigación es tan necesaria que si no fuera por ella aún seguiríamos muriendo de gripe y de apendicitis. Un país que no invierte en investigación es un país abocado al fracaso, a la pobreza, y al subdesarrollo. No hay más que hacer un repaso de las cifras de nuestros vecinos alemanes, o los suizos, o incluso los franceses, porque obviamente, con los americanos, ni si quiera podemos compararnos. La investigación no es sólo el cáncer, y no, no se puede encontrar la cura de un día para otro. Son años y vidas consagradas a estudiar, a aprender, a desafiar, a aceptar los mayores retos, a no conformarse y a levantarse una y otra vez, sabiendo que nunca se tendrán todas las respuestas. Y la pasión que nos mueve a los científicos es el mínimo logro, un avance minúsculo, una pequeña barrera que ayer nos bloqueaba el camino y hoy hemos encontrado el modo de saltarla. La ciencia no es una profesión, es un modo de vida, y por eso emigramos con las manos vacías y sabiendo que nunca vamos a ser ricos, no de bienes materiales, pero sí de la mayor riqueza que puede poseer el hombre, que es el conocimiento. Y con él, cada día, nos enfrentamos a un mundo lleno de dificultades y sin embargo, al final del día, siempre ha merecido la pena. Qué lástima que España no sea capaz de verlo, y que en la televisión nunca se vean los anuncios que se ven aquí, animando a la filantropía. Ay, los filántropos, esos que sólo se dan cuando un famoso cae en la ruleta y le diagnostican una enfermedad incurable. O ni si quiera hace falta irse tan lejos, a ver por qué Mercadona ha sido el primer supermercado en etiquetar alimentos sin gluten mostrando interés por los celíacos, que aunque puedan parecer unos pocos, son muchos y lo han sido siempre. España necesita filántropos, menos fútbol y merchandaising de a cien euros la camiseta y más concienciación de lo que es realmente importante de cara al futuro.
Es triste que los estudiantes de las carreras de ciencias que están llegando ahora a su primera meta, digan convencidos que en España no se puede investigar, y que hay que marcharse, o dedicarse a otra cosa. De ahí nace el tercer objetivo de ECUSA, que aboga por poner en contacto a las instituciones españolas y americanas y crear colaboraciones y caminos que sirvan para que esos estudiantes tengan una luz que les guíe por el largo túnel. Un túnel que une España con USA y que se ha bautizado con el nombre de International Mentor Program (Programa de mentores internacionales o programa internacional de asesoramiento). El IMP no es más que la más brillante de las ideas engendrada en una sola persona que quería cambiar el mundo, Zafira ...

Para más info: http://www.ecusa.es


domingo, 7 de diciembre de 2014

Los niños

Diego es Paula, y Paula es Diego, y los dos son María del Mar. Y en esas caritas risueñas apenas hay espacio para los hoyuelos de Juan Carlos, que aún así gobiernan sus sonrisas con esa gracia simétrica y cautivadora. Están lejos, en España, y aun así los veo crecer en esos vídeos donde Paula, a lo chica Almodóvar, me cautiva con su artisteo y su perfecta dicción del castellano. Sonríen con los ojos, inocentes, aún no tienen necesidad de sonreír sólo con los labios.
Paula tiene unos abrazos guardados que son especiales, y que sólo me da cuando voy a marcharme y a las dos nos entra la tristeza. Será porque algunas veces, aunque lo intente, no puedo evitar que note el nudo de pena que se transmite en la fuerza con que la abrazo. Luego pasa la vida y las tallas, las frases se van haciendo cada vez más complejas y el entendimiento aumenta. Se van haciendo mayores. Como Pablo, que nunca ha sido pequeño en realidad, pero que se ha hecho mayor demasiado deprisa, sobre todo para haberme perdido tanto. Ya resulta complicado adivinar su altura, que se alarga por momentos como un día lo hiciera mi hermano, que había que alimentarlo con premura y sin mesura... como ahora también Pablo devora crecimiento. Todo le está pequeño, y si no, mañana le estará. No como Enzo, que es un mico, que es sólo ojos y boca como un día lo fue su madre, reproducida en esa cara chiquita como si la hubieran copiado a propósito. En cambio Enzo es grande por dentro, y apasionado por muchas cosas que ahora también desconozco, la evolución no perdona. Enzo también tenía abrazos XL que pronto le dará vergüenza entregarme, así que mientras tanto haré por robárselos sin contemplaciones.
De todos ellos, sin duda el más pequeño es Lucas, casi desconocido, su vida aún se cuenta en días y su medida en centímetros. Una vida que se acaba de encender, lejos también, éste aún más lejos. Y esa es la vida que más se transforma mientras estamos exiliados. Crecen y moldean sus recuerdos, y olvidan porque es natural olvidar. Y en cambio en mi memoria los recuerdos parecen fosilizarse, y les congelan en esos momentos de la vida en que tenían dos o tres años, cuando las cosas eran tan distintas que ya ni si quiera se acuerdan. Me gusta contemplar en mi memoria esas viejas películas de hace tres años. Como cuando fui a ver a Víctor por primera vez y era tan pequeño que casi cabía en la palma de una mano, y ahora es el hermano mayor de Lidia y ambos han corrido tanto que ya me han dejado atrás. Aunque el más aventajado es David, porque esa una vez al año que nos vemos, este año nos la hemos saltado. Y aunque es fácil predecir sus rasgos porque no es más que un Kike en miniatura, pues al final también se difuminan atrapados en los de otro niño más pequeño.

Pero Boston no sólo quita, también regala... en Liliana trajo a Matilde, en Kinga trae algo grande que va engordando por momentos y en Teresa trae la alegría de un sobrino postizo para ir tirando. El día a día es más intenso porque se reparte entre menos gente, y así, al final es un sentimiento amplificado y extraño que igualmente acelera el paso del tiempo sin piedad por los meses arrebatados. Sigo pensando que aquí el tiempo encoge, igual que la ropa en estas lavadoras de mierda que tienen. No sé si sólo me lo parece a mí, o si son las largas jornadas de trabajo las que disfrazan los meses de semanas; pero desde luego aquí hay algo que hace que los años vuelen, a ver si no cómo es posible que se me hayan pasado estos tres años tan intensamente deprisa.

martes, 28 de octubre de 2014

28 de Octubre de 2014

Amanece mi tercer 28 de octubre en esta ciudad, hace ya algunas horas que es mi cumpleaños, muchas, en realidad, si vives en España. Las primeras felicitaciones colgaban en mi muro de Facebook hacia las 12 de la noche en este lado del mar. El primer abrazo cumpleañero y calentito lo recibí antes de irme a dormir, afortunadamente no todo es distancia. También las rosas, mis primeras rosas en plural, siempre estás en todo, llenando esos huecos... desde hace unos años vas cambiando mis nuncas por primeras veces, mis anhelos por cotidianidad, mis vacíos por plenitud infinita, y por eso me has ganado en todo y no me importa. Por la mañana me tocan el alma los ojos de chocolate, esos que me esperaban agazapados en el descansillo al abrir la puerta para ir a trabajar, y un cupcake con velita (que acabo de soplar con su respectivo deseo) ¡y un globo! y hasta una biblia envuelta en papel de colores que probablemente nunca leeré y que sin embargo me ha hecho más ilusión que un Nature. Porque Rosa también sabe a qué saben las tartas tristes, y los días señalados en que uno está lejos de casi todo. El día ha sido agridulce, a pesar de todos vuestros abrazos telemáticos, y cariño enwassapado, y pintadas en el muro de los comienzos felices. Y skype en una botella, y mensajitos enlatados, pero la distancia pesa un poco más en estos días. Será por eso que al volver a casa con la voz ya quebrada y sin ganas, me esperaban los brazos de Amanda en un paquetito tímido que se ha agrandado nada más mirarlo. Y en su interior he encontrado mis lágrimas en el fragor de los recuerdos, y he comprendido cuánto os echo de menos, cuánto cuesta mirar hacia adelante en los días señalados, y no hacia atrás donde correría el riesgo de quedar atrapada en los ratos felices. Y sobre todo he comprendido cuánto se revalorizan los amigos con los años, cuánto más vales ahora y cómo eres capaz de tocarme el corazón a cinco mil kilómetros de distancia con un solo gesto. Esas cosas que sólo consigue el amor, y que a mí me han venido regaladas por correo. Te quiero es poco, porque lo que pasa es que te necesitaba y ahí estuviste.
Pero entonces llegaron los que ahora son mi familia, los de aquí, y me acompañaron un martes cualquiera, que hacía frío, que no apetecía la bici ni el metro. Me acompañaron porque es lo que hacen los amigos, y me demostraron lo importante que es sentirse querido, arropado, olvidar que durante un momento me había parecido un día triste, olvidar que los cumpleaños son ahora esos días durillos que uno pasa haciéndose el fuerte. Y son en cambio días felices de compartir risas y unas cervezas, de hacernos más cercanos, más nuestros... más amigos. 
Hoy siento que en todos estos años, si de verdad he hecho algo bien, ha sido manteneros a todos a mi lado, haber merecido que hoy os hayáis acordado de mí aunque sea por un segundo. Suerte tener todo eso que sabe tan bien, tan a lo de siempre, tan necesario, con la capacidad de crecer en mi interior y agrandarse a medida que van pasando los años, y que va incluyendo también esas caras nuevas que también cuelgan sonrisas, y que son tan necesarias para que cada día sea el primer día del resto de mi vida.

domingo, 19 de octubre de 2014

Que viene el virus

Un virus nos acecha, un virus mortal para el que no tenemos anticuerpos, ni experiencia, ni preparación, ni protocolo, ni medidas profilácticas, ni si quiera trajes semipermeables con los que enfrentarnos a él mientras entramos en contacto con las miles de personas que se encuentran ya infectadas. No es el Ébola, no vayan a creerse, el Ébola es un virus mortal que tratamos de mantener recluido lejos de nuestras fronteras, allá en África, donde las vidas valen mucho menos que en Europa o en América. El Ébola nos viene grande, nos aterra, nos pone a expensas de un sistema inmune deficiente y perecedero, pero sin embargo es visible, al menos al microscopio, o con una PCR. Podemos demostrar que existe y aun con gran esfuerzo, combatirlo. Sin embargo el otro virus, ese cuyos síntomas son la desvergüenza generalizada, la desfachatez sin límites, el egoísmo infinito y la falta de moral, ése no somos capaces de reconocerlo ni aunque se ponga un traje de flamenca o nos pase por encima con un Jaguar. Ese que, fíjense bien, es el virus que acabará asolando la humanidad, que terminará con todas nuestras esperanzas, con nuestros principios, con la educación que a base de mucho esfuerzo recibimos a lo largo de los años, ese virus que viste de Armani y lleva un taco de tarjetas negras en la cartera, que desconoce el significado de la palabra sacrificio, que no entiende de intereses tanto como de interesados, cuya carga no disminuye con el tiempo sino que incrementa, y se reproduce, y se contagia, y nos rodea, y nos vapulea, y nos mea y nos caga porque al fin y al cabo, no somos capaces de reconocerlo; se encuentra en todos aquellos políticos que obvian que la corrupción es un delito, en todos aquellos hijos de papá que no han tenido nunca que enfrentarse a una entrevista de trabajo, ni a un examen, ni a una factura a la que no pueden hacer frente. Se encuentra en todos esos jueces que se venden en mercadillos, que están de oferta para los que llevan el traje de Armani comprado con las preferentes que otros ahorraron durante años. Y bien mirado, este virus se alimenta de la mediocridad de los humanos, de la ignorancia de los analfabetos, del cinismo de los banqueros, del descaro de los ricos, de la salud de los pobres, de la inteligencia de los exiliados. Se replica a tal velocidad que cada día salen nuevos infectados de debajo de las piedras, contaminan ayuntamientos, asambleas, concejalías, pequeñas y medianas empresas... y aun así, siguen paseándose de lado a lado del mundo sin necesidad de mutaciones, porque a diferencia de nuestro sistema inmune, nuestro sistema judicial no sabe reconocerlo, ni defenderse, ni defendernos, sino que más bien tiene un extraño efecto sinérgico mediante el cual, cuanto más infectado se está, más posibilidades tiene uno de salir adelante.
Pobres de aquellos que temen lo que no es, pobres de aquellos que repudian a los vecinos de Teresa  Romero porque les creen portadores de un virus que no puede contagiarse a través de las paredes. Pobres de aquellos que ponen el grito en el cielo ante de la llegada de un virus que lleva años acechando a la humanidad en otras regiones, pero que no son capaces de huir de la epidemia que nos acecha desde hace tanto o más tiempo en nuestro país. Pobres de los que se lavan las manos después de tocar a un perro y no después de tocar el dinero con el que otros se limpian el culo.

martes, 30 de septiembre de 2014

Septiembre

Crecer por dentro, hacerse grande, como cantaban Alejandro Sanz y Paolo Vallesi, lo quieras o no, imponer la voluntad de poco vale. Los días y las noches se persiguen, Lorenzo y Catalina y su trajín por no quedars; las plantas se marchitan, las células envejecen, lo que es polvo vuelve al polvo y el agua sube a las nubes. Y así un ciclo infinito de vida que nunca se para, ni ralentiza, que sólo conoce un camino y nunca lo recorre dos veces. Aunque yo imagino el año como un calendario circular que vuelve a empezar en septiembre, que no en enero, no me importa lo que digan los astrónomos. En septiembre vuelve el cole, se acaba el verano, llega la depre post vacacional, empiezan las colecciones, y las nuevas temporadas de las series... en septiembre vuelven a subir los precios de la moda, y de los libros, y del abono transporte (bueno, éste a veces también en enero). En septiembre se conocen nuevos amigos, se firman nuevos contratos de alquiler, te apuntas a nuevas actividades (extraescolares o de nuevos propósitos, según la edad). En septiembre se empiezan las dietas para recuperar la línea de antes del verano que se ha desdibujado un poco por aquello de las cañitas fresquitas con sus tapas veraniegas...
En septiembre se queda vacía la playa (o como diría mi suegro, pasa el caballo blanco que se lleva a los madrileños), cierran las heladerías, se recogen las terrazas, se adopta un perro, y llegan los primeros días de ponerse manga larga. En septiembre buscas un nuevo trabajo, empiezas una carrera, te apuntas a un curso para emprendedores, o emprendes a tu manera, por internet, aunque sea menos serio.
Septiembre es prometedor, porque en septiembre todo está por llegar, hasta el frío. Incluso en Boston, donde aunque pueda parecer extraño, el domingo hicieron 32 grados como 32 soles que sacaron a la calle todos esos pies rositas subidos en sus chancletas, directos a las terrazas, a los parques... ¡a la playa!
Y ahora septiembre se marcha una vez más, verano muerto, y lo echaré de menos, sobre todo porque nos dirigimos sin tregua hacia esa zona del círculo que se representa pintada de azul con un copito de nieve a modo de advertencia. Pero ¡eh! que aún nos queda el otoño con sus hojas anaranjadas y sus calabazas.
Adiós septiembre, no podemos quedarnos en ti, los días se han ido acortando y ya casi es de noche cuando salimos del trabajo. No obstante, quédate aquí, volveremos en un año, queramos o no, volveremos a pasar por aquí de camino al nuevo ciclo que nos toque.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Adiós papás

Se fueron, al minuto de llegar, o eso me pareció este lapso de tiempo tan egoísta. Apenas habían superado el jet lag... si es que no me da tiempo a más. Casi no he tenido tiempo de mostrarles la ciudad, sólo unos pocos rincones de los más especiales. De puntillas por Harvard square al fin conocieron a Rosa, algo es algo, menos es nada, ahora mayor tranquilidad. Los días han menguado sin duda, han tenido menos horas y las noches se han encogido descaradamente. Si no, ¿cómo es posible que me levante con tanto sueño?
En esta segunda visita, sólo ellos, el tiempo se ha concentrado de otra manera, y donde antes se amontonaban mantas y colchones y anidaban los zapatos, ahora sólo amanecían cuatro pares de zapatillas bien colocados, listos para un paseo no agotador, para hacer la compra, días de siempre, tardes de trufa, un par de pases aquí y allá. Fuimos a ver el Rey León, hablaban y cantaban en inglés, pero ¡ay! como los ángeles, así que en el fondo es como si hubiera sido Esperanto. Mi madre toma su decisión de aprender inglés como sea, para que la próxima vez mi jefa y ella puedan comentar a gusto quién me quiere cómo y cuánto, sin tener que perder intensidad en medio de modestas traducciones. Nos tomamos unos mojitos en el cielo de Boston, en el Top of the hub, donde se concentra la magia de las luces. Y luego, alitas de búfalo, que mi padre tenía antojo, a saber, que estaba harto de comer jamón ibérico. Sorprendentemente deliciosas, qué tontería, que se equivocan los que dicen que en América se come mal, esos no han venido a Boston. ¡Se comen todo las ardillas!
Ha salido el sol, ha venido el veranillo de San Miguel, bueno, aquí será de Saint Mike, pero el calorcito mola igual. Pero ni con esas, igualmente se fueron, al minuto de llegar, si es que están mal puestas las fechas. Voy a ver si rebobino, a ver si puede ser que este jueves sea el otro, y así en vez de aparcar en salidas hubiera aparcado en llegadas, y en lugar de sentir el vacío estaría sintiendo regocijo. Aunque me quedan resquicios, y fotos, y croquetas, y cansancio... que me administraré en todos estos meses que se empeñan en ponerse por delante. Maldito espacio, maldito tiempo, ¿cuándo inventarán el teletransporte? Voy a hablar con los del MIT que lo inventan todo, a ver si puede ser que se den prisa y me traigan abril, o mayo, y ya veré yo si puedo aguantarme hasta el verano, y si no, pues que vengan otra vez, que se jubilen, ¡que se queden!, que se dejen de maletas y de rollos y que vengan a sentarse en el sofá, que se enfría la cena y además, tenemos una peli a medias.

jueves, 18 de septiembre de 2014

La Cataratas del Niágara, ahora en Canadá.

Llegaron con el final del verano, aún con los pantalones cortos y las chancletas, procedentes de una España que sigue asándose a la hora de la siesta. Aquí se nublaba el cielo, sin muchas nueces, sólo amedrentando al pensamiento de las tardes de paseos por la playa. La playa que en mi recuerdo se sitúa tan lejana allá hace un mes y que en el suyo, en cambio, aún se adivina en esos tonos canela de la piel curtida. Por primera vez iban a pasar el control de aduanas ellos solos, sin mis hermanos los chapurreadores de inglés, eso me preocupaba un poco, pero poco, porque ya sé yo que a mi madre no le hacen falta las lenguas para hacerse entender cuando quiere. Así que tras una hora de larga espera ante ese ya familiar batir de puertas de la Terminal E, al fin aparecen con la risa pintada, tan frescos como si acaso se acabaran de bajar del AVE. Y empieza nuestra aventura de otros mundos, donde los márgenes son siempre elásticos y cundideros, donde a la mañana siguiente nos esperaban 750km hacia las cataratas del Niágara en Canadá. En principio eran 750... pero acabaron siendo casi mil. Es que se me olvidó un papel, uno que es imprescindible para poder entrar otra vez en USA, así que a la hora y media de camino, vueeelta para atrás. En fin, que prisa tampoco había, así que por si no era suficiente la paliza de avión, otra por carretera... ¡Mereció la pena! por algo se consideran una de las 7 maravillas naturales del mundo.  

Llegamos de noche, chispeaba, hacía bastante fresco y estábamos cansados, pero desde la ventana del hotel teníamos una panorámica de lujo, ¡¡las cataratas iluminadas!! De frente la herradura, nada menos, con toda esa agua que nunca se extingue, hora tras hora, día tras día, año tras año, llenando un millón de bañeras por minuto. Eso sí, disminuyendo por la erosión a una velocidad de unos 30cm por década... así que quién sabe, igual un día nos encontramos con un paisaje diferente. Amanecimos en ese paraíso terrenal apenas descriptible, que si es precioso con sol es aún más alucinante con nubes. Es entonces cuando las aguas son de color turquesa y si no fuera porque mojan, parecerían irreales. Como dirían los galos, esto es cosa de dioses. Y como dioses pasamos un fin de semana inolvidable, pintando nuevos lienzos en esas retinas gastadas por los años, pero que aún no han visto todo, ni mucho menos. 
Y en ese barquito nos dimos un baño de gloria debajo de la herradura,  y contemplamos el Olimpo desde abajo, donde la magnitud de las cataratas se hace inmensa. Una experiencia más, eso sí, única. Me quedo con la frase estelar de mi madre: "Las cataratas son como cuando se te sale el agua de lavadora"... eso sí, esta debe de ser la de lavar la capa de ozono. Me quedo también con el rumor del agua cayendo, y la falta de silencio, con el sonido de las gotas infinitas en movimiento, siempre cayendo, siempre arrastradas, incapaces de quedarse un segundo en el mismo lugar. Y como el agua hacia el lago Erie, nosotros también regresamos a USA, con la mente limpia, los recuerdos nuevos, y un montón de risas que nos guardamos para luego, para todas esas veces en que recordaremos lo maravilloso que es estar juntos, donde sea, pero juntos.

viernes, 11 de julio de 2014

Un dios maldijo la vida del emigrante

Un dios maldijo la vida del emigrante, serás odiado por la burocracia en todas partes... y así comienza la historia de cómo diez días se convirtieron en más de cuatro semanas. Aquellos que vayan a viajar a Estados Unidos por motivos de trabajo y necesiten un visado, háganme caso, planifiquen bien. Los días hábiles pueden llevar a engaño, y donde hace tres años de 3 a 5 fueron 2, hoy, tres años después, de 4 a 6 han sido aúnosecuantosperomásdeseisseguro y me han dejado fuera de juego, de congreso, de vacaciones y de mi propia masa corporal en las últimas doce horas.
Concerté la cita en la embajada hace ya dos meses, por aquello de prever y de que no te pille el toro. El día 4 de julio es fiesta en USA y por ende, también en la embajada americana en Madrid, y cabe preguntarse ¿cogen las fiestas americanas? respuesta, sí, pero también las españolas, y las locales, y las de la Comunidad de Madrid, un poquito de aquí y un poquito de allí... Esto me deja poco margen dado que en mi patria adoptiva 15 días laborables son los que son de vacaciones, y estos no son flexibles, como los días hábiles de correos, sino que son bastante fijos y se pagan con horas extra no reembolsables. Fui el lunes a hacer mi entrevista y ya la cosa pintó mal desde el principio. Que me faltaba un papel, que vete a un workcenter a pagar una pasta por meterte en internet para descubrir que ha caducado el formulario que hiciste hace ya más de dos meses y que, por tanto, tendrías que hacer uno nuevo o pordiosdescubredondelopusiste. Se me ilumina la bombilla... bendita dropbox, pero ¡ay! la dropbox está capada en estos lugares del demonio y no puedo acceder. Se me acaba el crédito, renuevo 2 euros, bendito 3G del móvil que me lo bajo, que me lo mando, que me lo imprimo, que resuelvo la crisis del momento. Sólo la primera, porque se me han colado las monedas entre tren, metro e internet, porque el transporte público, señores, es un atraco a mano armada encima de una alcantarilla. Y ahí yo que tenía pensado hacerme las fotos en el fotomatón de la embajada y me hallo sólo con un billete de 50 euros que no sé para qué los hacen si nadie nunca tiene cambio. Ese bar que no tiene botellitas de agua y que me manda de vuelta con el billetaco a la fila de la embajada. Pues le echo cara, que para eso soy de aquí, y presento como foto reciente la misma que utilicé para el visado anterior que vivía en mi cartera desde hace tres años, pero que reconozco que la cara de la señora de la foto podría ser yo dentro de otros 10. Se me sale el corazón, entrego todo, les digo que vuelo el domingo mireusteaversinomevaallegaratiempo, y entonces me dice la chica, vaya, pues que por qué no lo solicité por MRW; bueno, pues porque esa opción no estaba, y porque antes esa era la única opción, y porque ahora lo es correos. Y porque todo el mundo sabe que correos funciona genial y que el viernes, por supuesto, yo iba a tener mi visado en la mano sin ningún problema.
Sólo que esta mañana no lo tenía, ni el de la oficina de correos tampoco ni lo iba a tener ya por hoy. Por eso he panicado y por eso me he ido como en ambulancia a la embajada para ser ignorada en la puerta por esas señoritas de los cojones que son tan amables que te dan ganas de ahogarlas. Pues eso, que te metas en la web porque nosotros aquí lo que es el teléfono pues no lo contestamos. Así que San 3G me ayuda a encontrar una dirección de email a la que enviar mi caso urgente no, lo siguiente. Que dicho sea de paso, he encontrado haciéndome pasar por americana, porque si eres español, estás jodido, si no que se lo digan a la selección de fútbol.

Y bueno, pues ya asumido que no tengo visado para volar a USA el domingo, sólo me queda anular el congreso en California para el que me habían dado una beca y al que se supone que debía volar desde Boston el lunes. Y también si eso las vacaciones que venían a continuación por aquella costa, escogidas y pensadas con mucho cuidado durante días y prepagadas en parte. También de paso cambia tú el vuelo, Dani, porque donde dije vuelo, digo quedo, y Yosemite lo pagamos pero no vamos a ir. Y ahora métete en Iberia y cáete de culo al comprobar que si te parecía mucho 1500 dólares que pagaste para volar a España, mucho más te va a parecer los más de 1200 euros que cuesta cambiar el vuelo para otro día. ¡Cagoendiez! menos mal que tengo una familia que no me la merezco y robándole un rato de vacaciones a mi prima consigo que mueva un poquito cielo y tierra y me consiga un cambio de billete un poco más barato y relajar a 500 por minuto las pulsaciones de un corazón que no se me salía por la boca porque ya bastante tenía con lo que tenía.
Finalmente tengo que mirar el lado bueno de las cosas, me quedo, agobiada, estresada, intoxicada, mareada, vapuleada, desesperada... pero me quedo. Y atardece en Madrid, y me voy a ver el Guernica; y mi padre, y mi madre, y Dani, y arropada, recogida, remendada, ayudada, resumida... comprendo que la vida del emigrante está maldita sólo por fuera, porque por dentro esa amargura de pegatina te permite disfrutar de todos esos otros regalos que tiene la vida, al fin vacaciones.

sábado, 5 de julio de 2014

En Madrid

Se me había olvidado Madrid. Se había ido difuminando en su luz como un haz discontinuo de reflejos inventados que pierden conexión con la realidad a medida que va pasando el tiempo. Los recuerdos son traidores y en los míos Madrid había perdido tonalidad, brillo y contraste, y sobre todo virtuosismo, se había quedado reducida a los grises.
En los últimos días de preparativos no había mucho tiempo para pensar en nada más que en todo el trabajo que tenía que dejar terminado, o cuasiterminado a la espera impaciente e insoportable de volver a retomarlo sin haber olvidado todas las teorías que habían acudido a mí a última hora como un resfriado que pudiera llevarme puesto. Aunque parezca increíble y me dé vergüenza reconocerlo, me daba pereza venir a Madrid. Pero entonces esas hadas que siempre me leen el alma, en la distancia comenzaron a hacer cabriolas en el futuro, y a proponer, y a fantasear, y me inundaron las ganas de verlas y de poder abrazarlas de nuevo.
Aterricé en el aeropuerto recién bautizado Adolfo Suárez un día antes de lo que todos esperaban. Me recibió un Madrid tormentoso regado en granizo que se fue haciendo más amable a medida que pasaban las horas. Yo impaciente por poner los pies en mi tierra querida, yo ansiosa por recoger mi maleta y por no hacerles esperar más; mis chicas se hicieron materia entre la gente que se agolpaba en las llegadas, fabricando un abrazo en grupo que me supo a gloria y a mucho amor desenvainado. Sólo faltaba Mar, que en esos momentos se hallaba amamantando al pequeño Diego, ese desconocido que de alguna mágica forma ya había conseguido ganarse mi cariño. Chocolate con churros para empezar, ponernos al día ya en el coche, regocijo, canciones en mi cabeza... como si no hubieran pasado seis meses desde el último hasta luego. Segunda parada, ¡fotos viejas! un paseo por los años de amistad que hemos recorrido de la mano, muchas risas, mucha paz, la felicidad inmensa de estar de nuevo entre los míos. Y al fin llega Diego, y es tan suave, y ya es como si hubiera estado siempre. Y Paula, que es una minicopia de Mar y una copia exacta de la Mar que conocí hace treinta años. Es curioso cómo el tiempo no emborrona el corazón, no puede desgastar una amistad que se forjó en otro tiempo, cuando éramos otras personas, tan distintas de las de ahora que podríamos no habernos conocido nunca. Y sin embargo, como las hermanas, cada vez más cerca.
Tercera parada, ¡los hermanos!, la sorpresa de las veinticuatro horas robadas al tiempo y compartir una comida de un jueves cualquiera, como si tal cosa...  como si hubiera sido ayer la última vez que lo hicimos. Intento vencer al sueño esperando a mi madre, a la que casi le da un síncope cuando llega del trabajo y me encuentra sentada en el sofá, y es que hoy no tengo nada mejor que hacer que disfrutar de ella. Los siguientes, los de Moraleja, "ya mismito estoy allí", quince minutos más tarde llamaba a su puerta para llevar la última de las sorpresas anticipadas.  Qué bien saben las sonrisas...
Se me había olvidado Madrid, el sentimiento que produce estar en los sitios de siempre, sentir que estos 3 años no se han llevado casi nada, o sí, porque la verdad es que algunas cosas sí han cambiado. Es ahora tan preciado y tan escaso que no me puedo permitir los formalismos, no me puedo molestar en regalar tiempo ni espacio como si acaso sobraran, sólo puedo concentrarlos en mecerme en los brazos de siempre, pero que ahora aprietan más, porque se van guardando las fuerzas de todas esas veces en las que Madrid se ausenta y a mí se me olvida lo feliz que he sido aquí.

martes, 3 de junio de 2014

De boda en Boston

La invitación ya apuntaba maneras... un link que conducía a una web en la que Alicia y Nick, provistos de  papel, camisetas blancas y rotulador, protagonizaban un cortometraje mudo al más puro estilo del gran Charles Chaplin. Sobre las camisetas se dibujaban el uno al otro los "típicos" trajes de novios, volantes de papel incluidos para la novia e invitaban a formar parte de la que prometía ser una celebración sin igual. La boda de verdad, la del ayuntamiento, esa ya tuvo lugar un día de mucha nieve, hasta fueron recibidos con un aplauso por presentarse a leer sus votos en un día tan crudo que las otras parejas decidieron que igual no se querían tanto. Él, americano, natural de Massachusetts con todas sus consecuencias. Ella, catalana, natural de Barcelona pero con un arte flamenco que no se puede aguantar. Una relación pintoresca donde las haya, en la que él habla inglés, ella contesta en castellano y así sucesivamente sin entrar de momento en el catalán, aunque estoy segura de que todo se andará.
En la web-invitación podíamos elegir la boda de Boston, la de Barcelona, o las dos. Nos ha tocado Boston por eso de que vivimos aquí, y porque cuesta un riñón viajar a España, a pesar de que la excusa bien lo merecía. El caso es que la boda bostoniana se anunciaba a sorbitos cortos con pequeños adelantos cibernéticos. Sólo sabíamos que iba a ser en Concord, a unos 40 minutos de Boston, en la casa de la madre del novio, ahora ya a toro pasado rectifico, en el caserón de la madre del novio que se yergue a los pies de un lago rodeado de bosque y verde hasta donde alcanza la vista. Llegamos siguiendo las indicaciones "Alis & Nick¨desde el aparcamiento hasta el jardín del Edén, decorado con farolillos de colores ¡y con girasoles!.

Nos sentamos en esas sillas plegables de las películas a la espera de la que sería la más cachonda de todas las ceremonias. Se abren las puertas de la casa y aparece un destello azul colgada del brazo del novio.
Es Alicia, que se ha puesto el océano como traje de novia. Con un velo azul pitufo y un ramo de girasoles, se presenta ante los oficiantes, que son a su vez los hermanos del novio. La madre del novio, angloparlante, lee con mucho arte una carta que la madre de la novia ha escrito, y ésta hace lo propio con la carta escrita en inglés por su consuegra. Es desternillante ver a ambas dos cogidas del brazo y dándolo todo para pronunciar correctamente en ese otro idioma que ninguna de las dos comprende. Luego está lo de rellenar huecos, palabras aquí y allá que encajan forzadas en las frases y que resultan en disparates como el teléfono escacharrado. Tras un buen rato de risas, los novios ponen el punto final a la cuasiceremonia con un beso peliculero. Pasamos a la zona de mesas, cada uno con su silla plegable bajo el brazo, hacemos cola con nuestro platito de madera para disfrutar del cerdo asado acompañado con ensalada de patata y verduras al horno. Tartas de zanahoria, chocolate, limón, frambuesa y gin tonic, nada falta en esta fiesta. 
Y para terminar, algunos valientes se dan un chapuzón en el lago, para mí aún no es suficiente verano, así que me quedo en la orilla disfrutando de las vistas de un maravilloso paraje donde desde luego no me importaría vivir. 
No creo que sea la típica boda americana, es más bien una fusión de América, España y Alicia, pero desde luego que ha sido un evento inolvidable.  ¡Vivan los novios!

miércoles, 7 de mayo de 2014

Esos amigos desconocidos

De esas noches mágicas que uno no quiere que se acaben nunca. Porque es maravilloso estar rodeado de tu gente, de los que en otra vida fueron una parte importante de ti, y aun hoy, pasajeros de un viaje que se abarrota con charlas y encuentros fortuitos, reconoces en sus miradas ese brillo del orgullo que normalmente se asocia con los padres. Shomi siempre fue como un padre para mí. Es sorprendente que de todos los jefes que he tenido, y han sido muchos, haya tenido que ser un hindú-británico el que más me ha arropado. Lejos de ser una barrera, las diferencias culturales nos acercaron y por una vez no necesité el castellano ni el sentido del humor para establecer los lazos que ahora nos unen. Reencontrarnos cada año en este congreso es siempre un momento dulce, y en secreto me reconforta ser poseedora de la admiración de una persona a la que jamás llegaré ni a la suela de los zapatos. Allá donde vaya, todo el mundo lo conoce, lo estima, lo admira... Shomi se hace querer. Y en su campechanía infinita me lleva del brazo a todas esas recepciones en las que lo mismo se codean los Natures que los premios Nobel. Ya he aprendido a no interrumpir el aliento cuando esto pasa, a crecerme en lugar de hacerme más pequeña y a estrechar con seguridad las manos de esos hombres y mujeres (más a menudo hombres que mujeres) que han contribuido a mejorar el mundo en el que nos movemos. Incluso son divertidos, quién lo diría, igual es que me estoy haciendo mayor.
Aun con todo, cuando llega la hora de la verdad, Shomi se comporta exactamente como lo haría mi madre; esto es, coge la cámara de fotos para inmortalizar el momento en el que me toca exponer mi trabajo y henchido de orgullo desparramado me dice: - "cómo has crecido". Y es de estas cosas que sabes que le salen de muy adentro, y sé que si alguien se alegra más que mis padres de que las cosas me vayan bien por estos lares, ése es Shomi. De su mano salté en ese trampolín que me dejó caer por aquí, y si a alguien debo el privilegio de esta experiencia, es a él.
Hay veces en la vida que te cruzas con personas que son ciertamente claves para el desarrollo de los acontecimientos futuros, y yo supongo que aquel día en que decidí aceptar un trabajo en Sevilla, las vías empezaron a moverse irrevocablemente en otra dirección, en esta dirección, solo que yo aún no lo sabía. Y después de mucho vivido, vuelves a encontrarte con la misma gente para hacer recuento y sorprenderte del tiempo que ha pasado. Y en cambio tengo la sensación de que si me hubiera quedado allí, mi tiempo habría sido de algún modo más corto, menos productivo, y en esa vida paralela que no he vivido me habría perdido grandes cosas. No siempre conocimiento, ni reconocimiento, ni si quiera felicidad. . . hablo de esos pequeños logros y concesiones que a veces te da la vida. Aprender tanto, conocer ciudades, conocer gente de todas partes, ciudadanos del mundo, y aprender a abrir la mente cada día un poquito más. Y llevarme a casa nuevos amigos que ayer ni si quiera conocía, pero que en un futuro, quién sabe, pueden resultar haber sido personas clave en el curso de mi historia.

miércoles, 23 de abril de 2014

The Miguel de Cervantes Anniversary Concert

Un email que casi pasaba desapercibido en el aluvión de emails ibéricos de mi bandeja de entrada. Un concierto en honor al aniversario de Miguel de Cervantes organizado por la prestigiosa escuela de música Berklee, el Instituto de la Música del Mediterráneo y el Instituto Cervantes en Boston, gratuito... un recorrido a lo largo de la historia de la música latina y española, desde el siglo XVI hasta nuestros días. Un guiño al maestro Paco de Lucía, recientemente fallecido, y al dios de la letras que nos dejó también la semana pasada, el gran Gabriel García Márquez. . . ¿qué más se podía pedir? El director del Instituto Cervantes lee un pasaje de la obra maestra "Cien años de soledad", así como el pasaje final del Quijote, en el que el hidalgo yace en su lecho de muerte, habiendo comprendido de su locura. Qué bien suena el castellano, antiguo y nuevo, encerrado en esas páginas que cobran vida y nos llevan de viaje por el mundo sin movernos del sofá. ¿Hay algo mejor que leer? si lo hay, sólo puede ser la música. Ya tuve ocasión de disfrutar de la música de Berklee latino en el nombramiento honoris causa de Alejandro Sanz, sin embargo, me ha quedado bastante claro que la genialidad no tiene límites. Se suben al escenario como si fueran artistas hartos de triunfar, con un aplomo inaudito para aquellos que en su mayoría ni si quieran tienen la edad legal para beber alcohol. Una española, Tania, abre los cielos con su violín; ese instrumento que mal tocado puede despertar deseos suicidas, y que en manos de Tania se convierte en éxtasis absoluto, pero es que además da palmas, de las acompasadas, no de las de aplaudir, que esas ya las damos nosotros henchidos de orgullo de que sea compatriota. Venezolanos, colombianos, peruanos, puertorriqueños, mexicanos, españoles... y los siento a todos igual de cerca con sus acentos variopintos. Hay una chica ciega, debe de ser que había que compensar ese otro talento de alguna manera porque no he oído en toda mi vida una voz como la suya, y ese tango argentino que es el más bonito que se haya escrito nunca: "Volveeeeeeer, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien..." y todos los pelos de mi cuerpo se ponen de punta, sólo me falta llorar. Su voz me lleva aún más lejos que la de la mismísima Estrella Morente, y no exagero cuando digo que ésta lo hace mejor. Ya en trance y con mi España envolviéndome en un arrullo infinito, aguardo expectante la actuación de "La Shica". Tanto ignoraba de su existencia que creí que lo estaban pronunciando mal los guiris, y no, que es que se llama así, La Shica, con ese acento de Ceuta, chiquitilla, con el pelo corto a lo Lisbeth Salander y con un arte que desde luego no se podía aguantar. "Va por ustedes" -proclama-, y se arranca a bailar una suerte de toreo flamenco que nos deja de una sola pieza y con ganas de retenerla en Boston para siempre. Taconea, se revuelve, pone el cuerpo del revés, como sólo los verdaderos bailaores de flamenco saben hacer. Y a la vez recita cantando, y torea, y esta chica es una máquina de producir sensaciones. Pero no lo habíamos visto todo, porque entonces se para y anuncia que va a cantar "la Bien pagá", y hay muchas formas de cantar esta canción, mire usted, muchas versiones, de ayer y de hoy, muchas voces la han interpretado... pero ninguna, ninguna, me ha hecho vibrar con la sensación de que me encontraba en algún rincón de mi España, de mi Sevilla, ninguna me ha hecho sentirme tan española y tan orgullosa de serlo, ninguna me ha hecho echar de menos España hasta rabiar de escozor.
Boleros, rancheras, tangos, salsa, cumbia... un puñado de historia que nos hace diferentes, una pequeña muestra de aquello por lo que el resto del mundo se muere de envidia, el arte, ese con el que se nace, porque por mucho que se aprenda, el artista nace, no se hace.

domingo, 20 de abril de 2014

Pascua

Final de la Semana Santa, esa que se me ha pasado sin sentir, trabajando como cualquier otro día puesto que aquí no es fiesta. A diferencia de lo que yo pensaba, que no sea fiesta no quiere decir que no se celebre, sino que este es un país laico en lo que a fiestas nacionales se refiere. Kinga ha organizado una Pascua "de sobaquillo" en la que cada uno aportará lo más típico de su tierra en estos días santos. Primero está lo de los huevos, tradición que en España no compartimos de momento, pero que puestos a adquirir todas las tradiciones foráneas, seguramente acabaremos tomándola también. Los huevos representan la fertilidad, la primavera ya asoma, sí, a pesar de la nevada del miércoles pasado el sol va cogiendo fuerza y nos calienta un poquito el ánimo, que a finales de marzo nos llevaba ya casi a rastras sobre las calles heladas y amargas de Boston. Los huevos se cuecen y luego se decoran con cera teñida de colorante alimentario, o también pueden cocerse en el agua de hervir cáscara de cebolla, para que adquieran esa coloración marrón que permitirá descubrir el blanco que yace debajo con ayuda de una cuchilla y mucho rascar.
En mi huevo se escondía Kalimero, ha salido con su cascarón en la cabeza trastabillando para ser el huevo indultado. En otros había patrones y lunares de colores, alegría, y una tradición bélica que me ha sorprendido bastante. Consiste en chocar los huevos para cascar el del adversario, y luego los ganadores luchan también entre sí. Terminada la contienda, ¡todos a comer! Supongo que es una forma brillante de hacer que los niños entren a formar parte de la Pascua y de las tradiciones que a menudo nadie entiende más allá de unos días libres. Cada vez más diversificados, esta vez nos juntamos una polaca, un británico, una brasileña, un francés, un americano judío y dos españoles ateos. Los huevos se acompañan de la típica salsa polaca "Horseradish", hecha a base de raíces con un aroma tan intenso que despeja las vías nasales más que el vicks-vaporub. La ternera es el segundo plato del menú, engalanada con sus granos de mostaza resulta un bocado bastante agradable. Scott rememora el éxodo de los israelíes de Egipto con una pasta hecha a base de manzana, canela, frutos secos y vino, que recuerda el adobe de las casas derruidas que hubieron de volverse a construir con mucho esfuerzo. A pesar del aspecto, resulta delicioso. Y también nos cuenta que en la Pascua judía los sabores de cada plato rememoran siempre un pasaje de la Biblia, siendo algunos bastante amargos para no olvidar el dolor y la pena. Me parece que tiene mucho sentido, supongo que algo parecido al ayuno de los viernes de cuaresma.  Francia presenta un pollo asado relleno de pan de trigo y aderezado con patatas, calabaza y verduras, una delicia. De España, pasando por leche con aroma a limón y canela, huevo y aceite de oliva, no pueden faltar nuestras queridas TORRIJAS, que ya he oído en varias ocasiones que en otros países, como Brasil, son típicas de Navidad. En Semana Santa, sin embargo, en Brasil lo típico es el chocolate, los huevos de chocolate, que adquieren precios desorbitados sólo por la forma. Poco más hay de tradición santa en un país harto espiritual donde, sin embargo, la presidenta es una madre divorciada. Lo que trae a colación una interesante discusión acerca de ideales políticos y religión. El peso recae contra Scott ya que nos cuesta entender por qué en un país laico como Los Estados Unidos de América, es obligatorio que el presidente practique una religión, tenga una familia ejemplar y no la líe parda como Clinton y su famoso episodio Lewinsky. Atacamos un poco la mentalidad americana en la que el ejemplo que ha de dar el presidente, nunca mejor dicho, va a misa... Es curiosa entonces la ligereza con la que empuñan un arma o firman una sentencia de muerte. Pero lo que nos deja patidifusos es el hecho de que en los estados del Sur, como en la Georgia natal de Scott, no se enseña la evolución, no se habla de evolución, y es más, evolución es una palabra prohibida. Ni si quiera en España somos tan retrógrados, y eso que la asignatura de religión ha sido prácticamente obligatoria en las escuelas públicas hasta hace dos días. Me asombra la  elocuencia con la que nos cuenta que en sus años de instituto había quien intentaba salvar su alma judía de las brasas del infierno haciéndole ver cuán necesario es tener la aprobación de Jesús... eso sí, a Dios rogando y con el mazo dando, porque todo queda perdonado y olvidado tras la confesión semanal.
Cuánto poder da el conocimiento, hoy he sido consciente de lo fácil que es manipular las mentes jóvenes que carecen de él. Obviamente la ciencia es un campo estéril en esa zona del país, donde nadie siente curiosidad o interés por aquello que desconoce. Supongo que es también el objetivo de nuestro gobierno en España, cuanto más se dosifique el conocimiento sobre algunas cosas, más controlado estará el rebaño en el futuro. Afortunadamente, en nuestras casas, o al menos en la mía, se practica la curiosidad como algo sano a lo que contestar con hechos creíbles y probados, no sólo con la fe, que a mí hace ya mucho que no me satisface en sus respuestas.Y aun así se respeta el hecho de que el vecino haga lo propio, porque cada uno es libre de pensar o creer lo que le dé la gana. Descubrimos entonces que en el Reino Unido un primer ministro no puede ser católico, está terminantemente prohibido. Y bueno, tiene cierta lógica, porque entonces las leyes a menudo, se erigen basadas en la religión, como ocurre en España; a la ley del aborto me remito, ¿cuál es el argumento más loable? el de acabar con una vida humana. O a la del matrimonio homosexual, donde el término matrimonio parece tener connotaciones religiosas que no pueden regalarse a lo que es aberrante por naturaleza, como dos personas del mismo sexo que quieren compartir su vida.
Me gustan las tertulias internacionales porque aprendo más del mundo que en todas las clases de historia que haya recibido en mi vida. Porque no hay nada como saber las cosas de primera mano, como encontrarse con opiniones contrarias y tener que defender la tuya para darte cuenta de que al final, lo que nos hace diferentes también nos enriquece. Me quedo con los sabores del mundo que aún puedo paladear, y con historias que compartir con los que no habéis tenido la suerte de sentaros hoy conmigo a la mesa.

domingo, 6 de abril de 2014

Eso que trajimos en los bolsillos

Nos llenamos los bolsillos de esperanza, de ganas de construir, de sueños por cumplir, de todo por hacer. . . Pesaban tanto que pagamos el extra por exceso de equipaje, sobrepeso desmesurado para lo austero del viaje que emprendíamos. El frío congeló el recuerdo desde el principio, dejando unas gafas amables que sólo nos permitían mirar hacia adelante. Seguían pesando los sueños, pero ya menos, achicados por el conocimiento de lo cierto y lo engañoso, lo que desde lejos brilla y de cerca es sólo cuarzo tallado por la erosión. Es más pequeño el infinito de lo que pensamos, es más ligero el olvido que la esperanza, aunque no lo parezca. Y sin embargo, cuando menos te lo esperas, descubres un pequeño agujero entre las costuras, esos por donde siempre se te escapan las monedas. Se va el dinero también, porque el dinero tiene esa facilidad para marcharse. Coso mis bolsillos rotos con unos hilos que me ha prestado la dicha, los dichosos hilos contentos de color verde, el de la esperanza, que sigue presa en la entretela y actúa como lastre empeñada en aliarse con las fuerzas gravitatorias. Me paro a veces a coger aliento, sobre todo cuando llueve, porque es entonces cuando más me cuesta recordar cómo era el sol, cómo era eso que brillaba siempre aunque fuera de mentira, hasta la madera brilla allá donde yo nací. Trola, es todo trola, que lo que brilla siempre es cuarzo, a veces alambre, y casi siempre una gota de agua de nada, un troyano, un trocito que se cayó del descosido bolsillo de otro. Me apresuro a recogerlo porque a menudo los céntimos vienen cargados de chispas, sobre todo cuando están de cara y no está Franco, hay otro tío, o no hay nadie, hay construcciones de esas que otros trajeron plegadas en un papel finito en el bolsillo de otro tiempo, del tiempo donde la queja tenía fundamento y sin embargo se ausentaba casi siempre. Miro en un libro gordo cómo era ese tiempo, cómo es que si está todo ahí escrito volvemos a caer una y otra vez en las mismas vicisitudes. Será la condición humana que también trajimos haciendo bulto, más que las otras cosas y siendo ésta una puñetera cualidad defectuosa que nos lleva a escoger mal a la hora de hacer el equipaje. Escoge tu tiempo, las vivencias y todo eso, lo otro, lo que cabe en los bolsillos y que se va cayendo por el camino, eso ya viene solo, y al igual que viene, también se va, y se olvida, y vuelves a coserte el roto para poder empezar de nuevo la historia de la humanidad.

martes, 11 de marzo de 2014

11-M

Me amarro la capa por las costuras desgastadas, evoco el recuerdo de los últimos años que han ido pasando haciendo bulto en el álbum de recortes. Me da frío el recuerdo del miedo y de los trozos, de las vías abarrotadas de objetos distribuidos aleatoriamente por la duda, por el viento, por la onda, escapándose con el último aliento de sus dueños que, confundidos, se miraban diferentes desde fuera de sus cuerpos. La memoria trae sentimientos de nuevo a latir, como esas viejas amistades que se frecuentaron en otro tiempo, me transporto a aquella mañana de un 11 de marzo, donde sólo la llamada de mi hermano me retuvo prisionera en esta realidad paralela. Congelada frente al televisor viendo la vida marcharse, escapándose las lágrimas de la impotencia de la incomprensión. Diez marzos han florecido y aún tengo ese sabor metálico en la boca, el sabor amargo de la aceptación de los débiles. Apuntan los índices acusadores hacia todos los flancos, hacia afuera, hacia el norte, despistando a propósito la voz de las conciencias. Madrid herida de muerte, acongojada, Madrid llorando en silencio por sus almas mutiladas, España entera se encoge para caber en Madrid. 192, hay números que no se olvidan, se empeñan en quedarse ahí rememorando lo que fueren, lo que son, lo que siempre significan.
Me amarro a la vida porque a veces, sin más, uno no vuelve a ver el sol.

domingo, 23 de febrero de 2014

Aún es invierno


El conocimiento lo tenía, la valentía no. Amanecía entre la bruma y en la niebla, agazapada, esperaba la llegada de la primavera. Vislumbraba entre sueños el despertar de los almendros, los valles y las cabañas. El invierno lo tapa todo con su manto despiadado. Se esconde en las sombras de los días efímeros robados al sol, en la noche que desprende los ecos desgarradores del clamor de las tinieblas. Y sin embargo, cuando amanece, sigue gélido al contacto, emponzoñado bajo el hielo; no se rinde ante la aurora porque no ha conocido el sueño todavía. Se desplaza con el viento que se ha llevado el rocío, dejando carámbanos mágicos que no entienden el deshielo. Se alarga la sombra errante del invierno, alcanzando aquellas cotas que en otras tierras ya han florecido. Miro desde la ventana el haz de colores que persigue a la umbría, aún no escucho su latido pero sé que se acerca. Los estertores del invierno se acurrucan en febrero, pierden fuelle algunas veces y se olvidan de las nieves. La estela  glacial se atusa el frío, se le escapan unos copos despistados que se quedan hasta marzo.  Despídete de ellos vieja escarcha, ya casi no te tengo miedo.  

miércoles, 12 de febrero de 2014

En la playa también nieva

Querido diario:

Hoy es el sexagésimo día en que el mercurio se sitúa muy por debajo del menos diez, ya no del cero, que eso puede resultar hasta cálido en comparación, sino que siempre se presenta como un número negativo de dos cifras que me da los buenos días desde la pantalla de mi teléfono móvil cada mañana al despertar. Van ya dos meses de glaciación. Los carámbanos de los tejados ya casi tocan el suelo, formando columnas de hielo imposibles en otros lugares. La nieve se amontona en las aceras, cubriendo papeleras y aparcamientos para bicicletas, arropando a las susodichas con un manto escarchado que sólo deja a la vista el sillín en el mejor de los casos. Y aun así, sigo viendo algunos tronados pedaleando cada día sobre el pavimento helado, como si nada, como si no fuera cierto que se congelan las lágrimas y que duelen los globos oculares, con un dolor sordo como el de los pómulos cuando se quedan al descubierto y empiezan a resquebrajarse. . . no exagero, la piel se agrieta abriéndose en laceraciones casi sangrantes, sólo casi porque la sangre ya no es líquida y por tanto, permanece coagulada en un estado de latencia infinita en plan "si no hay sangre, no hay dolor". Eso la sangre que circula, porque la de las piernas, por ejemplo, desaparece, dejando una especie de roncha rosácea que siempre está ahí cuando te quitas los dos pares de pantalones y los leotardos que van debajo. Por no hablar de manos y pies, ésos ya sólo puedes salvarlos poniéndote una oveja o aliento de dragón de frasco. Pero siempre nos quedará la "tela de muerto", esa especie de papel albal en ocasiones dorado con el que cubren a las víctimas de accidentes en carretera. Ese material que es capaz de mantener el calor del cuerpo y que, adosado al interior de un abrigo, es lo que te permite ir al trabajo en esta nuestra Narnia.  No obstante, y por eso de que a todo se acostumbra uno, cada mañana disfruto del crujir de esa alfombra de copo-crispi inmaculada que recubre las aceras, menos cuando resbalo y se me acelera el corazón porque pienso que voy a romperme la crisma... entonces sólo doy gracias por llevar una oveja con neumáticos en cada pie.

Llevaba días pensando en lo curioso que debe de ser ver la playa nevada, porque ese es uno de los muchos tesoros que esconde Boston y que en España es imposible de encontrar; así que abrigados cual cebolla de lana y albal, nos dirigimos a la bahía sur de Boston, una playa que hasta ahora sólo habíamos visitado en verano, cuando hace tiempo para recorrerla patinando. La sorpresa fue bastante grande cuando descubrimos que habíamos llegado a un lugar irreconocible, porque eso es lo que pasa con la nieve, que la ciudad se convierte en otra diferente, las aceras se estrechan, no recuerdas muy bien por dónde discurren los caminos, y todo parece distinto. Desde luego resulta imposible reconocer el parque en cuyos bancos nos sentamos a comer helado en otra era, a la sombra de unos árboles que ahora se encuentran desnudos y adormecidos esperando la primavera. El paseo marítimo no asoma por ninguna parte, entramos en la "playa", hundiéndonos hasta las rodillas en una nieve virgen que nadie hasta ahora ha considerado oportuno pisar. Una hilera de icebergs desordenados acampan en la arena con actitud intimidante. Sólo las gaviotas son lo suficientemente valientes como para poner sus patitas en unas aguas que no responden al nombre de hielo por la sal que las habita, porque de otro modo caminaríamos sobre ellas en plan mesías como si tal cosa.  

Es una postal espectacular que se dibuja casi a solas, vuelta hacia el público que componemos unos pocos privilegiados, los que pasean a sus perros y los que amamos la fotografía rocambolesca.  Esperaba encontrar una estampa curiosa, pero no doy crédito a lo que contemplo. 
Es un tipo de paraíso en cierto modo inverosímil; las piedras se achuchan elegantonas con sus sombreros y tocados de hielo, la arena sólo descubierta a medias por la baja marea, la playa completamente nevada imprimiéndose para siempre en mi retina, porque hasta ahora nunca me había parado a pensar que en la playa también nieva.


sábado, 1 de febrero de 2014

Raíces


¿Dónde se anclan nuestras raíces? Es difícil cuestionar que hayan de empezar o terminar en un sitio que no sea España, que no sea el país en el que nacimos, en el que nos criamos con la certidumbre de que viviríamos en él para siempre. Es complicado que otros entiendan por qué lo cuestionamos... Dominique me ha enseñado algo importante, y es que las raíces no se limitan a aquel país en el que nacimos, sino a todos esos lugares en los que vivimos alguna parte de nuestras vidas. Para él, un inglés de padre alemán y madre francesa, resulta que sus raíces se reparten por debajo de la tierra abarcando todos esos lugares, y ahora también Nueva York, Boston y cada uno de esos sitios en los que ha vivido en algún momento entremedias. Liliana, sin embargo, aboga por volver a Oporto. Después de cinco años en Boston la distancia adquiere cierta pendiente hacia arriba; volver a casa vuelve a ser eso, volver a casa, a pesar de que durante años el vuelo a casa era en el otro sentido. Pero ser madre ha cambiado esa ruta sin contemplaciones, y la soledad se ha hecho mucho más presente a este lado del mar. Y aun así, reconoce que una parte de su corazón pertenece a estas tierras, el tanto vivido se intensifica en el recuerdo hasta hacerse con un hueco considerable... al fin y al cabo ha traído al mundo a una pequeña americana.
Para mí, que tardé casi 30 años en salir de Madrid, o mejor, de Humanes, es todavía más intensa la sensación de enajenamiento. Ese interior que se agranda y que engloba otras cosas, nuevas siempre, distintas siempre, y que hace que tu visión del mundo se extienda y se estire, y nunca se vea limitada. Resulta muy difícil de explicar para quien no ha tenido nunca esta sensación, resulta que hoy he empezado a entender por qué Boston ya forma parte de mis raíces, al igual que Sevilla, y aunque no con tanta intensidad como mi ciudad natal, estas dos ciudades han aportado mucho a la persona que soy ahora. Y otras veces, cuando pienso no es el lugar sino el cómo, las personas con las que compartes experiencias, mis padres, mis hermanos, mis amigos de aquí y de allí, mi pareja, todos ellos han ido haciendo pedacitos de una historia que ha ido cambiando con las circunstancias. En los últimos tiempos he tenido que aprender algunas cosas casi a marchas forzadas, pero ese conocimiento me ha dado ahora esta paz, y he aprendido que es mejor equivocarse que nunca actuar. He recorrido caminos que muchos pudieron juzgar de equivocados, y hoy, desde el otro lado de las consecuencias, comprendo que si no los hubiera tomado, me habría perdido mi vida, me habría perdido quién soy en realidad, me habría quedado viviendo en una piel que sólo habitaba por costumbre. Pero lo peor es que me habría quedado sin saber lo que puedo dar de mí misma, incluso a pesar de mí. Habría sido feliz, sin duda, porque el que no conoce algo tampoco puede añorar su falta, y apenas puede comprender que otros lo busquen. Por otro lado, tampoco tengo intención de volver a ser una persona diferente, me costó mucho hacerme a puntadas cortas y apretadas, superar los miedos y la barrera de la costumbre, analizarme el alma y ver que no era como otros la veían, y sobre todo me costó aceptarlo. Luché contra sueños rotos cuyos pedazos me desgarraban desde adentro, y contra la ira de aquellos jueces que se atrincheraban en la rabia con los ojos cerrados y las manos en los oídos. Afortunadamente, he aprendido y ahora sé que no es malo el cambio, que no es malo ser diferente, que lo malo, en realidad, es ser lo que no deseas, aunque no lo sepas, lo malo es no querer averiguarlo siquiera. Por eso ya no tengo miedo, he superado la pena y la decepción, he aprendido a valorar los regalos de esta tierra a veces demasiado gélida, y a no dejar de sorprenderme a pesar de todo. He aprendido que de todo se aprende y que no es necesario que otros lo entiendan, pero sobre todo, he aprendido a aceptar lo que venga, incluso cuando viene desde adentro. ¿Dónde se anclan mis raíces? En lo más profundo de mí, donde nacen las decisiones y la pasión, la duda y las risas, donde residen  los sentimientos y cada pensamiento que genero. Mis raíces se anclan en lugares inamovibles, pero ilimitados, donde siempre hay sitio para evolucionar hacia una nueva persona, la misma, pero más completa.

PD. Para mi Rosi, ella ya sabe por qué.