martes, 14 de abril de 2015

Escena Latina Teatro: "Entre Mujeres"

Siempre he oído a mi madre contar que su padre, o sea, mi abuelo, hacía teatro allá por los años 40. De eso ya hace muchos, muchos años; se hacían disfraces con ropas viejas y representaban obras de teatro amateur. Cada vez tengo menos dudas de que el arte también se hereda. En algún lugar recóndito de mi ADN siempre estuvo escrito, cual rúbrica sobre pergamino antiguo, que un día terminaría subiéndome a un escenario. Una tía mía solía decir que desde pequeñita me gustaba apuntarme a todo lo que implicara un disfraz. Y es cierto, supongo que me gusta jugar a ser otra persona, perder mi necesidad de autocontrol y dar rienda suelta a una imaginación que siempre ha tenido cierta tendencia al desbordamiento.
Hace unos años asistí a una obra de teatro de Escena Latina, "Los de la mesa 10", por pura casualidad, y por quitarme un poco el mono de teatro en español que tantas tardes de domingo he disfrutado en Madrid. Aquel día debí de dejar mi email para recibir información de las obras que hacían y demás. Hace un par de meses recibí un email en el que pedían actrices para representar "Entre mujeres" de Santiago Moncada. Al final del mensaje, una luz, una frase en la que animaban a participar en la audición incluso sin tener ningún tipo de experiencia. Sólo había que prepararse un monólogo cómico de 1 o 2 minutos y leer algunos pasajes de la obra. Desde aquel momento deseé con todas mis fuerzas formar parte de aquella aventura. La audición fue fenomenal, se rieron mucho con mi monólogo y se sorprendieron de que no hubiese actuado nunca. La verdad es que ya me dio buenas vibraciones. Por aquel entonces había unos dos metros de nieve y muuucho frío, pero ni la una ni el otro achantaron mis ganas de volar. Cuando Christina me llamó para decirme que quería que hiciera de Elena, no podía imaginar lo mucho que mi vida estaba a punto de cambiar. Todas esas caras nuevas descolgaban sonrisas cálidas, español de América del Sur aprendido en los Estados Unidos que me sonaba a música celestial. En los dos primeros ensayos ni si quiera pudimos estar todas por las tormentas de nieve imposibles que nos acechaban. Pero luego fuimos cogiendo ritmo y aprendiendo el bloqueo, adentrándonos en el personaje... Cinco amigas de la infancia que se reencuentran en casa de una de ellas después de más de 25 años. En el salón de la casa de Elena se van rememorando los viejos tiempos, aquellas colegialas, las vidas pasadas y futuras, y poco a poco se va desvelando el verdadero motivo de la reunión. Las idas y venidas de cinco niñas que se fueron haciendo mujeres a veces a favor de la corriente, y a veces muy en contra. El dolor, el amor... una historia salpicada de homofobia que coquetea con el machismo y el pensamiento con el que las mujeres hemos tenido que pelear durante años. Una tragicomedia que destila mucha risa y un trasfondo harto dramático.
Ser Elena me ha permitido reflexionar acerca de muchas cosas, y comprender la necesidad del cambio en la actitud hacia las otras mujeres. Las mujeres castigamos más duramente, si cabe, que los hombres, y es difícil enajenarse de esta sociedad en la que nacimos y nos educamos para poder ver más allá, sin prejuicios, y aprender a construir un pensamiento crítico y no gratuito.
Más allá de Elena, Amelia, Luisa, Hortensia y Carlota, cinco mujeres interesantes y atrapadas en sus propias vidas, he conocido a Christina, Carmen, Inés, Jecenia y Paola, cinco mujeres increíbles con las que he compartido mucho en un tiempo que ha sido corto pero intensísimo. También a Victor Hugo y Juanpe, mejicanos de México y de Bilbao, que han sido un gran apoyo durante todo este tiempo. Juntos hemos derribado las fronteras que separan España y México, Boston y Puerto Rico, Madrid y Barcelona... y hemos fundido sus ladrillos para construir un cimiento sobre el que crecer como una gran familia. Casi por primera vez desde que me mudé a Boston, he conocido gente que no es científica ni tiene nada que ver con la ciencia. Gente con la que además comparto cultura en español, y risas, y confidencias, y que me han traído a la memoria a mis chicas de siempre, tan distintas y tan iguales. Al fin he encontrado ese ancla que va más allá del trabajo, una afición, una ilusión... un refugio para esos días en que la añoranza de España me resulta insoportable. Una razón más para creer que aún me queda mucho por conocer de mí misma, y para comprender que uno sólo llega a conocerse bien cuando se marcha y empieza de cero en otro lugar.