domingo, 11 de enero de 2015

Bajo cero

Ya se ha helado el río, ya las aceras resbalan, ya se duermen las puntas de los dedos incluso debajo de los guantes de insulate. Ya se requeda la nieve, y en ella nacen caminos de las huellas de neumáticos, de las meaditas de perro,  pero aún son imperceptibles las rodadas de bici de los incautos.

Y de esta pasta que fui nacida ha resurgido otra menos trémula; las capas me van sobrando como a un nepalí en el trópico, y descubro qué es eso tan gore de la adaptación al medio. Pues sí, camaleónica forzosa, que no por ello forzada, me encuentro con que me parece de lo más normal pedalear 7 kilómetros con una sensación térmica de 28 bajo cero, y hasta sudo, habráse visto, una ex-friolera redomada. Eso sí, lo del sillín, pues repatea, porque te deja las partes bajas frescas y ciertamente un poco acobardadas. Sin embargo solamente se ha congelado el freno trasero, así que mientras pueda aprovecharé esta tregua que me brinda el delantero y seguiré robando sendas al invierno que aún no está del todo echado.

Sábado por la mañana, menos diez, cojo las llaves del coche, voy a comprar en coche aunque esté a un paso, ¡hay menos diez!... No obstante,  también bufanda, gorro y guantes, por si acaso, no vaya a ser que surjan imprevistos. Y tan imprevisto, que pongo un pie en la acera helada y recibo el sol con esos guiños involuntarios. Cambio de planes, me voy andando, hace una mañana estupenda.

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