miércoles, 7 de mayo de 2014

Esos amigos desconocidos

De esas noches mágicas que uno no quiere que se acaben nunca. Porque es maravilloso estar rodeado de tu gente, de los que en otra vida fueron una parte importante de ti, y aun hoy, pasajeros de un viaje que se abarrota con charlas y encuentros fortuitos, reconoces en sus miradas ese brillo del orgullo que normalmente se asocia con los padres. Shomi siempre fue como un padre para mí. Es sorprendente que de todos los jefes que he tenido, y han sido muchos, haya tenido que ser un hindú-británico el que más me ha arropado. Lejos de ser una barrera, las diferencias culturales nos acercaron y por una vez no necesité el castellano ni el sentido del humor para establecer los lazos que ahora nos unen. Reencontrarnos cada año en este congreso es siempre un momento dulce, y en secreto me reconforta ser poseedora de la admiración de una persona a la que jamás llegaré ni a la suela de los zapatos. Allá donde vaya, todo el mundo lo conoce, lo estima, lo admira... Shomi se hace querer. Y en su campechanía infinita me lleva del brazo a todas esas recepciones en las que lo mismo se codean los Natures que los premios Nobel. Ya he aprendido a no interrumpir el aliento cuando esto pasa, a crecerme en lugar de hacerme más pequeña y a estrechar con seguridad las manos de esos hombres y mujeres (más a menudo hombres que mujeres) que han contribuido a mejorar el mundo en el que nos movemos. Incluso son divertidos, quién lo diría, igual es que me estoy haciendo mayor.
Aun con todo, cuando llega la hora de la verdad, Shomi se comporta exactamente como lo haría mi madre; esto es, coge la cámara de fotos para inmortalizar el momento en el que me toca exponer mi trabajo y henchido de orgullo desparramado me dice: - "cómo has crecido". Y es de estas cosas que sabes que le salen de muy adentro, y sé que si alguien se alegra más que mis padres de que las cosas me vayan bien por estos lares, ése es Shomi. De su mano salté en ese trampolín que me dejó caer por aquí, y si a alguien debo el privilegio de esta experiencia, es a él.
Hay veces en la vida que te cruzas con personas que son ciertamente claves para el desarrollo de los acontecimientos futuros, y yo supongo que aquel día en que decidí aceptar un trabajo en Sevilla, las vías empezaron a moverse irrevocablemente en otra dirección, en esta dirección, solo que yo aún no lo sabía. Y después de mucho vivido, vuelves a encontrarte con la misma gente para hacer recuento y sorprenderte del tiempo que ha pasado. Y en cambio tengo la sensación de que si me hubiera quedado allí, mi tiempo habría sido de algún modo más corto, menos productivo, y en esa vida paralela que no he vivido me habría perdido grandes cosas. No siempre conocimiento, ni reconocimiento, ni si quiera felicidad. . . hablo de esos pequeños logros y concesiones que a veces te da la vida. Aprender tanto, conocer ciudades, conocer gente de todas partes, ciudadanos del mundo, y aprender a abrir la mente cada día un poquito más. Y llevarme a casa nuevos amigos que ayer ni si quiera conocía, pero que en un futuro, quién sabe, pueden resultar haber sido personas clave en el curso de mi historia.