domingo, 28 de octubre de 2012

Mi primer cumpleaños en Boston

En realidad empezó ayer, a las seis de la tarde del día 27, el calendario ya rezaba 28 en España. Así que, por orden expresa del arte gitano, tuve a bien abrir mi primer regalo. Envuelta en papel azulón y dorado, como una azafata del AVE, se escondía nada menos que ¡¡una cápsula del tiempo!! Ahora soy dueña del tiempo, y con él, de la distancia que nos separa, que a golpe de flash es corta, se cuenta en kilobits, ya no eres lejos.
Esta mañana me desperté con un año más, ¿esto cómo ha pasado? pero si hace nada iba al insti y forraba mi carpeta con fotos de Alejandro Sanz... Va a ser verdad que el tiempo se encoge a medida que uno va cumpliendo años. Aunque creo que en el fondo lo que ocurre es que llenas los minutos de tantas cosas por hacer que se antojan cortos, y cuando termina una hora no has hecho ni la mitad de todo aquello que tenías pensado, así que claro, nunca llegas... ahora sí que tendremos que correr para quedarnos en el mismo lugar. Mis padres y hermanos me han felicitado por wifi, también Mar, otros muchos por 3G, pero todos, absolutamente todos mis seres queridos me habéis felicitado con el corazón, porque he podido sentirlo cálido incluso a las puertas del huracán Sandy. Que por cierto, esa fulana ha cortado las calles de Somerville intentando atraparnos bajo la lluvia. Finalmente, y con la astucia que caracteriza a cuatro biólogas en un zipcar, hemos alcanzado el primer objetivo... ¡¡salir del atasco!! Alicia se empeña en hacer vudú al GPS, Rosa hace cosas secretas que saben a almíbar, Marte simplemente hace como que las españolas le parecemos normales, aunque en el fondo piensa: ¿pero dónde me he metido? Poco a poco se desdibujan semáforos y vaivenes de limpiaparabrisas, se pinta el otoño con sus colores. Miles de hojas componen un manto que lo cubre todo de esplendor, parece un lecho blandito sobre el que dejarse caer. Aminoro la marcha para captar en mi retina cada instante de este paisaje, cada hoja elevada por el viento, cada carcajada de las tres personas que me han traído luz en los bolsillos. Aún no sé a dónde vamos... "no es Salem, no te vayas a pensar" -comenta Alicia como diciendo, no somos tan poco originales-
Avanti sigo atravesando el paraíso y sin saber cuál es mi destino final, resulta excitante, la verdad, en el fondo no quiero saberlo. Y por fin llegamos a ese lugar mágico donde las calabazas se amontonan mostrando su mejor cara, esperando que alguien las adopte para descubrir de qué color tienen el alma. La mía enseguida me dice que quiere ser chica, la escucho, por supuesto, no puedo negarle cromosomas.  Y manos a la obra, paso la tarde de cumpleaños más especial que jamás hubiera imaginado lejos de casa. Nos reímos, cuchillo en mano, el arte no se nos da nada mal. Fantaseamos con dejar la ciencia, ja ja ja, ¡ilusas! Hemos regado las risas con Apple Cider, y hemos comido el tradicional pastel de calabaza, la que te digo, al final termina uno americanizándose aunque no quiera. La corriente te lleva, es fácil y sobre todo dulce. También he soplado velas, hacía años que no las soplaba, y me ha encantado. Vane puso el punto y final a este día con su cariño de skype. Y he comprendido que la tristeza de los días señalados en Boston no es tal si tú no quieres, y que en todas partes uno puede sentirse como en casa, porque el hogar no lo hacen las cosas, sino las personas, físicamente o en un esfuerzo telemático, será por eso que siento que ya estoy en casa.

sábado, 27 de octubre de 2012

Lo que me overwhelma (by Q-Charini)

La moneda cayó, todo acaba ocurriendo, el paso del tiempo es de las pocas cosas realmente irremediables. Cayó y rodó tan lejos que no podías alcanzarla desde aquí, rodó hasta España, donde te espera sentada a la sombra de un madroño, con el chulo subido y los brazos en jarras. Mientras, el hueco se estira insistentemente. Procuro que no me roce, soy buena esquivándolo, pero a veces doy media vuelta y me dice "¡miau!", ya sabes, con ese toque de crispación que lo pone todo perdido de ausencia. Ya no hay lunares. . . ¿dónde está la polka? yo así no bailo, ni flamenco ni zumba, no muevo un pie.
La cafeterita me ha salido al paso, se insinuaba, y he tenido que hacerme un café, por supuesto, con Mocaaaaa. Pero ni por esas, ha sido tan raro poder ver una serie sin interrupciones, que me he aburrido. . . no sabía qué hacer, me he pintado las uñas, y claro, polka de sustitución.
La Loli está rara, se tumba en la puerta de tu habitación con el traje de paciencia, como si fuera el de los domingos pero más rato. No entiende que ya no estés, ¿qué puedo decir? Ni si quiera el gato asao puede consolarla.
Ayer compré unos cuadros, intento borrar el silencio de las paredes, pero ya sabes que  todo lo que cuelgo en ellas tiende a caerse, como si lo rechazaran. No es como las canciones, que se agarran con fuerza, se van quedando grabadas como si fueran frescos paleolíticos. En la ducha hay unas cuantas, la de los duros antiguos mal cantada se ha asomado tímidamente esta mañana, se había quedado enredada en el estropajo rojo, como cabellos inertes que han decidido quedarse en Boston. En lo alto del cerro de palomar hay otras pocas, y ni te cuento las que se acumulan al bajar las escaleras. Y sin embargo, tú ya te has ido.
Eres una gafapasta sin remedio, los señores gordos de brazos largos y muchos pies lo confirman. Lo siguiente era un cambio de look en Q-Chari Style, pero ya han sido demasiados cambios por el momento, por el momento. . . Ahora coge aliento, carrerilla, amuletos y el bolso de ganas (la mochila puedes dejarla), España nunca recibe en frío a sus hijos pródigos, esconde bien tu camiseta de Harvard. Mientras, te cuido la planta y te echo de menos. Te presto Madrid.
Que tengas suertecita...

lunes, 15 de octubre de 2012

El camino

Me asomé a la vida un poco, tímida al principio, casi fingiéndome indiferente... Vi que algo brillaba muy al fondo, como escondido. . . me pudo la curiosidad. Me incliné para tocarlo pero no me llegaban los brazos, demasiado cortos, demasiado lejos. Entonces cogí las ganas, me aupé poniendo los pies sobre ellas; casi lo rozaba con las puntas de los dedos, sólo tenía que estirarme un poco y... ¡zas! me caí dentro. Una vez allí, comprendí que no iba a ser fácil salir. La vida te absorbe hacia el núcleo con una fuerza gravitatoria feroz, que no depende de tu masa sino del tamaño de tus ilusiones y de lo que estás dispuesto a dar a cambio de cumplirlas. Mis sueños eran pequeños al principio, ligeros, una carga bastante liviana. Pero a medida que avanzaba y mi rastro se iba marcando a fuerza de huellas en el barro, la carga se volvía más y más pesada. A cada paso se sumaba el esfuerzo impuesto para dar el siguiente, y una vez dado, quedaba tan impregnado de recuerdos que se hacía mucho más complicado volver atrás que seguir avanzando. Sin embargo, en el camino encontré cientos de obstáculos, muchos de ellos se planteaban infranqueables al principio. Recuerdo los primeros noes, los primeros difíciles, ¡qué empeño en hacerme tropezar!. Por aquel entonces aún estaba lo suficientemente cerca de la entrada, sólo tenía que girar la cabeza para ver a mi padre cual centinela, moviendo la cabeza de lado a lado en ese gesto tan suyo de no aceptación, "la derrota no está pensada para nosotros". Qué remedio pues que seguir adelante con estos empujoncitos vendavales que no siempre me parecieron positivos, por supuesto, teniendo en cuenta que casi todas las veces llevaban implícito un sacrificio.
Lo bueno y a la vez aterrador de caminar por primera vez es que el sendero es desconocido, todo por descubrir, nada por desandar. Había tanto amor agazapado en las orillas que a veces pasaba de largo sin querer. Pero la tinta del destino no puede borrarse, sólo reescribirse, y por eso, las personas que están predestinadas a cruzarse en tu camino, tarde o temprano lo hacen. Germina una gran familia de peregrinos, algunos de ellos sólo recorrerán contigo una parte del camino, vidas que se separan; otros se quedarán para siempre, aunque sólo sea en el recuerdo de la fuerza que te aportaron. Los hay también que te aportan sabiduría, equilibrio, y los más valiosos, los que te regalan su experiencia. Porque el mismo trazo que hoy es nuevo para mí, otro ya lo pintó antes, y eso me anima, me lo hace más fácil. Sin embargo, hay días que llegas al pie de una montaña, y no hay agua, y estás cansado, y piensas que es demasiado tentadora la idea de echarte una siesta a la sombra de aquel árbol, simplemente dormitar, no pensar, abandonarse al cese. Y aunque la entrada está cada vez más lejos, todavía puedo intuir la silueta de mi madre, haciendo un gesto descuidado en forma de "bah!" como quitándole hierro al asunto y aceleración a la gravedad. Y ese metal desacelerado reduce la insistencia del gran magneto, y por un efecto maestro que no se describe en ningún libro, sientes crecer de nuevo la fuerza dentro de ti. Y de repente tu carga se aligera, y es mucho más tentador alcanzar la cima para ver qué hay al otro lado. A veces al otro lado hay dicha, a veces hay soledad, puede haber más obstáculos o esperanzas en flor, amigos, enemigos,penas o alegrías, pero lo que siempre, siempre, siempre hay, es más camino por recorrer.