He de reconocer que al principio no me
seducía la idea… ¿para qué contarle mi ciencia a un puñado de españoles,
eminencias, eso sí… si ninguno de ellos trabaja si quiera en mi campo? ¿qué
puedo aportar o rescatar de un encuentro de científicos españoles en USA?
Pero eso fue antes de entender que uno
siempre debe conocer el público al que va a dirigirse antes de preparar una
ponencia sobre cualquier tema. Las charlas divulgativas resultan tan
inteligibles y entretenidas que hasta hay que cortar por falta de tiempo de lo
mucho que se alargan en discusiones y preguntas. La avidez de conocimiento nos
trajo aquí, y nos lleva de un lado a otro sin contar con nuestra voluntad… y
que así sea siempre. Pronto comprendí que no sólo es importante lo que uno hace
en el laboratorio o el despacho, sino la manera de transmitirlo más allá del
oído experto de los congresos especializados.
En el encuentro de españoles científicos
en USA que tuvo lugar en Washington la semana pasada se escucharon nombres tan
importantes como Valentín Fuster, Emilio Castilla o Susana Martínez Conde,
entre otros muchos que ya han quedado citados en otras crónicas. Pero no sólo
resonaron sus nombres, sino sus voces… esas voces con acento español que tanto
tratamos de disimular en inglés, y que son, en cambio, el orgullo de nuestra
nación, porque han sido capaces de traspasar fronteras y asentarse entre los
grandes en los Estados Unidos de América, como hiciera en su día el gran Severo
Ochoa. Y sentados en ese trono de sabiduría que se construyeron a base de
experiencia y esfuerzo, nos hablan de su ciencia y de su trayectoria
profesional en una lengua y un contexto tan cercano que nos parece imposible la
empatía que sentimos.
Uno llega a este país sujetando su título
humildemente bajo el brazo, sintiéndose diminuto entre todos esos doctores de
Harvard y otras universidades de prestigio que lanzaron su birrete a un cielo
pintado de barras y estrellas. Uno tarda mucho tiempo en descubrir que en
España se forman mentes maravillosas, que tenemos una suerte inmensa con el
sistema educativo para todos, que sólo nos falta querernos un poco más para
comernos el mundo y disfrutar del éxito. Por eso es loable el esfuerzo que han
hecho todos los ponentes y asistentes a este evento que, de manera totalmente
altruista han querido devolverle al mundo un FAVOR con mayúsculas, regalándonos
su experiencia y generando un ambiente cercano con los pies en una tierra que a
menudo es bastante fría en las relaciones profesionales.
Ya no queremos oír que no hay dinero para
investigar, que la ciencia es un sueño que sólo se vive más allá de nuestras
fronteras. Al contrario, este acto nos ha dado una inyección de energía
positiva y de ganas de cambiar el mundo, y de pensar que políticos y
científicos podemos hablar el mismo idioma, el español.
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