lunes, 20 de febrero de 2012

¡¡Vivan los bomberos!!

Cambridge relampaguea con el rojo crepitar de un fuego que se adivina calle abajo. El silencio de la noche roto por las alarmas que anuncian el fin de la paz. Mis pies se han soldado al suelo ante la visión de tamaño despliegue: un convoy casi tan espectacular como las llamas, predica a voces sirenas varadas iluminando cada centímetro de la calle. Se reflejan en el asfalto creando un efecto óptico de incendio en tres dimensiones, un mar rojo que surge de la nada y se traga sin masticar la melancolía de la noche. Pienso en el Bombi Bombero de mi hermano, ¿por qué este recuerdo? Es curioso lo que la mente puede abstraerse en un instante . . . Cómo impactan los bomberos cuando eres pequeño. . . o cuando ves los de Boston.
Camino irremediablemente hacia el epicentro carmesí, sobrecogida por el potencial de los acontecimientos. Aún no he visto llama alguna, pero me han adelantado tres coches de bomberos que tenían hora con el diablo. Dos manzanas después se materializa ante mis ojos un camión sacado de una peli de los 70. Si no fuera porque lo veo moverse, pensaría que es una maqueta a tamaño real. Are you from the past? Maaadre mía, las ventanitas de madera y el letrero cuyo fotolito sirvió para serigrafiar circos y ferias de todo el mundo durante décadas. Y aun así, le da un aire vintage que parece producto de un complejo estudio de diseño.
Dentro del camión, los bomberos preparados para la acción, con esos sombreros que tantas veces hemos visto en las pelis, y que siembran en mi mente, ahora incrédula, grandes dudas acerca de su utilidad. Cuando tomo la foto, sonríen y muestran sus pulgares hacia arriba (lástima que la cámara de mi móvil no tenga suficiente resolución para este momento histórico): y pienso ¡que vivan los bomberos! (este pequeño guiño va por tí, Luli). Estas maravillosas personas que se juegan la vida en tantas ocasiones. Aquí supongo, puesto que están un poco más concienciados con la naturaleza, que no se dedican a quemar los bosques en verano, como ocurre en Galicia y en otras zonas maravillosas de nuestro país, donde cada año miles de hectáreas de vida mueren pasto de las llamas. Aquí además hay muchos parques de bomberos, en pocos kilómetros a la redonda desde mi casa ya he visto dos, o sea que imagino que la frecuencia es bastante más elevada que en España. Para estas cosas los americanos son muy americanos, y la seguridad es lo primero. Me asomo para cotillear un poco la razón de tanto revuelo, no veo llamas por ninguna parte ni gato hastiado subido a un árbol. Para mi gran decepción, yo que esperaba ver lenguas de fuego chamuscando los pies de dios, y no veo más que un bombero en el porche de una casa. Creo que alguien se ha dejado las llaves puestas por dentro. . . ¡Vivan los bomberos!

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