martes, 19 de mayo de 2015

Sol

Se anunció con claveles púrpura que brotaban de las entrañas de su madre en un goteo impertinente que apostaba por drenarse antes de tiempo. Tres semanas antes de lo marcado en el calendario lunar decidió que ya era hora de dejar el techo angosto de mamá, que era hora de plegar membranas y partir. Apoyó sus pequeñas manitas sobre la bolsa que la contuvo y que fue creciendo con ella durante los meses previos, mientras sus células se dividían y se diferenciaban; apretó con fuerza y se empeñó en ver mundo, ¡qué jodida, cómo sabía que el invierno se había acabado! La alborada sorprendió a Teresa de piernas cruzadas en el sofá, sintió la caída al vacío de aquel ramo de claveles arrojados con torpeza desde adentro. Susto, miedo, preocupación, prisas... cediéndole el paso a un pánico que se apoderó del color de sus mejillas. Sola en casa, teléfono en mano, primero el futuro papá, luego el médico... Esa extraña burocracia americana que dicta una llamada de teléfono de minutos infinitos cuando uno siente que la vida pasa demasiado deprisa. Conexión con un agujero negro al otro lado de la línea, voces sin rostro que encima hablan en otro idioma, ese que en este momento ocupa un lugar minúsculo en tu cerebro. Aún así, por algún extraño motivo, salen las palabras y hasta puedes deletrear tus apellidos, siempre conveniente, suerte si corto. En esa tribanda interurbana que conecta a la familia bostoniana, recibimos la llamada de teléfono. Corre, vuela, deja todo, la casa se queda en pausa como si nos hubieran abducido, todo en suspensión, la sangre no deja de brotar. Tras quince minutos eternos cruzamos las puertas de urgencias. Javi pilota la silla sobre la que Teresa vuela por los pasillos y luego de una planta a otra, liviana, pálida, sujetando su gestación contenida a duras penas y sin rastro de contracciones. Las horas se niegan a correr, ahora el tiempo parece estirarse... todavía quedan 24 horas, pero eso aún no lo sabemos. Al fin la rodean con esas tiras elásticas y le ponen los monitores, el corazón de Sol bate alas y Teresa recupera el color.
Finalmente, y ante la insistencia de la pequeña estrella que se empeña en emerger, inducen el parto y ella sale como una exhalación, le falta el tiempo, ya viene a comerse el mundo. Eso sí, al filo de la medianoche, como buena española, que aunque haya nacido en América viene con las costumbres castizas bien aprendidas. Formada del todo, con todas sus piezas encajando a la perfección en su pequeño cuerpecito de muñeca. Sobrepasa los 3 kilos, como para demostrar que tenía sus razones para querer salir ya, y mama como si se hubiera leído el manual de instrucciones antes de llegar. Esta niña apunta maneras, acepta retos sin despeinarse. Es suave, delicada, huele a nuevo y a vida. Y también lleva alarma antirrobo, sí, rodeando su diminuto tobillito lleva una alarma al más puro estilo "zara" que pita cuando se corta o se arranca... Corroborado por la enfermera, que cuando la cortó para darles el alta la lió parda y un pitido alarmante resonó en toda la planta. Confirmado, aquí niños robados, los justos.
Sol, una letra en cada casilla y sobrará espacio en todos los formularios. Sin lugar a diminutivos, reina de helio, tocaya del astro rey, . Sol abre mucho los ojos para ver bien el mundo, se empapa de vida, acaba de llegar y lo tiene todo por aprender. Lejos de los abuelos, que tuvieron que reprogramar el tiempo para venir a conocerla, Sol y sus padres se encontraron rodeados de todo el calor que genera nuestra pequeña familia bostoniana. Un montón de tíos y tías con acento madrileño, cordobés, alicantino, gallego, catalán, sevillano y ¡hasta de la Alcarria!  que orbitarán en torno a ella para que la niña crezca en un pedacito de España; para que no se sienta nunca extranjera en ninguna parte, para que tenga siempre abrigo en esta tierra gélida donde la gente se rodea de una burbuja invisible tipo Super Pang. Este pequeño trozo de tierra que también gira en torno al Sol, pero que no tarda 365 días, ¡qué va! cinco minutos son suficientes para rodearla de achuchones. Y la luz de esta estrella peculiar que acaba de nacer es una energía renovable que nunca se agota, porque es la energía que mantiene en funcionamiento nuestro Sistema Solar particular. Bienvenida al mundo, Sol.

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