lunes, 28 de noviembre de 2016

Acción de Gracias 6.0

Ya tocaba, digo yo, ser anfitriones de este día tan señalado en la cultura americana. Cinco pavos fueron asados en otros hornos, a la espera de que un buen día, medio americanizada ya, esta servidora se dignara a usar su propio horno para tan esperado asamiento.  Gravy de tetra brick, mashed potatoes a mansalva, como si no costara, como si se nos hubiera ido de las manos y hubiéramos pelado unos 3 kilos de patatas... y claro, pues había de cocerlas, y aplastarlas, y sazonarlas... y mantequilla que no falte, ay de ti si piensas que el aceite de oliva tiene algo que hacer en esta receta. Para receta, la del pavo de Miquel, que consiste en apuñalar primero a la víctima ya expuesta de patejas hacia arriba, con ese agujero que lo hace parecer una vasija enorme dilatando. Después, por debajo de la piel, una buena friega de mejunje a base de cilantro, salsa perrins, azúcar y ajos como si fuera mi padre el que los pelara (vamos, ingencia infinita). Bien embadurnado entre músculo y pellejo, por dentro y por fuera, se dispone a pasar unas cuantas horas en el horno, llorando jugos, alimentando nuestras expectativas que mientras tanto se van nutriendo de aceitunas, paté de ídem, queso manchego, salsa de arándanos y otras delicias, que al fin y al cabo, en lo que consiste este día es básicamente en llenar el buche en un no parar de ir y venir con pizcas de todo un poco. Y para el que pueda, un buen Rioja de la otra tierra.

El relleno, de dos tipos, porque las cosas o se hacen bien o no se hacen. El tradicional, hecho a base de pan y que viene preparado para abrir y remojar (no vayamos a venirnos arriba con la receta de todo hecho desde cero, ni que fuera esto Castilla). Y luego el otro, el exótico, a base de arroz, frutos secos y pasas (de las manzanas más bien nos olvidamos, aunque también llevaba en la receta original), todo cocido en los jugos del ave que, como no fueron suficientes, hubieron de adulterarse con vino blanco (que a mi madre siempre le ha funcionado con el pollo, y total, pollo y pavo debieron de ser lo mismo en algún momento ancestral). Este arroz quasicocinado se introduce por la trasera del ave dorada que empieza a oler que alimenta, y terminará de hacerse en aquel lugar que una vez ocuparon las entrañas y por donde ahora se le escapa la vergüenza a la pobre criatura. Vamos midiendo la temperatura en pechuga y muslos, sin tocar hueso, con un termómetro exactométrico que decide cuándo es el momento adecuado y álgido en combustión. Y mientras, regando con la megapipeta, no se nos vaya a secar el tema.
Por fin, a eso de las 5 de la tarde, llega la hora de la verdad: ¡El trinchamiento del pavo! ¡Qué nervios! Armados de cubertería recién estrenada y con más apetito que hambre, metemos mano al esperado manjar que empieza a tornarse del color del tizne por la vertiente externa.
Cuchillos y tenedores contra platos: clic clic clic... nadie habla, un buen dictamen conlleva una gran responsabilidad... Un pedazo de composición artística vuela hasta mi boca pilotando un tenedor que se agita con regocijo: ooooh sí, este pavo sabe a experiencia nueva de esta madrileña en USA, a hogar, a amigos sentados a la mesa, sabe a razones por las que dar las gracias en este día tan señalado. Y de paso, gracias a la vida, que me ha dado tanto...
48 horas después ya estábamos recelebrando el Thanksgiving de las sobras, con la población multiplicada por 3 y aún así incapaces de dar fin a tanta pechuga y alas... ¡parece que hayamos cocinado un velociraptor! Hasta la Loli ha degustado este plato rebosante de carisma... si al final hasta la gata se me hace americana... Porque donde uno va, siempre ha de apropiarse de las buenas costumbres. Y de postre, ¡tarta de gin tonic! porque las buenas costumbres siempre pueden mejorarse con un poco de imaginación y buena voluntad ;)

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