domingo, 5 de agosto de 2012

Hasta luego, Madrid

Madrid se perfila a lo lejos y queda triste, esta noche ha llovido tímidamente, el olor a tierra mojada me ha devuelto muchos recuerdos de años pasados, memorias impresas en papel mojado. Agosto es un mes bonito en Madrid, los coches ausentes, el metro vacío, las terrazas llenas de guiris, hasta los parquímetros se relajan . . . Madrid es una siesta plácida del ajetreo, detenido por unos días para coger fuerzas, el año es demasiado largo. . . Eso pienso yo ahora que vuelvo a Boston. Las playas del Mediterráneo aún tiernas en mis tobillos, la arena blanca, infinita, presa en muchas de mis prendas. Retengo el sonido del mar, ¡es sólo mío! las olas tatuadas en la orilla. . .  Quiero volver, quiero que España funcione y no tengamos que irnos más, quiero despertarme cada día en el mismo huso horario que mi gente, no quiero ser emigrante otra vez. He aquí mi sino, sé que este sentimiento pasará cuando ponga un pie en Boston, cuando empiece de nuevo la rutina que se ha pausado en mi otra vida.
Además, las vacaciones han sido intensas. Los moros y los cristianos me acogieron por unos días en sus filás, como si fuera una hija más de la tierra. Me hago pasar por española. Primero mis padres, a golpe de carretera, poquito a poco, para que duela menos. Mar y Paula me abrazan desde Ibiza, demasiado lejos, pero lo noto aquí mismo, alrededor de mi cintura, quema en la piel.  La primera de mis Vanes se marcha dejándome un sabor agridulce, demasiado breve, pero taaaan intenso, (te echaré tanto de menos que las manos se me duermen ...) la segunda Vane recarga mi corazón de latidos, por si acaso, para estos días en que la añoranza quiere sentarse a mi mesa. Van quedando en el camino hasta la próxima, los puñados de palabras en el aire. Lauri siempre tan delicada, mi niña de azúcar, que es tan dulce que podría causar diabetes a distancia, cuánto amor. El destino pone más gente en el camino, para que sea más duro aún, o más dulce, según se mire, porque aún siento en la mejilla el megabeso de Enzo, tan presente como que no habrá otro hasta dentro de mucho tiempo, qué duro es estar lejos de los niños. Víctor me mira con sus ojos enormes, llenos de anhelo y de orgullo, tanto que da vértigo asomarse a ellos. . . me agarro a Luli, sujetándome a todo lo que tengo aquí, que es tanto. . . Ángel espera impaciente, cansado, el largo viaje y el inminente madrugón no apagan su sonrisa, me la regala, me la llevo a Boston. 
Aún me queda el gitano por un ratito, pronto el dolor será desgarrador, pero temporal, voy a vivir deprisa y que pase ya, que la perífrasis "echar de menos" me sabe a poco, lo que yo voy a sufrir es la falta de oxígeno, de energía, ¡la impaciencia!

Y sin más, Boston se acerca y Madrid se aleja, hasta luego, hasta pronto. . .

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