lunes, 21 de mayo de 2012

La temporalidad

¿Qué se necesita para que una casa deje de ser sólo una casa y se convierta en un hogar?
Temporalidad, una palabra que resulta abrumadora cuando se mira de cerca. ¿Qué se considera temporal? ¿Cuándo algo deja de ser temporal para convertirse en indefinido? Si hablamos de contratos laborales, la cosa está clara... nunca, uno siempre es temporal, sobre todo si la rama que ha elegido es la de la investigación. Para los ajenos al mundillo, la investigación funciona por proyectos que concede el ministerio, alguna entidad pública, hospital, fundación, etc. El investigador pide un proyecto con un presupuesto asociado y una duración estimada que suele oscilar entre uno y cuatro años. Si resulta que se lo conceden, esto se traduce en que al final de dicho periodo, el becario de turno tiene que empaquetar sus ilusiones y buscar un nuevo camino. Y así, los investigadores españoles nos convertimos en nómadas que aprenden a prescindir de muchas cosas excepto de las ganas de avanzar.
Llegas a un sitio nuevo, nuevas caras, una ciudad diferente, otro sistema de trabajo, un nuevo principio. Buscas una casa compartida o no, según las circunstancias, y tratas de hacerla tuya porque de lo contrario, tu condición de nómada te erradica del padrón de cada ciudad que te ve marchar. Al principio piensas que da igual, que como es temporal, no merece la pena esforzarse mucho en decoración, muebles, cortinas... todas esas cosas que le restan blanco a la pared. Sin embargo, cuando llegas cada día a una casa inmaculada, ausente sofá, te sientas en la única silla que tienes y miras alrededor, el vacío te absorbe. Entonces decides que tienes que colgar unas fotos de los amigos, de la familia... convertirlo en algo tuyo. Esto ya no te ocurre la segunda vez que llegas a una nueva casa, porque entonces ya vas preparado con unas cuantas fotos, tarjetas, dedicatorias, y pequeños tesoros que pueden colocarse descuidadamente en cualquier parte. Pero cuando la temporalidad empieza a estirajarse, el hueco de pared que asoma entre las fotos se hace cada vez más presente. Pasas de no querer comprar nada por no tener que cargar luego con ello, a comprender que el luego no ha llegado todavía. Comienzas a acumular cosas que no tienes dónde guardar porque no hay cajones. Y decides que es el momento de hacer un pacto con la temporalidad y cubrir los vacíos silenciosos. Para este propósito, los suecos han inventado la octava maravilla del mundo, y digo del mundo porque Ikea está por todas partes, y sí, en todas partes es lo mismo. Muebles que han llegado a un acuerdo con la vida itinerante y los espacios reducidos, que pueden montarse y desmontarse con tanta facilidad que hasta yo puedo hacerlo. Materiales ligeros y baratos que le dan tregua a tu bolsillo para montar un hogar allá donde vayas, aunque el núcleo del calor provenga de una lámpara de papel. Además, la ventaja de que en todas partes las cosas sean exactamente iguales es que puedes recrear tu casa una y otra vez, con diferentes efectos, fusión de temporalidades, y desde luego, haciendo que el lugar donde vives sea de verdad un hogar y no sólo un techo bajo el que pasas la noche. En Boston, cuando tu estancia llega a su fin, puedes poner un back yard o un email en la lista de Iberia y vender todas tus pertenencias para los que llegan en ese momento. Y mientras, tú, llegarás a otra ciudad, caras nuevas, un sitio distinto, una casa diferente... y vuelta a empezar. Construir un hogar es siempre una ilusión, y así ha de ser, porque si no, estaríamos perdidos, ¿quién puede guardar toda su vida en una maleta?

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