Miles de personas preparándose durante meses, durante años, para correr en la maratón más antigua e importante del mundo, la de Boston. Corredores de todos los países, de todas las nacionalidades y religiones vienen a nuestra ciudad para vivir el día del Patriota con el corazón latiendo a acelerones y kilómetros tatuados en las plantas de los pies. Muchos vienen acompañados por sus amigos, hermanos, padres, hijos... y la multitud se amplifica exponencialmente con los que viven por aquí cerca, que no quieren perderse un evento tan especial como éste que se convoca en Boston cada año. Todos los corazones llenos de energía positiva, de aliento y de ánimo para el que llega exánime a la meta. Por eso nadie puede comprender el ruido, el miedo, los trozos, los colgajos, la sangre, los gritos, las lágrimas, el silencio de los tímpanos reventados, el vacío de los huecos que dejan los miembros amputados, el consuelo inalcanzable de las manos que se extienden a la nada, el temblor de los principios, de la fe, la oscuridad infinita que atrapó a Martin, Krystle, y Lingzi para siempre.

Lo que no tiene nada que ver con España es la actuación policial, que si en las películas parece exagerada, es simplemente fiel a la realidad. Remover cielo y tierra es poco para lo que hacen estos tíos. El jueves a las 6 de la tarde aparecen publicadas en internet las primeras imágenes de los terroristas, y a eso de las 12 de la noche escuchamos helicópteros. En twitter contaban que había habido un tiroteo en el MIT, en principio sin conexión con el atentado. Cuando me levanté para ir al trabajo el viernes por la mañana tenía un correo del hospital, "código ámbar", no se puede salir de casa hasta nueva orden. el metro y tren no funcionan, los taxis tampoco, las universidades cerradas, el tráfico altamente restringido, la calle desierta. Pegada al televisor voy siguiendo en directo las breaking news... Uno de los terroristas de la maratón ha muerto en un tiroteo con la policía y tienen cercado al segundo en un barrio residencial de las afueras de Boston. Lo están buscando casa por casa, ¡puerta por puerta!, más de 7000 policías han pasado la noche en vela, más de un millón de personas nos quedamos todo el día en casa con orden expresa de no abrir la puerta a nadie que no sea un agente uniformado. Atrapados bajo lo que más tarde comprenderíamos es la mayor táctica jamás contada para el efecto jaula. Imposible escapar a los Swats, los troppers, la policía estatal, federal, el FBI y la Interpol trabajando codo con codo por una misma causa. Una auténtica película de acción con final feliz sólo a medias, Dzhokhar Tsarnaev es detenido dentro de un barco tapado con una lona en el patio trasero de una casa. Sólo tiene unos cuantos tiros pero está vivo, sus víctimas no han corrido la misma suerte... ahora toca esperar a la justicia, que por suerte, es bastante más justa que la de España.
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