Jueves 7 de febrero, los periódicos anuncian en portada la inminente tormenta, adjuntan fotos de archivo al titular: ¿estás preparado para esto? En las fotos, la nieve se alza sobre las cabezas de unos cuantos señores abrigados hasta las cejas. Avisan de que el viernes llega un "blizzard" o "tormenta de nieve que te cagas". . . se declara el estado de alerta: "Snow Day". Esto implica que se cerrarán los colegios, que cortarán el metro y el tren a eso de las 3.30 pm, que las carreteras se quedarán desiertas, que el fin del mundo se avecina y que hemos de comprar provisiones y estar preparados. La frase más escuchada es: "comprad agua". Y yo con la nevera vacía... desde que se fueron mis padres esto no ha vuelto a ser lo mismo. Así que me salto mi clase de Zumba del jueves por la tarde para ir al super, como todos los demás habitantes de la ciudad, por lo visto, porque al llegar allí la situación es dantesca. Aquello parece un hospital robao: hojas en los estantes donde antes había verduras, fruta arrasada, embutido menguado, colas infinitas para pagar. . . en mi vida había visto tanta vida en el super. Todos llevan garrafas de agua, artículos de primera necesidad (véase pizzas, salsa barbacoa y galletas tamaño pizza). En fin, todo eso que ves en las películas que no son exageraciones del guión sino que viene con el americano de serie.
El viernes por la mañana me despierto nerviosa, como si vinieran los Reyes (los magos, no Juancar y Sofi), el cielo está cabreadísimo, gris opaco, pero todo parece tranquilo. La calle se me antoja desierta, no hay niños esperando el bus, apenas tráfico. . . aumentan mis expectativas. Me paso el día metida en cultivos celulares donde no hay ventanas, y cuando salgo, a eso de las 3 de la tarde, la tormenta ha hecho aparición tímidamente. Nieva hacia todos lados, es mi sensación al mirar por la venta, pero cuando salgo a la calle compruebo que lo que hace es un viento vendaval, que si te descuidas te lleva a Canadá sin pasar por la aduana. Apresurémonos en llegar a casa, eso sí, disfrutando de este evento meteorológico.
Los coches están enterrados literalmente bajo la nieve. El paso de los quitanieves no mejora la situación de las aceras, que se han convertido en pequeñas estaciones de esquí improvisadas. Todos se apresuran, armados de pala y paciencia, a quitar toda esa nieve inconveniente de sus vidas. Ver para creer, si esto pasa en España, estamos un mes incomunicados y muchos perecerían intentando mover el coche a lo bestia.
P.D. Para Covi que vio tantas cosas bonitas en Boston, y que se perdió tantas otras. Tendrás que volver en invierno ;)
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