sábado, 11 de febrero de 2012

Laundry

Qué poca importancia le damos a algunas cosas por su mera cotidianidad. Por ejemplo, la lavadora. Ese gran electrodoméstico que muchos sólo aprenden a utilizar cuando se independizan, y otros nunca llegan a tener claro que los colores y el blanco no han de mezclarse (a menos que quieras calcetines de color "chochomona", que entonces sí). Pues bien, en América es raro el hogar que cuenta con una de estas maravillosas máquinas. Lo normal es que en el sótano de los edificios de apartamentos, se coloquen lavadoras y secadoras que funcionan con monedas. Y en este momento es cuando la mítica imagen de Friends te viene a la memoria, exacto, así es. Algunas casas del estilo de la mía, donde hay dos o tres viviendas, también pueden tener una lavadora en el basement, pero no es mi caso. Y ahí nos ponemos en el tercer supuesto, el de localizar la lavandería más cercana a tu casa. Hay muchas y lo normal es que no tengas que andar más de diez minutos para encontrar la tuya. Claro, que diez minutos pueden ser una eternidad cuando cargas con una tonelada de ropa sucia surcando la nieve. . . Un problema añadido para la gente que, como yo, vive sola o con una gata que no lleva vestiditos, es que la capacidad de carga de las máquinas es industrial, por lo que necesitas acumular bastantes prendas para poder llenarlas. No es sólo cuestión de ahorrar agua, es que cada lavado cuesta 3 dólares, y además, ya que vas, pues aprovechas el viaje, que la verdad es que da bastante pereza.
Yo llevaba retrasando el "momento laundry" desde hace un mes. Decidí que comprarme más ropa interior era un parche ideal. Mi intención era ir a lavar el sábado por la mañana, que es el día oficial del "aviado", pero las predicciones anuncian nieve para todo el día. Así que en la tarde del viernes he tomado la decisión de coger todo el contenido del cesto de la ropa sucia, que estaba empezando a ser superior al del armario-vestidor, y cargarlo en el carrito de la compra que tan sabiamente me agencié en Ikea. 
Porque esa es otra, aquí la gente utiliza unos carros de rejilla metálicos que son lo más incómodo que he visto en mi vida. Y los usan también para la compra. Pero es como si fueras a comprar con un minicarrito del Carrefour y tuvieras que acarrearlo por toda la calle. . . al menos es plegable. Cuando llego a la lavandería, primera cuestión: ¿Hay alguna lavadora libre? Yo utilizo las más pequeñas, que vienen a ser como las de carga 8kg que venden en España. Luego hay otras que son como las de las tintorerías, y éstas las usan sobre todo las familias que tienen críos. Y también están las de carga superior, que yo no las uso por principios: son antiguas para una europea como yo, no puedo caer en la retrogresión de esa forma... aunque ahora vuelven a ser cool.


A la izquierda secadoras, de frente el kiosco de detergentes 
y a la derecha la mesa de doblado







La segunda cuestión es el detergente, que se puede comprar en el "soap center" utilizando la moneda oficial de la lavandería, que son las de 25 centavos, o puedes llevarlo de casa. Venden incluso unas toallitas para que la ropa no pierda el olor a limpia tras el secado. Yo me hago unas alícuotas en un tupperware y listo, por supuesto, detergente para blanco por un lado y para color por otro, aleccionada voy, mama, aunque aquí no hay Micolor y la ropa no huele a casa. . . :(. 



 







Una vez cargada y añadido el detergente, echas las monedas como si fueras a jugar una partida al tetris, seleccionas temperatura y centrifugado y al cabo de 35minutos está lista para la segunda etapa. En ese tiempo, mucha gente permanece allí, leyendo un libro, hablando por el móvil, etc. A mí me gusta aprovechar para hacer recaos. Porque, a diferencia de lo que ocurriría en España, aquí nadie toca tu ropa aunque lleve ahí abandonada más de una hora. 
Tras el lavado, sacas todo, lo cargas en un carrito de los que tienen allí, que son de rejilla metálica con ruedas (que se ve en la primera foto), y lo trasladas a la banda de las secadoras, que si las lavadoras son grandes, las secadoras son gigantes. Seleccionas temperatura y según las monedas que añadas, así tarda en secar, 25centavos 6 minutos. Más o menos una media hora. En este segundo tiempo muerto, más de lo mismo.
Luego sacas toda la ropa, exponiendo lo mejor y lo peor de tí ante todos los que están allí, claro. Aquí se descubre si usas sujetadores con relleno, esquijamas, sábanas de Bob Esponja o bragas de cuello vuelto. Lo esparces todo sobre la mesa destinada al doblado y empaquetado y procedes a cumplir tu sueño de ser dependienta de Zara por un rato. Luego vuelvo a meter todo en el carrito de lunares y fin de la historia! Eso sí, la ropa sale planchada y no necesitas más que guardarla en el armario al llegar. Lo único es que poco a poco, los estragos de la secadora van haciendo que se te queden los pantalones pesqueros, los jerseys para las muñecas y las mangas afrancesadas, pero como aquí son tan horteras (de eso ya os cuento otro día. . .), pues les da exactamente igual.
Es relativamente cómodo, una vez superada la pereza de empezar, puesto que no hay que esperar días para secar ropa ni planchar. Pero ausenta algo fundamental: el olor a ropa tendía. . .

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