El invierno ha sido largo, casi eterno... un pasillo angosto y lento, tortuoso. Faltó la nieve y el frío extremo, ausente el hielo en las aceras, no pudimos beber escarcha como el año pasado. Y sin embargo, fue un invierno triste. Boston se viste de noche demasiado pronto, las principales horas de luz son absorbidas por los fluorescentes en el interior de los edificios. Todos adquirimos ese color aceituna cuando nuestra melanina corre a esconderse bajo tierra hasta la llegada del sol. Hasta el Husky, genéticamente preparado para el clima más adverso, se enrosca sobre sí mismo y se pinta una máscara triste en la mirada.

Idefix es más optimista, pese al frío, quizás también porque tiene la suerte de contar con un jerseicito rojo para los días más duros. Se muestra impaciente, ansioso de sol, dejando escapar los suspiros por los huecos de la valla. Marchan lejos, sin aliento, él continúa esperando la llegada de la primavera.
. . . Y de repente, como si el calendario se hubiera empeñado en cumplir pronósticos preestablecidos, esta semana ha llegado la primavera con todas sus consecuencias. El domingo el sol resultaba casi molesto de tan insistente, las calles rezumaban vida, ganas de salir. Chanclas desempolvadas cual recurso indispensable, shorts diminutos dejando al descubierto piernas lechosas caladas de invierno hasta el hueso, y por supuesto, las bicicletas, que como bien dijo Fernando, son para el verano.
Cuando los "guiris" vienen a España en primavera, se vuelven locos, como si hiciera un calor abrasador, esas chanclas con sus correspondientes calcetines, esas pieles rosas laceradas por los rayos solares, aún tímidos en su mayoría. Nosotros no podemos entender ese afán por la ropa de verano en pretemporada... pero cuando vives aquí. . . ¡Te vuelves como ellos! El primer día me parecíó un poco exagerado dejar el abrigo en casa, pensé que podía refrescar por la tarde. Para mi sorpresa, por la tarde hacía aún más calor y cuando llegué a casa hube de abrir todas las ventanas porque venía sudando cual pollo acorralado. Ante tal experiencia, decidí que podía ponerme una chaqueta de entretiempo, de esas que en Sevilla te apañan el invierno. No obstante, en la travesía mañanera me crucé con tantas sandalias, tirantes y espinillas transparentes que no me quedó más remedio que convencerme de que la primavera se había instalado definitivamente. Y ahí que me encontraba yo, asada de calor con 18 grados en la calle y sobrándome hasta los zapatos. Hasta ahora, esa temperatura me resultaba fresca y ni mucho menos para pensar en quitarse el sayo. Ver para creer, el tercer día: ¡a trabajar a cuerpo! (citando una vez más a mi madre, que de éstas tiene un repertorio bastante amplio). Hasta Idefix y el Husky fliparon en colores cuando me vieron sin chaqueta. Aquí se encuentran presenciando el momento destape que aún no acaban de creerse...


..subidón,subidón!!!..viva la primavera!!!!
ResponderEliminarMe siento privilegiada por entender el último párrafo! ;D
..Muchos besos!!... Carol
Me alegra mucho que la primavera te haya calentado el corazón, parecía un poco escarchado. Seguro que en adelante irá tomando unos grados más cada día. No pensaba que te echaria tanto de menos, últimamente me ocurre cada vez que miro la pulsera que me regalaste, pero me alegra pensar que estás viviendo la experiencia maravillosa con la que todos hemos soñado, realizar tu sueño.
ResponderEliminarNo te escribo mucho por que ando muy liado con el curro, están despidiendo gente, y el trabajo se reparte entre los que quedamos, (pero como siempre ocurre unos cogemos más que otros).
Aquí la primavera también ha llegado seca y calurosa, ahora parece que quiere llover un poco (cosa que me encanta... ya sabes... soy signo de agua), ésta semana santa iremos a pescar, a tomar cañitas al centro y algún plan que se nos ocurra, (a la procesión no) y trataremos de olvidar la rutina por unos días.
Bueno, espero que nos veamos pronto.
¿Ya te he dicho lo orgulloso que me siento por tenerte como hermana?.
Muchos besos con torrijas... te quiero.
Tu chache grande.