lunes, 1 de noviembre de 2021

GiraSoles

La lluvia caía con esas ganas impertinentes de mojarlo todo a su paso. El viento doblaba los árboles en ángulos imposibles que acabarían partiendo los tallos más débiles. La tormenta sólo sabía venirse a más, creciéndose en las nubes plenas que colorearon el cielo de gris durante cinco días seguidos. Sol no tenía prisa por salir a este otoño mojado, sin duda prefirió quedarse flotando un poquito más en su burbuja de verano, así que siguó navegando en su propia órbita diminuta. Afuera el mundo podía esperar un poquito más, y decidió regalarle a su hermano unos días extra de hijo único. 

Empezó a doler con la insistencia de lo que ya se venía anunciando, dejando claro que había llegado la hora de salir a saltar en los charcos. Pero dudaba, se estaba bien en la burbuja de mamá, calentita y segura. Se hizo rogar, maestra del escondite del baile de los neonatos. Su pelo negro, en cambio, delataba su posición debilitando a la estratega, revelando además la sangre andaluza que ya corría por sus pequeñas venas. Sangre azul de princesa infinita, sangre valiente de guerrera sureña. Nacemos en medio de una batalla del ser humano contra la naturaleza, que nos da las armas justas para enfrentarnos al mundo sin haber sido preparados. De sus manos crecieron girasoles con grandes pétalos amarillos para acunar su pequeño cuerpecito de muñeca, girasoles de tallos largos enraizados a la tierra. Hicieron falta muchos intentos para sacarla de su trinchera. Ya derrotada se dejó ir, sumisa, dispuesta a mojarse en la lluvia, pero cien mil pétalos la envolvieron en una crisálida enjuta. Delicada y exhausta, perdida en su limbo, esculpida en hielo su carita de ángel, tanta paz trajo consigo que se paró el mundo por un instante. Tiempo que vuela, palabras vacías, canta un sonajero hecho de semillas, pero en realidad son pipas doradas al sol, reinventando ritmos que ya conocía. Suenan a su paso los tambores viejos, y las nubes se marchan bailando alegrías, recogen sus volantes de lluvia desparramada, y los girasoles se beben la vida. Abre bien los ojos, princesa guerrera, no pierdas el ritmo de esta letanía, escucha la nana que te canta tu madre que sabe de ritmos y de melodías. Tienes tanta luz en tu alma chiquita que apenas queda lugar para el sol, tendrá que echarse a un lado y dejar que nos ilumines, tendrá que cantar bajito y bailar a tu son, pues los girasoles ya lo tienen claro, sólo se voltean para ver a Sol. Bienvenida al mundo, pequeña guerrera.

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