lunes, 19 de marzo de 2012

¿Qué significa el exilio?

¿Qué significa vivir fuera de tu país? Para algunos y con los tiempos que corren... ser afortunado. Haber tenido la ¨suerte¨de encontrar un sitio en el que poder desarrollarte a nivel profesional, un mundo nuevo, todo por andar. Gente nueva, lección de culturas, de aprendimiento culinario (aunque sea internacional y limitado)... Muchos consideran esta etapa como una especie de erasmus tardío en el que te despendolas y haces todo lo que no has hecho en 30 años. Salir de lunes a domingo, conocer amigos ¨de paso¨, lo que conlleva una fiesta de despedida día sí dia no, ganar un buen sueldo, viajar... Pues bien, huelga decir que todo tiene sus matices. Estar fuera implica trabajar como si no hubiera un mañana, asustado ante la sola idea de volver a España con la palabra fracaso pintada en tu rostro, apremiado por la angustia de dejar en mal lugar a tu país, codeándote con un entorno laboral que en realidad no tiene por qué ser superior al que has conocido, pero sí más sano y más justo. Aquí no se hacen horas para figurar, para que el jefe vea que trabajas hasta la noche, sino para producir, para publicar, para realizarte, para sentirte motivado... para optar a ser alguien en el futuro. Y a cambio, el día que te vas una hora antes tus compañeros no se dan codazos, tu jefe no te pone en la lista negra y tu conciencia no se carga con un peso ridículo e inexistente de irresponsabilidad.
Estar lejos también implica encontrarte de cara con la soledad, con que por mucho que necesites tomar un café con tu mejor amiga, no puedes ni si quiera llamarla porque cuando tú sales de currar ella lleva horas durmiendo. Estar lejos significa añorar cosas tan corrientes como una tostada de pan tumaca con jamón, un paseo por las calles de Madrid, una caña en el bar de toda la vida, donde conoces a todo el mundo y donde todo el mundo te hace un leve gesto con la cabeza en señal de reconocimiento cuando llegas.
Estar fuera significa que corres el riesgo de que los niños, sobrinos, primos, hijos de amigos, que cuando te marchaste de España eran pequeños, no se acuerden de tí cuando vuelvas en vacaciones, que se escondan tímidamente detrás de sus madres preguntándose quién es esta tía a la que no conocen de nada. Estar lejos significa perderte todas las gracias de tus amigos, las coletillas cómplices con tus hermanos, convertir los recuerdos en demasiado antiguos y las cosas cotidianas en completas desconocidas.
Estar lejos significa no poder darle un abrazo a tu padre en el día del padre, ni si quiera poder preguntarle cómo fue el día, porque la franja horaria te la juega y cuando puedes coger el teléfono ya no son horas de llamar. A pesar de que desearías que el teletransporte fuera un hecho y poder aunque fuera pasar un minuto con la gente que más quieres, has de conformarte con el gran regalo de la tecnología, que no sólo te permite hablar, sino verte las caras con ellos, aunque sea los fines de semana, que es mucho más de lo que se podía hacer hasta hace poco.
Desde lejos la visión que la gente tiene de nosotros se deforma, pasamos a ser la hija de, o la amiga de... que está viviendo en Boston, como si fueras una esencia, un ente. Y despiertas cierta envidia momentánea en aquellos que siempre dicen: uy, qué suerte, yo siempre he querido vivir fuera de España. Bien, claro que sí, es una experiencia incomparable a nada que haya vivido antes, y desde luego no lo cambiaría por haberme quedado en mis viejos zapatos. Pero cuando miras a tu alrededor y absolutamente TODO lo que te rodea es nuevo, pierdes el equilibrio, el norte y el sur, pierdes la orientación y sientes un vértigo atroz. Al principio todo se magnifica y quieres vivir intensamente lo de aquí y lo de allí, y obviamente, no puedes. Con el tiempo, aprendes a restarle importancia a demasiadas cosas, y por lo que me han contado, cuando llevas mucho tiempo aquí, te haces inmune al ¨no puedo estar¨ aunque quisiera.  Y consigues que las cosas te afecten un poco menos. Y asumes que cuando alguien muere no puedes estar para consolar a los que quedaron desolados, cuando alguien cumple años no puedes estar para ayudarlo a soplar velas, cuando alguien te critica no estas para defenderte, cuando tu madre hace croquetas no estás para que te guarde un tupper... y cuando necesitas un abrazo, ellos no están para dártelo. Así que la suerte, o el esfuerzo, como casi todo, también tiene dos caras.

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